La revista feminista independiente Lilith Zine confronta lo que otrora fue considerado “contenido para mujeres”.


Lilith Zine es una revista feminista independiente costarricense que presenta una respuesta radical a lo que es considerado “contenido para mujeres”, en especial, la “revista femenina” popularizada en los años 50. Se basa en teoría feminista, la interseccionalidad y el desafío de convenciones sociales. 

Dentro de la primera edición de Lilith se encuentran tres perfiles de activistas nacionales, dos ilustraciones con mensajes feministas, dos poemas, un spread de fotos por Rose DiMarte, una entrevista a fondo con Alhana Chavarría y una crónica central

La crónica trata sobre el movimiento Mujeres por la Escena, el cuál fue iniciado por un grupo de actrices como una denuncia del abuso sistemático al que se enfrentan las mujeres dentro del gremio teatral.

En esta pieza, como entrevistadas, participaron las actrices Susan, Fanny, Raquel y Sheyla. También asistieron Cris Solano Mata, cineasta feminista, y Rose DiMarte en la parte de audiovisual y de diseño editorial. Las ilustraciones que acompañan esta versión adaptada son de Kamaleónica Studio

A continuación, les comparto el testimonio de Sheyla.

La crónica completa se encuentra en Lilith Zine, disponible en Issuu.


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Al día siguiente de mi entrevista con Raquel, tengo mi último encuentro con una actriz del movimiento. Esta vez se trata de Sheyla, una mujer de unos treinta años que, desde el primer momento, me parece el tipo de feminista decidida, ferviente y sin complejos en su activismo y empoderamiento personal. Para nuestra reunión, lleva el pelo recogido en un moño relajado, un par de lentes y una camiseta de tirantes negra que muestra sus múltiples tatuajes. 

Inmediatamente pienso en la primera vez que conocí a Susan y en cómo describió a las chicas de la unidad política (la misma a la que pertenece Sheyla):

"Las anarquistas".

Estas son mujeres dispuestas a ir a la guerra, impulsadas por un intenso deseo de justicia que ha ardido merecidamente por las horribles experiencias que han tenido dentro de la industria. No están avergonzadas, más bien están furiosas, y tienen todo el derecho a estarlo. Debido a mis propias experiencias de abuso dentro de la comunidad artística y al hecho de que, al igual que Sheyla, me identifico como feminista, estoy totalmente enganchada a su historia incluso antes de que haya empezado. 

Una de las cosas más importantes de ella es que es de Guanacaste. Esto le ha dado una perspectiva que desafía la del Valle Central. Así lo señala luego de presentarse. De hecho, es precisamente la razón por la que aceptó ser parte de esta entrevista.

Yo siempre digo que el gremio es una invención Valle Centralista, ¿verdad? Porque el gremio no existe. Son solo 30 maes del Valle Central, digamos”.

Le pregunto por su experiencia como estudiante de teatro en la Universidad Nacional y lo primero que surge es su origen como guanacasteca.

Empecemos con que tenemos que migrar, dejar a las familias para poder accesar a carreras artísticas. En ese momento era de una familia de escasos recursos y casi que era la primera que iba a la universidad. Entonces, primero como que el choque cultural ahí es fuerte y algunas otras cositas que yo veo como microviolencias que tienen que ver con las regiones”. 

Por ejemplo, explica, en las clases de voz sus profesores le corregían constantemente la pronunciación y el acento guanacasteco. Cabe señalar que era la única estudiante de dicha provincia. 

Como era de esperar, rápidamente nos topamos con el tema de las relaciones impropias entre profesores y alumnos.

Era normal que hubiera rumores de ‘es que fulanita dice que se apretó con tal profe o se acostó con él’. Desdichadamente, los chismes eran ‘las chicas se acuestan con los profesores’. No eran ‘los profesores están depredando chicas’”. 

Detallando lo egocéntricos que percibía a sus profesores, menciona los proyectos insignificantes que les encargaban a los alumnos, como traducir al español las canciones de rock favoritas del profesor porque pertenecían a uno de sus álbumes favoritos. Esta fue una de las primeras señales alarmantes que vio Sheyla. 

Comprensiblemente, expresó su preocupación, lo que a su vez no hizo más que poner un blanco en su espalda.

Cuando ya uno empieza a tener esas incomodidades y a expresarlas, a los profesores no les gusta. O sea, los compas son bien territoriales, bien machistas”.

En una ocasión, el profesor les preguntó a los alumnos qué les gustaría ver en su clase, a lo que Sheyla respondió que quería incorporar el uso del lenguaje inclusivo. En aquel momento, hace ya más de una década, eso significaba simplemente incluir a las mujeres en la conversación. Sin embargo, el profesor se mostró poco receptivo a la petición de Sheyla.

Este compa termina la clase. Todo bien. Yo me voy para el baño. El baño es un solo pasillo que luego se [divide] en el baño de hombres y el baño de chicas. En ese trayecto del pasillo, me topé con el compa y el mae me puso la mano encima, digamos, me puso contra la pared con sus manos y me dijo: cuando yo hablo, usted se calla. Yo soy el profesor y no quiero que me vuelva a interrumpir con esas peticiones”.

En shock y temblorosa por el encuentro, Sheyla agachó la cabeza y se fue al baño a llorar. Esta era una faceta de ella que sus compañeros apenas veían.

Yo salía toda brava. Era así, odiosa. Entonces, empecé a caerle malísimo. Algunas otras violencias que no solo me pasaban a mí, por ejemplo, es que él decía que nunca nos iba a llamar sus colegas”.

