En noviembre de 2023, un informe publicado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas confirmó el fracaso global en la consecución total de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030. Estos objetivos, junto con sus 169 metas, fueron diseñados para abordar las barreras sistémicas al desarrollo sostenible y fueron adoptados por consenso. Entre ellos, el ODS 14 (Vida Submarina) ha mostrado deterioro en asegurar la sostenibilidad de las poblaciones de peces y un progreso mínimo en conservar áreas clave de biodiversidad marina.

A pesar de que el océano cubre más del 70% de la superficie terrestre y contiene el 97% de su agua, el ODS 14 sigue siendo uno de los menos financiados y priorizados. Esto plantea una pregunta crucial: ¿Por qué, dada la importancia innegable de nuestro océano y el consenso de 193 estados miembros, ha recibido tan poca atención e inversión el ODS 14?

Transformar los caminos hacia la sostenibilidad debe estar arraigado en la ciencia. A través del método científico —observación, experimentación y prueba de hipótesis— podemos reducir la incertidumbre, identificar puntos críticos, acelerar la innovación y desbloquear la próxima frontera de ideas. Sin embargo, a pesar del papel crítico que juega el océano y la vida marina en la seguridad alimentaria global y el desarrollo económico, el progreso científico se ha visto obstaculizado por temores de que tecnologías más avanzadas puedan conducir a la sobreexplotación de los recursos marinos. Por ejemplo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el porcentaje de poblaciones de peces explotadas a niveles biológicamente insostenibles ha aumentado del 10% a finales de la década de 1970 al 36% en 2019, lo que resalta el desafío de equilibrar la innovación con la sostenibilidad en la gestión oceánica.

Los avances tecnológicos en diversos sectores relacionados con el océano no solo son un motor clave para el desarrollo sostenible, sino también un medio vital para involucrar a las naciones sin salida al mar, independientemente de su etapa de desarrollo. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar sobre la Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica Marina de Áreas Más Allá de la Jurisdicción Nacional (BBNJ) es un ejemplo de esto, con signatarios como Zambia, Luxemburgo, Nepal y Bolivia participando. Pero, ¿qué pueden ganar estos países del océano? La respuesta radica en el acceso a la experiencia tecnológica, el fortalecimiento de capacidades y la oportunidad de desempeñar un papel más significativo en la formulación de políticas globales relacionadas con el océano.

En una semana, jefes de estado, líderes gubernamentales, sociedad civil, academia y el sector privado se reunirán en la sede de la ONU en Nueva York para la Cumbre del Futuro, dirigida por el secretario general de la ONU, António Guterres. La cumbre tiene como objetivo "reunir a los líderes mundiales para forjar un nuevo consenso internacional sobre la entrega de un presente mejor y la salvaguarda del futuro". En la Cumbre del Futuro, se presentará el Pacto para el Futuro con el objetivo de obtener la aprobación de todos los estados miembros.

El Pacto para el Futuro es un marco integral destinado a guiar la reforma de la ONU y mejorar la cooperación global, construido en torno a cinco capítulos temáticos clave: Desarrollo Sostenible y Financiamiento, Paz y Seguridad Internacional, Ciencia y Tecnología, Juventud y Futuras Generaciones, y Reforma de la Gobernanza Global. Incluye 58 medidas concretas y aborda cuestiones críticas como la reducción de la brecha digital, el empoderamiento de los jóvenes y la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU. Acompañan al Pacto dos documentos importantes: el Pacto Digital Global, centrado en la cooperación digital, y la Declaración sobre las Futuras Generaciones, que promueve la toma de decisiones globales a largo plazo. Estos acuerdos, desarrollados a través de extensas negociaciones, tienen como objetivo reformar la cooperación multilateral y proporcionar una hoja de ruta para abordar los desafíos del siglo XXI.

Lamentablemente, a pesar de las crisis globales urgentes que afectan a los océanos y los recursos hídricos, el Pacto no contiene ninguna acción dedicada la sostenibilidad de las poblaciones de peces o a la conservación de áreas clave de biodiversidad marina. Este problema se deriva de una brecha de conocimiento entre los estados miembros sobre cuestiones oceánicas, una disminución del interés en las industrias primarias entre los jóvenes y una falta de promoción de soluciones multidisciplinarias como la Inteligencia Artificial (IA), las tecnologías de detección, la imagen satelital y las técnicas isotópicas. La noción desactualizada de que contribuir a la sostenibilidad del océano requiere "oler a pescado" o ensuciarse, aunque simboliza dedicación, puede desalentar a las generaciones más jóvenes a involucrarse en estos cruciales problemas globales. Para inspirar a los futuros líderes, debemos presentar la sostenibilidad del océano como un campo innovador y tecnológicamente avanzado que se alinee con las aspiraciones de una nueva generación.

Para asegurar que el Pacto para el Futuro cumpla con su ambición, debe ir más allá de la reiteración de principios y comprometerse con pasos tangibles y concretos para proteger la salud del océano. Se requiere de un marco más detallado y actualizado que alinee mejor a los organismos de la ONU, los estados miembros y las prioridades ambientales para abordar eficazmente los complejos desafíos del siglo XXI.

El océano es un componente crítico del equilibrio ecológico de nuestro planeta, la seguridad alimentaria y la resiliencia climática. Ignorarlo en los marcos globales corre el riesgo de agravar las crisis existentes. Al integrar objetivos claros y basados en la ciencia y priorizar la sostenibilidad marina, el Pacto puede cerrar la brecha actual entre ambición y acción. Hacerlo no solo reforzará el compromiso de la ONU con los ODS, sino que también creará un camino hacia un futuro más sostenible y resiliente tanto para el planeta como para la humanidad.

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