Quiero empezar estas líneas diciéndole a las y los vecinos que están luchando para que el ferrocarril llegue hasta Paraíso: ¡estamos con ustedes!
Los residentes del cantón de Paraíso han esperado pacientemente la extensión de la línea ferroviaria que prometía traer beneficios económicos y sociales a la región.
Pero como es costumbre, recibieron una solución incompleta por parte del Gobierno: una parada de tren a más de un kilómetro del centro del cantón, sin la infraestructura adecuada, ni techo para las personas usuarias, e incluso hasta en condiciones de inseguridad.
La falta de compromiso tanto de Incofer como del Gobierno para mejorar este servicio vital para miles de costarricenses que utilizan este medio diariamente, es impresionante.
Cuando le pregunté al presidente ejecutivo de Incofer sobre los graves problemas que se están presentando en el servicio de tren, él declaró sin rodeos que no hay recursos para realizar mejoras sustanciales.
Su respuesta básicamente se basó en decir que el servicio no puede mejorar porque no hay plata. No se pueden comprar nuevas unidades de trenes porque no hay plata. No se puede aumentar la frecuencia del servicio porque no hay plata. No se pueden realizar nuevas contrataciones porque no hay plata.
Los trenes están obsoletos, sobrecargados y son poco confiables. La frecuencia del servicio es insuficiente y la seguridad de los pasajeros está constantemente en riesgo. Las personas merecen soluciones, no excusas.
A esta administración le ha importado poco o nada asegurar fondos adicionales para el transporte público, ni tampoco se han preocupado por proponer soluciones de largo plazo que sustituyan los proyectos que no han decidido continuar.
Este Gobierno sepultó el proyecto del Tren Rápido de Pasajeros bajo el argumento de ser sumamente costoso. El problema es que ya llevamos dos años de la actual gestión y ni siquiera han terminado los estudios básicos de demanda. ¡Cómo juegan con la gente!
El abandono ha alcanzado un nivel altísimo de peligrosidad. Las unidades de tren actuales están funcionando más allá de su capacidad, sin el mantenimiento adecuado, con poca libertad de movimiento para las y los usuarios, en condiciones de hacinamiento y representando una grave amenaza para la vida de las personas.
Es indignante que la administración de Incofer haya aceptado que los retrasos en el servicio han sido provocados por el patinaje que sufren las ruedas de las unidades al encontrarse maleza en la cercanía de los rieles. Esta excusa es una vergüenza para la gestión del servicio de transporte público.
El nulo mantenimiento, la poca movilidad y las condiciones peligrosas dentro de los trenes están creando situaciones de riesgo para las personas pasajeras. Recientemente, una persona que viajaba hacia Cartago colapsó debido al hacinamiento.
El problema es que se renunció al Tren Rápido de Pasajeros, pero tampoco se compran unidades nuevas, ni se extienden los horarios, ni se habilitan más vagones para que la capacidad de pasajeros aumente.
Es realmente preocupante que el Incofer no mejore el servicio y no facilite las condiciones mínimas para la prestación segura de los viajes. Esto va más allá de la incompetencia, ¡es una irresponsabilidad!
Este es un patrón que ya hemos visto antes: desmantelar servicios públicos sin ofrecer una alternativa real. Incofer y el Gobierno han descarrilado la esperanza de un sistema ferroviario eficiente, de calidad y moderno.
Lo que resulta aún más indignante es que el Gobierno detuvo un proyecto en marcha, como el Tren Rápido de Pasajeros, criticando la alta cantidad de recursos que se habían destinado en investigaciones y estudios, y optaron por no hacer nada.
Incofer es solo un síntoma de un problema mayor: una administración que no prioriza el bienestar público, ni los servicios vitales para las y los costarricenses.
Costa Rica merece un sistema ferroviario que funcione para la gente; que sea confiable, seguro y ágil. Los y las paraiseñas, así como todos los y las ciudadanas que dependen del transporte público, merecen más que soluciones a medias y promesas incumplidas.
Es momento de bajar las banderas políticas, unirnos y actuar con urgencia para garantizar que el sistema ferroviario en Costa Rica no sea solo un recuerdo nostálgico del pasado, sino una parte funcional y confiable de nuestro futuro.
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