Mientras tanto, el profesor se juntaba con estos mismos estudiantes para fumar hierba y "pasar el rato". Esto último me suena demasiado a verdad, ya que era el comportamiento al que me acostumbré a presenciar estudiando cine. 

Tras una miríada de instancias de abuso de poder hacia Sheyla y sus compañeros (como hacerles correr y competir entre ellos), el profesor llegó a un punto de quiebre con su acoso.

Estábamos haciendo esta obra. Yo había decidido que por toda la violencia que yo había vivido ese año, no iba a hacer la reverencia que se hace al final, simplemente me iba a quedar oculta entre los telones. Pues el compa se volvió loco cuando vio que yo no hice la reverencia. Él se tiró de las butacas y me agarró el brazo”.

La miro atónita, con la boca abierta.

Ajá. Es increíble lo normal que eran esas cosas que nadie hiciera nada, ¿verdad? Me dijo como: ¿quién te creés que sos? ¡No sos nadie! No tenés respeto por el teatro. ¡Sos una vergüenza!”.

Pero no le hablaba sólo a ella. Era un actor entrenado que sabía proyectar bien su voz por toda una sala. Sheyla dice que sus gritos se oyeron en todo el campus de la universidad.

Los compañeros lo agarraban por detrás porque me estaba echando el cuerpo. O sea, el mae me quería pegar”.

Tras este encuentro, Sheyla salió del teatro y caminó unos 50 metros antes de desmayarse.

Me caí, me quedé ahí. Me desconecté. Me tuvieron que llevar a una casa ahí unos guanacastecos que pasaron porque la gente pasaba a la par y nadie me ayudaba. Después de eso pasé tomando antidepresivos. Estuve como tres días llorando sin parar. Me vine a Guanacaste y entonces el compa puso que yo abandoné un curso anual”.

Al denunciar su abuso a la Defensoría de los Estudiantes, no sólo estuvo completamente sola durante el proceso de denuncia, sino que también fue chantajeada por un hombre que trabajaba en la dirección de la escuela y a quien nos referiremos como "Don X" para proteger la seguridad de Sheyla.

Don X me llamó a la dirección y yo, ingenua, fui sola y cuando llegué el mae me dijo que si yo seguía con la denuncia me iban a entregar a mí a Rectoría porque en ese año había habido unos disturbios en un discurso de Laura Chinchilla y decían que tenían videos míos en esos disturbios. Yo sí estuve en esos disturbios, pero no tenían videos míos. Pero en ese momento yo era muy ingenua. Me agarró solita”.

Después de eso, otro profesor empezó a enviar correos a las pocas amigas que Sheyla tenía en ese momento, quejándose de su apoyo hacia ella. De hecho, me cuenta ella, sus compañeros terminaron firmando una carta en la que afirmaban que Sheyla había abandonado los estudios y que ya no iba a clase, lo que acabó siendo cierto después de todo lo que había pasado.

No pude, no pude graduarme y ya era mi último año. Entonces, esa es mi historia de terror”.

Le pregunto qué tipo de apoyo hubiera deseado tener cuando denunció las agresiones que sufrió.

De fijo acompañamiento psicológico. Tal vez como una comisión, como alguien que fuera responsable de acompañar a la persona cuando la llamen a presentarse a una reunión, que siempre tenga alguien con quien ir acompañado para que no pase esto. Y de fijo procesos de sensibilización para los profesores porque aquí pasa algo muy curioso. A nosotras en Mujeres por la Escena nos dicen: es que ustedes tienen que motivar a la gente para que denuncie. Pero yo digo, mae, vea mi cabeza colgada ahí en las puertas del teatro. Eso le pasa a las que denuncian, el destierro total. Y por eso yo creo más en la funa social”.

Le pido que me explique un poco más por qué prefiere este tipo de denuncia. 

Bueno, primero porque la estructura está podrida. La estructura está totalmente partiarcalizada. Entonces, siempre se revictimizan a las mujeres. Siempre se les pide que justifiquen todo lo que les pasó. Esa es una de las cosas que pasa con las denuncias, que una tiene que hacer todo. Una es la ofendida y tiene que hacer todo y los maes ahí tranquilos, siguen dando clases, siguen su vida normal. Yo siento que el anonimato es muy importante porque justamente te protege de que te empiecen a cuestionar esas cosas. Sin ser políticamente correcta, la funa es agresiva, es confrontativa. Yo siento que la funa es un hecho como muy valiente y reivindicativo de la justicia comunitaria”.

Y así, estoy aquí, compartiendo las historias y los mensajes de estas cuatro mujeres fuertes que se atrevieron a hacer públicas sus denuncias, su dolor y su pesar. Yo las admiro. Yo fui una de ellas. Muchos de nosotros, no sólo mujeres, hemos estado en posiciones similares a las de ellas. Ahora es el momento de decidir qué viene después: ¿ponemos la otra mejilla y seguimos ayudando a facilitar el acoso y el abuso de más mujeres o creemos en las sobrevivientes que están dando la cara y optamos por dejar de darles plataforma a los hombres abusivos que tienen poder?

Por supuesto, la respuesta no es tan sencilla. Nunca lo es. Pero espero que al darle a estas historias un lugar donde puedan existir juntas, la gente escuche a quienes hemos sobrevivido abusos que nunca, nunca pueden justificarse y decida actuar para garantizar que tal vez un día prevalezca la justicia, y que tal vez ese día pueda ser pronto.