Quizá no sea una fecha que muchos tengan en el mapa, pero el 15 de octubre es el Día Internacional de la Mujer Rural. De formación soy economista agrícola y obviamente, esto me ha dado la oportunidad de conocer mujeres ejemplares, que buscan conquistar espacios dentro de la ruralidad, el sector agropecuario y la agroindustria pero, ¡que difícil realidad a la que nos enfrentamos!

Recientemente, una amiga a la que admiro muchísimo decidió poner en marcha su propia empresa de consultoría, dentro de las razones que me exponía como motivación para este proyecto está “el darle oportunidades a las mujeres de involucrarse en el sector”. Ella está construyendo un equipo compuesto en su mayoría por mujeres, profesionales especialistas en diferentes áreas relacionadas al sector agroproductivo para que juntas, puedan acceder a mayores oportunidades e incrementar su empleabilidad.

¿Por qué cuento esto?

Este día no solo es una oportunidad para reconocer la contribución de las mujeres rurales en áreas como la producción de alimentos y la protección de los ecosistemas, sino también para visibilizar las profundas desigualdades que sigue enfrentando esta población. La FAO señala que en América Latina y el Caribe, las mujeres y sus organizaciones representan uno de los actores principales en la transformación de los sistemas agroalimentarios tradicionales hacia modelos sostenibles, resilientes e inclusivos.

Pese a esto, las mujeres rurales enfrentan barreras estructurales que les impiden desarrollar todo su potencial. Desde acceso a la tenencia de tierra, recurso fundamental para su supervivencia y la de sus familias hasta empleo y salario digno. Además, tienen menos acceso que los hombres a servicios financieros, capacitación técnica y oportunidades de mercado. Esta marginación no solo limita sus posibilidades de crecimiento, sino que perpetúa la pobreza rural y frena el desarrollo sostenible.

Este año particularmente, los organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas está promoviendo resaltar el papel esencial de las mujeres rurales en la construcción de la resiliencia climática, la conservación de la biodiversidad y el cuidado de la tierra reconociendo los roles y contribuciones de las mujeres en el desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición, y la erradicación de la pobreza rural.

Un punto que siempre es importante aclarar y mencionar es que cuando hablamos de cambio climático y la importancia de combatirlo, no es por una ocurrencia, no es un pensamiento desconectado de la realidad o una política que excluye automáticamente a las poblaciones vulnerables. Vamos a ver, estudios hay, pero creo que basta con revisitar los acontecimientos solo de este último año para visualizar que los periodos de sequía cada vez son más extensos y la lluvia ya no significa época de abundancia, sino de inundaciones y devastación. Los desastres naturales no son solamente más recurrentes, son cada vez de mayor magnitud. Estamos viendo reducida la disponibilidad de agua para consumo humano, agrícola, ganadero y generación de energía; los suelos siguen día a día en un proceso sostenido de erosión y degradación.

No podemos tapar el sol con un dedo, a quienes más afecta esta situación son a las personas que viven en la ruralidad y las costas, eso es un hecho. Volviendo al tema de la mujer rural, su relación con el cambio climático es profundamente simbiótica y crítica. Las mujeres rurales, especialmente en países que se encuentran en vías de desarrollo, como Costa Rica, están estrechamente conectadas con la tierra,  la agricultura y los recursos naturales.

Mientras los ecosistemas, los recursos naturales y los medios de vida se están agotando, la capacidad de las mujeres rurales para asegurar su subsistencia y la de sus familias se encuentra amenazada.

Según la FAO, a nivel global, los hogares encabezados por mujeres experimentan pérdidas en sus ingresos promedio anuales del 8 por ciento debido al estrés calórico y del 3 por ciento debido a las inundaciones, en relación con hogares encabezados por hombres.

A pesar del significativo avance en prácticas que promueven el aprovechamiento sostenible de los recursos y la conservación de la biodiversidad, como la agroecología, la agricultura orgánica, la gestión forestal sostenible, el manejo integrado de cultivos y el enfoque ecosistémico en la pesca y acuicultura, la biodiversidad sigue disminuyendo tanto a nivel de especies disponibles para el aprovechamiento como en términos genéticos y de ecosistemas. En otras palabras, si seguimos promoviendo los modelos tradicionales de explotación, cada vez habrá menos que explotar. Y OJO que no estamos hablando a largo plazo, no estamos hablando de que los efectos de esto lo sufrirán otras generaciones, es que esto YA nos está afectando.

El empoderamiento de las mujeres rurales es clave para combatir el hambre y la pobreza, así como para avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).  Como gestoras de los recursos naturales, tienen un conocimiento profundo de sus tierras y los ecosistemas que las rodean. En un mundo amenazado por la crisis climática, su papel es esencial para la adopción de prácticas agrícolas sostenibles y la conservación de la biodiversidad.

Al crecer la necesidad de las comunidades rurales frente a las consecuencias del cambio climático, las mujeres rurales están emergiendo como agentes de cambio en la implementación de soluciones innovadoras. Muchas se involucran en proyectos de agricultura sostenible, cosecha de agua, implementación de prácticas de economía circular, turismo sostenible, entre otras.  Estas iniciativas no solo reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también mejoran la calidad de vida de sus comunidades.

El empoderamiento de las mujeres rurales es una cuestión de justicia climática. Dado que el cambio climático exacerba las desigualdades sociales existentes, mejorar el acceso de las mujeres a recursos como la tierra, el crédito y la tecnología es clave para fortalecer su capacidad de respuesta y liderazgo en la adaptación climática. Las mujeres rurales son una fuerza impulsora en la lucha contra el cambio climático, pero es necesario promover acciones de apoyo en términos de políticas públicas, inversión y capacitación.

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