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La vejez es una etapa natural de la vida que no necesariamente implica enfermedad, discapacidad o dependencia. Por el contrario, se espera que la mayoría de las personas envejezca en buenas condiciones, más todavía si se vive en un país con un buen sistema de salud y una adecuada cobertura de protección social. Este es el caso de Costa Rica, el país con mayor esperanza de vida en América Latina y uno de los que más rápido envejece en la región. Se estima que, a finales de la próxima década, habrá en el país casi un millón de adultos de 65 años o más. Por primera vez, habrá más adultos mayores que niños menores de 15 años.

Al haber más habitantes mayores que se espera que vivan más años, inevitablemente aumentará también la cantidad de personas que necesitarán el cuidado de otras para realizar sus actividades cotidianas. A esto se le denomina “dependencia funcional” y la creciente prevalencia de esta condición es un fenómeno propio del envejecimiento poblacional acelerado, lo que hace muy necesaria la implementación de sistemas de cuidados de larga duración.

Dar respuesta a esta demanda social significa reorganizar los roles del cuidado y fortalecer servicios dirigidos a la atención de quienes no tendrán la capacidad económica ni familiar para solucionar este problema de forma individual.

La realidad del envejecimiento poblacional debe estimular la discusión en torno a la necesidad de contar con diversos servicios y modalidades de atención, ya que no todas las personas dependientes del cuidado requieren de los mismos apoyos. El tipo de intervención que resulta más adecuada depende de la condición de la persona, su contexto socioeconómico y las necesidades de sus cuidadores.

A partir de esas valoraciones, un sistema de atención de largo plazo debe estar preparado para ofrecer servicios diversos, con énfasis en aquellos prestados en el hogar donde residen las personas. Estos servicios son importantes porque, en general, las personas prefieren permanecer en sus hogares el mayor tiempo posible. El reto es lograr que eso ocurra en las mejores condiciones y que puedan preservar sus niveles de funcionalidad y autonomía.

En este contexto, la teleasistencia representa una alternativa innovadora para ampliar el cuidado a distancia de las personas que requieren de algún tipo de monitoreo y acompañamiento. La Municipalidad de Heredia ha comenzado a ofrecer este servicio, con apoyo del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La tecnología: una aliada para el cuidado

Muchas personas mayores no necesitan ir a una residencia ni requieren de un asistente personal de cuidados, pero sí necesitan un punto permanente de contacto que les ayude a cuidar lo mejor posible de sí mismas y que esté disponible en caso de que sufran un evento adverso que requiera una primera respuesta rápida y efectiva. Ese elemento de comunicación, reacción, acompañamiento y asistencia remota se conoce como teleasistencia.

Este tipo de soluciones tecnológicas, que por lo general incluyen un dispositivo de activación de alertas y llamadas telefónicas, son de bajo costo y alta aceptación por parte de los usuarios. Su uso permite multiplicar las oportunidades de estar en contacto con personas en condición de vulnerabilidad que, por edad, estado de salud, autonomía funcional limitada o soledad no deseada, son más susceptibles al riesgo de deterioro en su condición.

Una intervención oportuna, mediante contactos periódicos que promuevan el autocuidado y ayuden a prevenir riesgos de accidentes o caídas, puede representar un recurso fundamental para prevenir o retrasar la dependencia funcional.

El servicio de teleasistencia, que descansa tanto en la tecnología como en la labor de operadores telefónicos a cargo de interactuar con las personas usuarias, puede ser una solución útil y al alcance de muchas personas en situación de dependencia leve o moderada y de las personas mayores que viven solas o pasan gran parte del tiempo sin compañía.

Las personas con dependencia funcional severa que no poseen un entorno familiar capaz de cuidarlas, requerirán de una atención integral y permanente. Por ello, debe existir una red de residencias que ofrezcan esa opción a quienes la necesitan. También es un hecho que será necesario ampliar la base de servicios de cuidado en domicilio para personas con dependencia moderada o severa que puedan mantenerse en sus propios hogares. Pero tan importante como eso será contar con un servicio como el de la teleasistencia, que, con un costo inferior a los otros, puede contribuir justamente allí donde se precisa un monitoreo y acompañamiento preventivo.

Costa Rica avanza por muy buen camino al apostar por la conformación de un Sistema Nacional de Cuidados y Apoyos (SINCA), iniciativa liderada por el IMAS con el fin de organizar la respuesta a las diversas necesidades de cuidado de las y los costarricenses. Parte de este esfuerzo consiste en ampliar la oferta de servicios, incluyendo el desarrollo de un modelo de teleasistencia.

Este país cuenta con buenos indicadores de conectividad, con un buen desarrollo de banda ancha y uso de Internet en la población, lo cual hace pensar que una opción de servicio basada en la teleasistencia puede ser muy conveniente.

La experiencia pionera de la Municipalidad de Heredia, con apoyo del IMAS y el BID, aportará importantes luces sobre costos, modalidades de funcionamiento, aceptación y eficacia, para establecer las condiciones bajo las cuales puede ampliarse la cobertura de esta novedosa modalidad de atención.

Así, las tecnologías de asistencia y monitoreo remoto pueden convertirse en una de las soluciones clave para lograr sistemas socio-sanitarios más eficientes, con mayor capacidad preventiva, y permitir que las personas mayores vivan más tiempo de forma independiente, en sus propios hogares y manteniendo sus costumbres y afectos más próximos.

Artículo escrito por Francisco Javier Urra, representante del BID en Costa Rica