La vida continuamente nos enseña que existen valores y principios básicos que la humanidad entera acepta y practica, y que son aplicables en cualquier lugar del planeta. Estos principios son reflejo de características particulares del género humano. Sin embargo, especialmente durante las últimas décadas, cuando las relaciones humanas han trascendido el sentido de localismo y de inclusión, hemos experimentado claramente que algunos de esos valores básicos son muy frágiles. Que, aunque existan normas jurídicas aceptables y sistemas compulsivos aplicables, prevalece en muchos de nuestros países, una peligrosa falta de aplicación –de manera genérica- de estos principios fundamentales, especialmente en aquellos países que en las últimas décadas han experimentado una “pérdida de valores” que pone en peligro los sistemas democráticos.
La extensión expansiva de la corrupción, el aumento evidente de la pobreza, la imparable degradación ambiental, la continua dilución de la gobernabilidad y la autoridad y el incremento de las hasta ahora impensables manifestaciones de violencia, nos muestran que necesitamos forjar un pacto ético entre los seres humanos. Necesitamos involucrarnos en el trabajo y la preparación de valores que se conviertan en parte integral de nuestras actividades diarias. Dentro del surgimiento de antivalores, como la desconfianza y la corrupción, debemos buscar continuar una nueva cultura, basada en valores éticos que se conviertan en parte integral de nuestras vidas, de manera natural, no compulsiva.
La práctica de valores morales debe ser una parte significativa y esencial de nuestras vidas. Todos debemos convencernos de que seguir y practicar principios morales básicos puede llevarnos a alcanzar muchas de las aspiraciones comunes por una mejor vida de los individuos y las sociedades. Como dice la filósofa española, Adela Cortina, “la ética nos ayuda a ser justos y felices”.
La preocupación de cómo llegar en forma práctica a un decálogo que pueda servir de base para un modelo universal de códigos de ética es un mandato para la sociedad actual. Podría ser el camino para construir “confianza” dentro de esta cultura basada en antivalores.
Esto es construir algo más que “simples códigos de ética”, que ya pululan en nuestra sociedad.
Se ha planteado la formulación de una guía ética que pueda ser usada por todos y cada uno de los habitantes del planeta, de la misma manera en que hemos podido experimentar con la puesta en práctica de los principios de las convenciones internacionales sobre derechos humanos. En este punto retomamos las palabras de José Saramago, sobre la Declaración de Derechos Humanos y la búsqueda de la justicia: “he dicho que para esa justicia disponemos ya de un código de aplicación práctica al alcance de cualquier comprensión, y que ese código se encuentra consignado desde hace cincuenta años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos treinta derechos básicos y esenciales de los que hoy sólo se habla vagamente, cuando no se silencian sistemáticamente, más desprestigiados y mancillados hoy en día de lo que estuvieran, hace cuatrocientos años, la propiedad y la libertad... Y también he dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como está redactada, y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces, en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos, a los programas de todos los partidos políticos del mundo, expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas, ajenos o impotentes para plantar cara a la brutal realidad del mundo actual, que cierran los ojos a las ya evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos que era la aspiración suprema de los seres humanos.”
Necesitamos pensar en los elementos principales que deben ser incluidos en ese Decálogo. Necesitamos ponernos de acuerdo sobre los valores fundamentales que debemos seguir con un profundo compromiso moral. Estos valores deben ser los principios que nos han de guiar en nuestras relaciones con los demás.
Hemos recopilado, analizando códigos de ética promulgados por empresas y asociaciones del sector privado, colegios profesionales y cámaras empresariales, junto con aquellos que han sido promulgados por diversas instituciones del sector público.
Los códigos que hemos analizado definen con certitud una tendencia que a su vez es determinada por varios elementos comunes: una visión moral determinada, algunos valores centrales, algunos principios orientadores y algunas reglas detalladas. Sin embargo, en el terreno práctico hemos llegado a algunas conclusiones acerca de la poca importancia que tienen estos códigos sobre la vida en general, y sobre el porqué los códigos individualmente considerados no son suficientemente efectivos.
La causa principal de la falta de efectividad es el desconocimiento, entre los miembros de las diferentes organizaciones, no solo del contenido de los códigos, sino de su misma existencia.
Para formular códigos de ética efectivos se necesita desarrollar un proceso educativo. Los diferentes grupos de interés deben ser la parte activa de este esfuerzo de aprendizaje. Como los derechos humanos, la ética debe ser parte importante de ese proceso, debe constituirse en un elemento básico que defina aspiraciones comunes.
Con una firme aplicación de valores éticos, los individuos y los grupos deben poder afirmar más justamente sus derechos y establecer sus posiciones e intereses diversos de una manera más significativa y convincente. Esto puede visualizarse más claramente analizando el papel que pueden desempeñar, por ejemplo, grupos organizados como los consumidores. Conociendo las reglas éticas del sector empresarial que produce y vende los bienes y servicios que satisfacen sus necesidades y sus hábitos, tendrían un instrumento muy útil para usar en la protección de sus derechos como consumidores.
Probablemente el elemento más importante para lograr efectividad de las reglas de los códigos es el compromiso individual de cumplir con principios éticos, en una forma cotidiana y consistente. Debemos promover la formación de una especie de tela de araña, ir uniendo diferentes intereses bajo un objetivo común, la promoción de una base ética fundamental. La certeza sobre los principios que guían las actitudes y acciones de aquellos que se relacionan con nosotros probablemente nos dará mayor tranquilidad, más seguridad y más transparencia en las relaciones humanas.
* Texto actualizado de la exposición realizada en la Conferencia Internacional contra la Corrupción. Praga, República Checa, 8 de octubre del 2001.
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