El Expediente N.º 24.518, Ley que Dota de Mayor Financiamiento la Seguridad Pública, propuesto por el diputado Gilbert Adolfo Jiménez Siles, pretende ser una solución para la inseguridad que azota al país, pero es, en esencia, un truco de ilusionismo legislativo que busca deslumbrar desviando la atención de lo que realmente importa. La propuesta, que sugiere drenar los fondos del Cuerpo de Bomberos para reforzar la seguridad pública, no es más que una salida fácil, un atajo que esquiva la verdadera tarea: enfrentar el problema con ideas frescas y soluciones sólidas.

Es una jugada que parece eficiente, pero que en realidad refleja una preocupante falta de creatividad. ¿Es esto lo mejor que puede ofrecerse? ¿Tomar de un servicio esencial para alimentar otro? Como si mover dinero de un bolsillo a otro, dentro del mismo pantalón, fuese una estrategia brillante para salir de una crisis económica. Aquí no hay innovación, no hay visión. Es simplemente quitarle las mangueras a los bomberos para entregárselas a los policías, como si uno pudiera apagar un incendio con balas.

En lugar de buscar maneras de fortalecer ambos frentes —el de la seguridad y el de la emergencia—, se opta por una solución simplista que no enfrenta las raíces del problema. Es como si al ver una grieta en la pared de una casa, en lugar de repararla, se decidiera pintar sobre ella para que no se note. El resultado es predecible: la grieta seguirá creciendo hasta que un día, toda la estructura caiga.

Esta propuesta no solo expone una alarmante falta de planificación, sino que revela algo más grave: la ausencia de voluntad para buscar soluciones que realmente transformen. El expediente no plantea mejoras en la formación de las fuerzas de seguridad, ni sugiere estrategias integrales para atacar las causas profundas de la inseguridad, como la desigualdad, el desempleo o el debilitamiento del sistema judicial. Al contrario, se contenta con cortar de un lado para tapar el otro, en una planificación miope que ni siquiera tiene la elegancia de una estrategia a largo plazo.

Lo que se necesita es una respuesta que no dependa de despojar a los bomberos de los recursos con los que protegen a la ciudadanía. Un país no se fortalece robando a Pedro para pagarle a Pablo; se fortalece con una visión que integre y multiplique esfuerzos, no que los divida. Pero en lugar de eso, el Expediente N.º 24.518 se rinde ante la pereza intelectual, proponiendo una solución tan superficial como ineficaz.

Lo que aquí se observa es el resultado de una clase política sin imaginación, que parece haber olvidado que la verdadera seguridad no se construye solo con policías en las calles, sino con una sociedad que cuida de todos sus frentes, que prevé, que protege y que responde ante lo inesperado. En lugar de liderar con ideas audaces, nos entregan un remiendo que a la larga no resolverá nada, y que, si no se corrige, podría costarnos más de lo que estamos dispuestos a pagar.

El país no necesita más parches ni soluciones sacadas de la manga. Necesita legisladores capaces de pensar más allá de lo inmediato, de imaginar una nación donde la seguridad no implique sacrificar lo esencial. Pero, al parecer, ese tipo de liderazgo es, hasta ahora, el verdadero ausente en este debate.

El Expediente N.º 24.518, aunque revestido de una lógica aparente, es un recordatorio de lo que sucede cuando el poder se ejerce sin la debida previsión. Sacrificar lo esencial en nombre de una seguridad ilusoria es un error que no tarda en mostrar sus consecuencias. Y cuando el fuego consuma lo que queda, será demasiado tarde para reconstruir.

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