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La verdadera crisis de nuestros tiempos no es la falta de recursos, sino la falta de atención a nuestra propia salud mental, que está gritando en silencio mientras tratamos de mantener una fachada de normalidad.

Y es que los ambientes laborales se caracterizan por una serie de aspectos que podrían poner en riesgo o peligro el bienestar emocional. La presión constante por alcanzar metas, la falta de equilibrio entre la vida laboral y personal, las largas jornadas de trabajo y la falta de apoyo en esta área, son algunos de los factores que atentan contra la salud mental.

Es por ello que es fundamental que las empresas prioricen la creación de entornos laborales saludables, donde la salud mental sea una prioridad y se fomenten prácticas que promuevan el bienestar integral de sus equipos.

En entornos laborales frágiles, la sensación de inestabilidad se intensifica, generando ansiedad en los empleados, que se manifiesta como una constante inquietud y preocupación. Además, la falta de previsibilidad y un orden claro en estos espacios, sumada a su complejidad, provoca que los trabajadores se sientan confundidos e inseguros y esto podría provocar que los entornos laborales excedan las capacidades de los trabajadores, generando una sensación de descontrol e incapacidad para manejar las situaciones cotidianas. Esto, sin duda, impacta negativamente en su bienestar físico y emocional.

Según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social "el trabajo desde la perspectiva del desarrollo humano da sentido a la vida de las personas, en tanto, les permite desplegar sus capacidades como sujetos activos, productivos y, por ende, contribuir con la autorrealización y el reconocimiento social".

De lo anterior podemos decir que la salud mental laboral puede definirse como un estado de bienestar que permite al empleado ser consciente de sus propias aptitudes, manejar el estrés inherente a su posición para mantener su productividad y así contribuir a la empresa, sin descuidar su propio desarrollo.  Para ello, es fundamental contar con una serie de condiciones que garanticen entornos laborales seguros y saludables como:

  • Cumplir la legislación en materia laboral y de salud ocupacional.
  • Procurar jefaturas empáticas, que ejerzan la comunicación clara y asertiva, el trato justo y el reconocimiento oportuno.
  • Tolerancia cero a la violencia laboral: discriminación, acoso laboral, sexual y violencia externa.
  • Promover la participación y la capacitación.
  • Promover la salud integral, la actividad física y los hábitos de vida saludables.

Garantizar lo anterior genera un aumento de la productividad, la motivación y el rendimiento, además de una mejora en la resolución de conflictos cotidianos y una reducción en las incapacidades laborales. Según la OMS, se estima que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que genera un costo de casi un billón de dólares para la economía mundial. Las mujeres trabajadoras son las más afectadas emocionalmente por el entorno laboral, con problemas como la ansiedad, la depresión y los trastornos del comportamiento siendo los más comunes.

Además, la OMS sugiere tres intervenciones clave para apoyar a las personas con problemas de salud mental en la obtención y mantenimiento de un empleo:

  • Ajustes razonables en el trabajo: Proporcionar un entorno laboral que ofrezca flexibilidad, apoyo y adaptaciones para reducir el estrés y atender las necesidades específicas de los empleados.
  • Programas de reincorporación: Asegurar un regreso seguro al trabajo tras una ausencia por problemas de salud mental y combatir la estigmatización relacionada.
  • Iniciativas de empleo con apoyo: Brindar asistencia continua a personas con problemas graves de salud mental para facilitar su acceso y permanencia en un empleo remunerado, integrando apoyo profesional y de salud mental.

El cuidado de la salud mental es una de las manifestaciones de una autoestima sana.

Este artículo fue escrito por  Waynner Guillen Jiménez, docente de Psicología de la Universidad Fidélitas