Un divagante es un animal que aparece fuera de su espacio habitual, sinónimo de vagabundeo, hay que asociarlo a su significado más directo: andar de un lugar a otro sin un camino o sin un destino. Los personajes del libro Los Divagantes de la mexicana Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973), publicado en setiembre del año anterior por la editorial Anagrama, son precisamente así: andan sin rumbo, o con un rumbo perdido, por los secretos, por la vida, por la pandemia, por la dictadura, por lo que debió decirse y no se dijo.

El texto se compone de ocho cuentos, independientes y sin vínculo entre ellos, solo el sentimiento de pérdida irresoluble, que los hace huérfanos de todo (si nos falta lo sentimos como más importante en nuestra vida, ese vacío, arrastra el sentido de todo cuanto haya, no nos queda nada).

El primero de esos cuentos, el cual me parece por mucho el de mejor calidad, se titula La impronta, narra el reencuentro de una sobrina con un tío proscrito en la familia, un encuentro que se da en un hospital donde ese desterrado espera la muerte. El cuento genera un ambiente tenso, donde las causas de aquel destierro se van señalando poco a poco y donde es posible ver cómo opera un depredador, incluso ante la muerte. Un secreto no dicho, olvidado, no mencionado, despoja de su lugar y vuelve a alguien vulnerable.

La cofradía de los huérfanos narra un episodio en el que el protagonista, que creció en un hospicio donde

Durante el día, las diferencias entre nosotros eran muy notorias: uno huraños e iracundos, otros mustios y bien portados, algunos atléticos o más proclives a los juegos de estrategia, pero por la noche todos éramos huérfanos, y ese dolor nos hermanaba”.

Una huella profunda que le motiva a llamar a quien imagina es una madre dolida cuando se encuentra con Manu, un hombre al que identifica de un cartel “Se busca”. La resolución no será lo que se espera.

El tercer cuento Jugar con fuego se ubica en el tiempo del confinamiento por la pandemia, en la huella que deja en los adultos y sus relaciones, pero también en los niños. La puerta rosada juega con una idea que todos hemos tenido, rehacer nuestra historia, cambiar aquello donde sentimos se estropeó nuestra vida, pero nos expone ante los problemas que esto podría generar: una extraña tienda ofrece ese servicio, a un precio, más un dulce y sus consecuencias.

Un bosque bajo la tierra cuenta sobre una familia en cuyo jardín vivió durante muchos años una araucaria, un árbol del género de las coníferas (como los pinos), que pueden alcanzar gran altura. Era descomunal y había conocido varias generaciones de esa familia, también es el miembro de la familia con el que la protagonista se siente más cercana. Pero un día enferma y su declive es veloz, y con él, el temor de la familia a lo que sucederá cuando finalmente fallezca. Este cuento me gustó particularmente (mantengo que el mejor es el primero).

El sexto cuento se titula La vida en otro lugar cuenta sobre una pareja que busca un piso en Barcelona, pero el elegido, un piso con buenos acabados, ascensor de madera, columnas y arcos, ubicado Gràcia, en la calle Carolines, ya no está disponible para el momento en que van a formalizar el alquiler. Se deben conformar con otro, ubicado en la avenida Mistral. Pero el protagonista continuará pensando en el piso de Gràcia, espiándolo, espiando a la familia que lo alquiló. Descubre que la pareja, está conformada por Josephina, una dramaturga danesa y por Xavi Mestre, renombrado actor (el protagonista también es actor, pero fracasado). Envidias variadas harán que inicie un extraño acercamiento a ellos y el piso en Gràcia.

El penúltimo comparte nombre con el libro. Los divagantes es un cuento de gran profundidad, ubicado en México, cuenta la amistad, nacida en la infancia, de una mexicana con el hijo de unos exiliados uruguayos, muchas familias exiliadas por las dictaduras en el Suramérica se instalaron en México, en la Villa Olímpica. Dice Nettel:

La infancia no acaba de una vez, como nosotros queríamos cuando éramos niños. Sigue ahí, agazapada y silenciosa en nuestros cuerpos maduros y luego marchitos, hasta que un buen día, después de muchos años, cuando creemos que la carga de amargura y desesperanza que llevamos a cuestas nos ha convertido irremediablemente en adultos, reaparece con la velocidad y la fuerza de un relámpago, hiriéndonos con su frescura, con su inocencia, con su dosis infalible de ingenuidad, pero sobre todo con la certeza de que éste sí fue, de verdad, el último atisbo que tuvimos de ella”.

El itinerante trabajo del padre en diversas universidades de Europa y América, llevará a la protagonista a su propio destierro, mientras Camilo, su amigo uruguayo, sueña con el regreso a su país. Un encuentro con un “albatros divagante”, es decir, una de estas aves enormes y majestuosas, con la capacidad de largos vuelos sin tocar tierra, pero que se ha extraviado de su ruta, genera en la protagonista una serie de reflexiones sobre ella, Camilo, la vida.

El libro cierra con El sopor un cuento bastante distinto a los anteriores, casi que disonante. Se trata de un relato distópico, más bien una ucronía donde la pandemia tuvo una resolución muy diferente: confinamiento prolongado, renta universal, virtualización absoluta, ausencia de libertad de prensa, negación del cambio climático, imposibilidad de escoger carrera o de visitas familiares, un distanciamiento y desapego máximo. La mayor actividad es dormir, dormir y artificialmente estimular sueños de viajes, bosques, las actividades perdidas, algo que la protagonista se niega a realizar.

El libro de Nettel me pareció algo irregular la primera vez que lo leí, había decidido que su destino sería intercambiarlo en la próxima visita a una compraventa de libros, no obstante, en la segunda lectura que he hecho para esta reseña, me ha parecido mucho más rescatable, sobre todo el primer, el quinto y el séptimo relato, que son de gran calidad narrativa.

La estructura de los cuentos es bastante clásica (y por lo mismo de fácil lectura, no hay necesidad de atar cabos o retornar pasos en la lectura), pero con un buen manejo del lenguaje, que transmite la nostalgia, la incomprensión o el estupor de sus personajes. El tema de la familia es una constante, así como de la naturaleza, un refugio o explicación de la vida. En general, es una obra que permite amplios análisis sobre diferentes situaciones que nos puedan hacer perder nuestro lugar en el mundo, descolocados en el mundo, volvernos divagantes.