Costa Rica, conocida por su estabilidad democrática en un continente convulso, enfrenta una crisis política que lleva más de tres décadas en desarrollo. Su democracia parece estar atrapada en un ciclo de enfrentamientos políticos, estancamiento institucional y polarización social. Desde que adoptó un modelo económico de apertura en la década de 1980, su sistema político ha permanecido casi inalterado, con reformas superficiales como la elección de alcaldes que no han logrado abordar los problemas reales.
¿Es momento de considerar un cambio más profundo y adoptar un sistema parlamentario?
El estancamiento democrático de Costa Rica.
Los conflictos entre el poder ejecutivo y el legislativo han definido la política costarricense en las últimas décadas. Esta lucha constante por el control no solo paraliza al gobierno, sino que también agudiza la polarización en un país que, paradójicamente, ha sido un faro de democracia en la región. El desgaste de los mecanismos de gobernanza es evidente y la corrupción ha seguido su curso, mientras nutre el desencanto ciudadano.
Cuando el país podría caer en la trampa de gobiernos basados en Tik Tok y Excel, una evolución democrática es necesaria. Según Huffington la cultura es también sistema inmune de la sociedad. En Costa Rica las reacciones ciudadanas muestran la necesidad de atención y cambio. El sistema parlamentario podría ser el camino saludable que el país necesita para revitalizar su democracia y mantener oxigenado su futuro de paz.
Lecciones de las mejores democracias del mundo
Las diez democracias mejor clasificadas según el índice de democracia de The Economist (2024) tienen un sistema democráticos diferente: todas operan bajo sistemas parlamentarios. Noruega, Islandia, Suecia, Nueva Zelanda, Finlandia, Dinamarca, Irlanda, Canadá, Australia y Suiza han adoptado este modelo, el cual ha demostrado ser más estable, inclusivo y efectivo para resolver conflictos políticos.
Curiosamente, más de una docena de países como España y Portugal, evolucionaron de sistemas presidenciales, o incluso de monarquías absolutas, hacia modelos parlamentarios, buscando justamente lo que Costa Rica necesita hoy: una democracia más dinámica y adaptativa.
Cinco razones para un modelo parlamentario
- Mayor agilidad y reducción de conflictos: Un sistema parlamentario sustituye los enfrentamientos frecuentes entre el ejecutivo y el legislativo, por procesos de negociación constante entre las fuerzas legislativas. El gobierno se forma a partir del parlamento y depende de su confianza.
- Mejor representación territorial: Cada cantón elige a su representante en el parlamento y garantiza que las decisiones nacionales reflejen la diversidad del país y no se concentren en la capital.
- Gobiernos más responsables: El primer ministro y su gabinete pueden ser destituidos por el parlamento si pierden su apoyo, lo que fomenta la rendición de cuentas y reduce el riesgo de corrupción, pero fundamentalmente, alinea la gestión a la orientación del parlamento.
- Fomento del consenso y la negociación: Al no existir una figura presidencial omnipotente, los partidos deben negociar constantemente para formar y mantener coaliciones de gobierno, promoviendo políticas más equilibradas y consensuadas.
- Mayor flexibilidad y adaptabilidad: sus mecanismos les hace más flexibles para evolucionar y responder a las dinámicas globales y locales.
Un camino probado hacia la renovación democrática
El cambio hacia un sistema parlamentario no es una idea utópica ni radical. Italia, Alemania, Japón y muchos otros países han dado este paso y han visto cómo sus democracias se fortalecen. Un parlamento que elija al primer ministro y un gobierno que dependa de su apoyo podrían revitalizar el debate político costarricense, fomentar la cooperación entre partidos y devolver la confianza ciudadana.
Costa Rica está no está en un momento histórico, más bien está en un momento para hacer historia. Para enfrentar los desafíos del siglo XXI, es necesario un cambio estructural que revitalice su democracia. Adoptar un sistema parlamentario no solo mejoraría la gobernabilidad, sino que también ofrecería una solución efectiva para la crisis de representación y la polarización que debilita al país.
Es hora de que Costa Rica considere un nuevo capítulo en su historia democrática. Un capítulo donde la rendición de cuentas, la negociación política y la inclusión ciudadana sea el pan de cada día. Un sistema parlamentario podría dar nueva vida a los colores de la bandera de Costa Rica como ejemplo renovado de democracia para América Latina y el mundo.
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