Una elección político-electoral no es una contienda deportiva. No hay ganadores y perdedores sino candidatos electos y no electos. Quien resulta electo tiene legitimidad y autoridad para impulsar una agenda propuesta, así como otros temas que, aún fuera de agenda, serán oportunidades o intereses que surgirán sobre la marcha.

Si tuviéramos una bola de cristal tendríamos mayor precisión respecto a lo que un evento tan trascendental para la historia de un país como una elección de su jefatura política implica para esa nación. Cuando ese proceso se refiere a la jefatura política del país más poderoso del mundo, se pueden esperar cambios geopolíticos profundos.

Todo sucede dentro del contexto de crisis en el que está la civilización occidental, la humanidad y la biósfera ante la percibida volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad de todos los asuntos en un escenario global.

Esto nos invita a poner en perspectiva aquello que podemos controlar y aquello que no. Sugerimos que hay algunas actitudes que se pueden cultivar para sacarle provecho a lo que se siente y percibe como adversidad:

  • La primera es la proactividad, esto es, en lugar de que sucedan los acontecimientos y luego reaccionar a ellos, más bien ir más allá y estar listos por si acaso surge una oportunidad o se requiere agilidad para adaptarse a un cambio drástico en el entorno.
  • La segunda es la productividad, que debe tener tantas definiciones como expertos existen sobre el tema. Diremos, por ahora, que se trata de crear valor para sí y para su entorno de una manera sostenible también en términos financieros. O sea, ser capaz de percibir una retribución, tangible o intangible, monetaria o reputacional, por el valor que una persona genera para la sociedad.
  • La tercera es la prospectiva, un tema recurrente en nuestro afán por estimular la acción humana y el espíritu emprendedor eficaces. O sea, cómo tener la mira puesta en el futuro a partir de escuchar las leves señales que hoy permiten imaginar el rumbo que llevarán algunas de esas novedades. También, realizando esfuerzos intencionales por crear los hábitos presentes que nos ayuden a desarrollar una relación más saludable y fértil con el futuro.

Puede ser que se avecine un cambio en la estructura de valores societarios, que el individualismo sea más importante que la solidaridad, que la ventaja particular sea más importante que el bienestar colectivo o que el don de mando autoritario sea más importante que las prácticas democráticas.

Cualquiera que sea el escenario en el que nos corresponda actuar, siempre podremos asumir la actitud de lo que Nassim Taleb define como antifragilidad: identificar maneras de robustecerse a través de la adversidad.

Escuche el episodio 240 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Elecciones de actitud”.

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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.