Cuando se habla de problemas en las entidades públicas y privadas, es casi imposible no terminar en una discusión alrededor de la gobernanza. Los problemas de gobierno corporativo representan una de las mayores amenazas para el desarrollo de nuestro país.

El sector público se enfrenta a un problema en la conformación de los órganos de dirección, cuyo diseño se hizo pensando en un Estado dominado por un bipartidismo histórico que ya no existe más. Esto dificulta inmensamente la capacidad de las instituciones de tomar decisiones pensando a largo plazo y lograr la implementación de las medidas necesarias para que se puedan alcanzar las metas que se trazan.  Toda nueva administración viene y quiere “botar” lo que dejó la anterior, sustentándose en algún pobre discurso que afirma que quien está a cargo en el presente siempre puede hacerlo mejor.

Es necesario mencionar, además, los problemas de gobernanza generados por aquellos que únicamente siguen ahí con el interés de ostentar su poder o de perpetuar sus privilegios, sin ningún interés real de ser los servidores públicos que sus posiciones demandan y que utilizan su conocimiento del entramado público para asegurarse de que las cosas ni avancen ni cambien.

Pero el problema no es exclusivo del sector público, cuando volvemos los ojos al sector privado, también encontramos ciertas organizaciones donde sus líderes se van con las manos llenas mientras dejan a otros con las manos vacías. Administraciones que viven con lujos que sus entidades no pueden sostener y que terminan dando al traste con años de esfuerzo de otros.

La escogencia de personas que no cuentan con las calificaciones necesarias para una posición en un órgano colegiado sea este público o privado, y cuyo único interés en muchos casos es figurar o mandar sin comprender, en su completitud, la responsabilidad que llevan en sus hombros es también parte del paisaje local que complica el crecimiento y desarrollo de nuestras instituciones y empresas, repercutiendo negativamente en el desarrollo nacional.

Además, a menudo se observa que los miembros de las juntas directivas no entienden su labor como estrategas y supervisores del trabajo realizado por la administración. En muchos casos, esto resulta en una coadministración encubierta, o incluso abierta, que conlleva riesgos significativos para la gestión y el buen funcionamiento de las organizaciones.

En ciertas entidades, los órganos colegiados son elementos meramente decorativos, con nombres bien conocidos, que buscan transmitir una imagen de solidez y capacidad, pero que, en la práctica, no cumplen con las responsabilidades que la normativa les asigna, generando una falsa sensación de seguridad a las partes interesadas.

Como costarricenses, necesitamos despertar. Hay que hacer una introspección para determinar cuáles son los cambios que se requieren y trabajar con el fin de lograr un adecuado gobierno corporativo para nuestras empresas e instituciones.

Necesitamos hacer cambios en la legislación nacional para mejorar la conformación de las juntas directivas de las entidades públicas, con el establecimiento de requisitos claros de idoneidad y experiencia, sin importar la afinidad política; asegurando periodos de nombramiento que no estén alineados con la fecha de las elecciones y que cuenten, además, con un espacio de tiempo entre la designación de cada miembro del órgano colegiado en vez de hacer todos los nombramientos al mismo tiempo. Todo esto en línea con las recomendaciones de la OCDE al respecto (OCDE, Corporate Governance in Costa Rica,2020).

En el sector privado necesitamos fomentar una mayor transparencia y rendición de cuentas. Y, en aquellas entidades que dan servicios públicos u operan con fondos del público son necesarias reformas legales que permitan exigir requerimientos de idoneidad por parte de los reguladores y el establecimiento de penalidades para aquellos que incumplan.

De lo contrario, si seguimos “jalándole el rabo a la ternera” como lo hemos hecho hasta ahora, “nos vamos a quedar con el rabo en la mano”, tal como decían nuestros abuelos. Estas expresiones sencillas, pero llenas de sabiduría, nos recuerdan la necesidad de ser pragmáticos en la toma de decisiones para evitar consecuencias irreversibles.

Las opiniones aquí expresadas son de carácter personal y no representan la opinión de la entidad para la que laboro.

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