Inaugurado hace 60 años, el rombo de Escalante plantea una contradicción a la que se tendrá que enfrentar a razón del nuevo club house de la zona. Esta es nuestra mirada del parque en las noches de invierno.
Marianne (1) se fuma los humos de un trío de amigos y escucha a uno de ellos argumentar por qué su caldosa supo a dioses. A la par se ríen cinco amigas tatuadas, no sé de qué. Otros se besan sentados/echados en el jardín todavía mojado, otras toman birras sentadas/paradas en una banca mientras escuchan música de un parlante. Un perro decide que mejor que escuchar a su dueña, un chapuzón en la pileta del parque Francia. Pero esas libertades tienen un precio. Un edificio enorme (2) que promete quitarle el alma a la arquitectura de una zona que se desangra de vecinos, la sombra de los árboles gigantes y en serie de la calle que da hacia la Antigua Aduana convertida en meadero y cabina al paso, los trapitos que cobran cupos a los golondrinos que se estacionan por menos de cuatro horas. ¿Qué pensaría Robert Brouca (3) de todo esto?
Así son los inviernos en el parque Francia, uno de los escasos lugares de la zona que acoge durante el día a los trabajadores de las construcciones cercanas. Un lugar que se gana con la contaminación sonora por la mañana y luego también por la noche; un lugar que acoge a perro, pericote y gato, y les permite ser mientras que la Fuerza Pública suscribe el tratado de No Hagas Huevadas y No te Joderé; un lugar que tiene de vecinos a un ilustre negocio de empanadas coloreadas porque sí, enormes y bien calientes. Y a algo así como una ‘frat house’ gringa (4) convertida en oficinas. ¿Habrá existido cuando se inauguró el parque, en 1964 (5)? ¿La pandemia se llevó a las bicicletas que aparecen en algunas fotos no tan viejas de Internet?
El rombo de Escalante es amistoso por sus flores, árboles y mesas para comer. Hasta permite divertirse con las sectas religiosas que los fines de semanas organizan juegos al aire libre para invitar a despistados a sus cultos. Por ser un lugar seguro, referencia cultural y en donde puedo prender un cigarro sin que nadie me moleste, el parque Francia merece 4 puntos. El asunto es que el nuevo edificio augura un futuro lleno de quejas y llamadas a la Fuerza Pública. La vida social al aire libre se tensará a medida que los nuevos vecinos hagan valer sus derechos mientras colapsan las calles con sus carros. ¿Es que acaso el éxito del parque Francia tiene que ver con la ausencia de vecinos? ¿Cómo es el futuro de un barrio sin ellos? ¿Más calles silenciosas? ¿Inseguridad? ¿Es posible encontrar el equilibrio aun cuando es antónimo de la efervescencia juvenil? La tensión se abre paso.
3.5 puntos de 5.
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(1) En el parque hay un busto, el de Marianne, símbolo francés. Nadie le presta atención, como suele pasar con ese tipo de elementos.
(2) El proyecto Ser Escalante tiene más de cien departamentos. A una cuadra otro monstruo se erige y promete colapsar la zona.
(3) Él donó el terreno para la creación del parque. Así figura en Cambio Político.
(4) En el frontis se lee AG Centro Corporativo. Alberga varias empresas, lo que asegura que la esquina sea un no lugar.
(5) Un francés redescubre Chepe. Coincido con él en que las elevaciones de la ciudad complican el tránsito. El registro lo guarda la embajada francesa de Costa Rica.
Costa Rica Reseñada es una crítica de expresiones de la cultura popular de tiquicia, por un extranjero.