Alguna vez caminaste sin rumbo en las calles de la ciudad, sin conocer a nadie, anónimo, sin nada que te hiciera destacar entre el montón de gente que busca sustento; tal vez recién llegado a la capital, dejando tu pueblo, tus costumbres, seguridades, rutinas, pequeños territorios que podías recorrer en minutos porque sentías que nada malo te podía pasar en ellos, las idiosincrasias y las personas que conocías desde siempre.
La mirada de tu madre es el consuelo que te da santuario, pasaje y eternidad. Mirando las estrellas al mismo tiempo que tenías cuidado de que no te vayan a asaltar, porque, aunque era el mismo cielo, aquí en la tierra, no es el mismo lugar.
Es posible que te sorprenda la edad que tenés, porque sos mayor que tu padre, el mismo que recordás con frecuencia, aunque hace mucho tiempo ya que trascendió.
Pasaste por el sendero laboral picando piedra, sudor y esfuerzo, o quizá, estés atravesando ese túnel ahora que comienzan a llegar las decepciones, experimentás el sabor salado que dejan las primeras traiciones y la vida te duele, porque ya los problemas no se solucionan con piedra, papel o tijera, esto es real y los conflictos te van marcando bajo la piel.
El tiempo transcurre, los amigos se distancian, no necesariamente porque te dejen de querer, tienen familias e hijos que mantener y por quienes velar; las travesuras juveniles se alejan a mayor velocidad y la vida se torna seria al mismo compás que tus soportes de apoyo se van evaporando, hasta que te das cuenta de que sos vos el sostén de quienes te están necesitando.
Los amores que más lastiman no son los de mayor merecimiento, y esa es la locura de los afectos cuando dan un golpe de timón a la razón, les encanta acechar en los sueños, aunque hayan muerto. La amistad es piedra filosofal para los aguaceros.
Y al cierre de este sendero, cuando se acerca el final de este cuento, la humildad te inunda como agradecimiento, ya has superado a los falsos dioses del dinero, la vanidad, el ego, las posesiones y el frenesí del momento. Entonces, regresas a la esperanza, naufragas en la ilusión de que tal vez haya un después…
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