En estos días, frente al dolor que nos embarga por el sufrimiento que la dictadura de Maduro está infligiendo al pueblo de Venezuela muchas personas me señalan que las medidas del derecho internacional, y la valentía de los venezolanos no vencen a la fuerza y la violencia de los déspotas desalmados.

El mal frecuentemente es expedito. Robar permite a una persona hacerse rápido de un bien. Para comprarlo primero hay que producirlo y el comprador debe tener recursos.

Imponer es fácil si se tiene la fuerza y no se tiene escrúpulos para avasallar a los demás, para encarcelarlos, para exilarlos, para matarlos.

Convencer no es inmediato. Impone oír las razones de la otra parte, estudiar para conocer la realidad, exponer adecuadamente los argumentos, tener empatía para que se nos oiga y negociar.

La dictadura es eficaz en imponer con prontitud una acción parcial.

Pero el bien vence al mal y acaba por triunfar, aunque sus resultados no sean inmediatos.

El bienestar de las personas depende de los resultados generales que se dan en la sociedad, y esos resultados son fruto de las acciones de todas las personas y sus organizaciones. El bienestar no resulta solo de las acciones del dictador, de su camarilla y de los medios para ejercer la violencia a mansalva de que disponga, sean esos medios un ejercito pervertido o un grupo de bandoleros armados y comprados para avasallar y matar.

Cuando el mal impera las fuerzas de la sociedad se debilitan, la sociedad se empobrece y las personas empiezan a sufrir cada vez más por la pérdida de la libertad, por la pérdida de la eficiencia, por la pérdida de la creatividad y de la innovación, por la migración de sus integrantes, por la dilapidación del capital y los recursos naturales, por el empobrecimiento y la vivencia en servidumbre.

Sin embargo, sacudirse del dominio del mal no es fácil. Requiere personas comprometidas con el bien. Requiere la acción sacrificada y perseverante de las personas que lo sufren.

Terminar con el mal y la opresión de una dictadura demanda el esfuerzo continuado de un pueblo cuya paciencia se agota.

No se puede engañar a todos todo el tiempo.

En una sociedad dominada por la dictadura, la lucha por la libertad y el respeto a la dignidad inherentes a toda persona no es expedita. Toma tiempo. Requiere un liderazgo desinteresado y dispuesto al sacrificio personal, capaz de crear una confianza y una esperanza tan fuertes que venzan al miedo que la dictadura con sus atrocidades impone. Y un pueblo dispuesto a la lucha y al sacrificio.

Algunas personas con buena voluntad y justa indignación claman por una solución internacional que acabe con la dictadura. Pero el derecho internacional no produce resultados inmediatos. Eso con razón nos frustra.

El derecho internacional en el mundo libre ayuda de manera significativa pero no inmediata a una sociedad que lucha por recuperar su democracia. Las medidas internacionales van dando apoyo y pueden abrir caminos. Sin ellas en el caso de Venezuela es difícil pensar que se pudieran haber celebrado las elecciones del 28 de julio de 2024. Pero no resuelven el dolor del pueblo que sufre la atrocidad de la dictadura.

Frente a quiénes piden una solución por la fuerza que haga caer la dictadura chavista de Maduro siempre pregunto ¿quién va a poner los muertos?

Por otra parte, la invasión y la guerra rara vez obtienen resultados de libertad, paz y progreso que puedan perdurar cuando se retiran las fuerzas invasoras. Recordemos Vietnam, Irak, Afganistán. Incluso ante la pretensión de imponer una dictadura los resultados de los invasores se reversan cuando se retiran, recordemos las naciones bálticas, los países de Europa Oriental y Afganistán.

Venezuela cuenta con una líder que ha sido capaz de encauzar la voluntad, el coraje y la perseverancia de su querido pueblo, María Corina Machado.

Ese pueblo ha demostrado su determinación venciendo al dictador. Lo ha logrado venciendo los más graves obstáculos, que parecían casi insuperables por el desparpajo y la desfachatez de sus autoridades electorales, judiciales, policiales.

Contra la oposición se impidió la candidatura de su líder, de su primera escogencia para representarla (la profesora Corina Yoris), se impidió el uso de medios de comunicación masiva, se encarceló más de cien de sus dirigentes en los últimos meses de campaña, su jefe de campaña y 5 inmediatos colaboradores estuvieron y están asilados en una embajada, se  le impidió a María Corina viajar en avión en su país y se le obstaculizó sus traslados, se encarceló hasta a quien le vendió una empanada, y se persiguió a los hoteles que le dieron hospedaje, a las empresas que le vendían servicios de luces y sonido y a todos quienes le prestaran servicios.

Luego, simplemente se robó a los ciudadanos su voto y la autoridad electoral, sin siquiera disimular la procacidad de su conducta, simplemente impidió el acceso de los testigos de la oposición a la comunicación de los resultados e inventó un número, para sin ningún sustento y contra los hechos declarar vencedor al dictador.

Pero, con una demostración de capacidad técnica, de buena organización y de coraje del pueblo, la oposición pudo rescatar por la acción de sus testigos en las mesas un 81,21% de las actas de los comicios. Son actas emitidas por las máquinas de votación, identificadas por mesa, debidamente firmadas por los testigos del dictador, respaldadas por un sello QR y puestas en las redes para su constatación.

El resultado no puede ser más claro: categóricamente, apabullantemente un 67% de los votantes que son 7.119.768 electores votaron por el presidente Electo Edmundo González y solo un 30 %, sean 3.225.819 personas lo hicieron por el dictador.

Como dice María Corina llegó la hora de cobrar: los venezolanos merecen recobrar su libertad y volver a vivir y progresar en justicia, verdad y paz

Las instituciones internacionales, las naciones libres, los pueblos de América debemos dar nuestro apoyo solidario y real a las y los venezolanos que con muerte, sangre, cárcel y resolución siguen luchando por su dignidad y su libertad.

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