En mayo de 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la COVID-19 dejó de ser una emergencia de salud pública de importancia internacional y más bien, se convirtió en un problema sanitario permanente y persistente; condición que se mantiene hasta el día de hoy. El virus SARS-CoV-2, causante de esta enfermedad, todavía no tiene un patrón predecible, lo que genera nuevos casos y muertes a nivel global, e implica que las autoridades de los países deban implementar actividades de vigilancia y de respuesta en sus programas de salud.
El último reporte epidemiológico de la OMS, al 9 de octubre, reveló que su impacto sigue en aumento globalmente. Tanto la incidencia como la mortalidad por COVID-19 incrementaron en un 10 % y 11 % respectivamente, en comparación con el periodo anterior, contabilizando más de 776 millones de casos confirmados y más de siete millones de fallecimientos, en el mundo, desde el inicio de la pandemia.
Esta realidad no escapa de Latinoamérica ni tampoco de Centroamérica y el Caribe, en donde no solo tenemos una constante circulación del virus SARS-CoV-2, sino también, de otros virus respiratorios como la influenza. Pero ¿qué hacer como individuos para apoyar a las autoridades de Salud en la lucha contra esta problemática, a manera de evitar más hospitalizaciones e inclusive muertes?
La vacunación como herramienta segura y eficaz
Ante el incremento de casos de la COVID-19 en la región, la OMS insta a los países a mantener una vigilancia constante, así como a seguir con los esfuerzos para incrementar el número de personas vacunadas, especialmente de poblaciones de alto riesgo; sin embargo, está en nosotros hacer conciencia y acudir al llamado de vacunación en favor de nuestra salud y de quienes nos rodean.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en idioma inglés), indican que las vacunas contra la COVID-19 siguen siendo una de las estrategias que ha demostrado ser eficaz y segura para protegernos de una manifestación grave de esta enfermedad, de una hospitalización y hasta de morir; no es posible saber con exactitud quiénes podremos vernos afectados con estas consecuencias ni quiénes tendremos síntomas leves.
Hoy en día, se mantiene que los adultos mayores de 65 años y las personas con ciertas afecciones como enfermedades cardíacas, un sistema inmune débil, enfermedad pulmonar o renal crónica, con diabetes u obesidad, tienen un mayor riesgo de enfermar gravemente y de necesitar atención hospitalaria (como cuidados intensivos y asistencia respiratoria) al contagiarse con el SARS-CoV-2.
La vacunación para estas poblaciones puede hacer una diferencia. Datos recientes de un estudio clínico efectuado en Inglaterra revelaron que las personas diagnosticadas con COVID-19 -sin haber recibido la vacuna- se asociaban con una mayor incidencia de diabetes tipo 2, la cual se mantuvo elevada en aproximadamente un 30 % de los participantes después del año de diagnóstico.
Asimismo, otra investigación clínica sobre la seguridad cardiovascular de diferentes vacunas contra COVID-19 arrojó que la colocación de la primera dosis condujo a una reducción general de eventos cardiovasculares en la población de estudio y, en algunos casos, de complicaciones. Por ejemplo, la incidencia de infartos agudos de miocardio y de accidentes cerebrovasculares fue menor después de cada dosis de la vacuna; lo mismo en embolias pulmonares y trombosis venosas.
Un diagnóstico y tratamiento oportuno
Cuando una persona tiene altas probabilidades de enfermarse gravemente y, además, cree que puede tener COVID-19, lo más recomendable es hablar, de inmediato, con su médico para recibir un diagnóstico certero y el tratamiento más adecuado. Gracias a la innovación en salud, existen medicamentos que pueden reducir el riesgo de hospitalización y muerte, los cuales -en quienes sí aplique su uso-, deben iniciarse dentro de los cinco a siete días posteriores a los síntomas.
Y aunque hayan pasado cuatro años desde el inicio de pandemia, también se mantienen otras prácticas tan sencillas como lavarse las manos frecuentemente, utilizar alcohol en gel, evitar el contacto cercano con una persona con síntomas o enferma por COVID-19, mantener ventiladas las áreas de estar y toser o estornudar llevando la boca y nariz hacia el antebrazo o con un pañuelo.
Los que trabajamos en el área de la salud sabemos que luchar contra la COVID-19 requiere del poder de la ciencia y de una colaboración, sin precedentes, entre científicos, gobiernos, empresas y la sociedad en general. Buscamos que su abordaje sea integral y por eso, desde la empresa para la cual laboro, consideramos valioso hacer un llamado a prevenir los efectos graves de esta enfermedad, mediante la vacunación, el diagnóstico oportuno y tratamiento adecuado de los pacientes que lo requieren.
El camino que iniciamos en el año 2020 ha mostrado grandes avances; sin embargo, queda mucho por hacer contra esta nueva problemática de salud pública. ¡Un esfuerzo conjunto traerá consigo mayores beneficios para todos!
Este artículo fue escrito por el Dr. Marcel Marcano, médico microbiólogo