Los años más valiosos de la educación de Einstein fueron sus años de preescolar, pues fue ahí donde aprendió a cultivar su imaginación. Él nunca viajó a la velocidad de la luz. Sí pudo imaginarse haciéndolo y eso le permitió configurar la teoría de la relatividad que es la ecuación más influyente de la historia de la humanidad.
La ascética es la aspiración moral y espiritual a la perfección. No se trata de religión sino de hábitos de virtuosa pulcritud. Por ejemplo: el diálogo como sustrato elemental de la paz y la democracia; la responsabilidad en el cuido de nuestro legado individual y colectivo; el cultivo de la voluntad de libre pensamiento para el desarrollo personal.
En un contexto histórico descrito por la alta volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad de múltiples circunstancias y asuntos que atañen el quehacer humano, puede afirmarse que nos encontramos en un entorno de múltiples crisis que convergen entre sí en tiempo y espacio. No se trata de encender alarmas apocalípticas, sino de ser más honestos en la manera de conducirnos con nosotros mismos y con los demás.
Una recomendación es cultivar mayor intencionalidad en la creación de hábitos. Los seres humanos tenemos la capacidad de emplear nuestra disciplina personal en la creación de prácticas de bienestar alineadas con nuestras aspiraciones de propósito. Las organizaciones también pueden desarrollarlas, empezando por la atención que debe prestársele al talento de las personas colaboradoras que se encargan de la gestión.
Al respecto, sería conveniente repasar y repensar el término que se utiliza para referirse a las personas que integran los diferentes equipos de trabajo. Si bien ya no se le denomina “recursos humanos”, en muchos casos aún se les denomina “capital humano”. Es válido que el capital es todo insumo productivo en una industria capitalista, pero lo cierto es que el ser humano, en su capacidad de crear, florecer, inspirar y alcanzar su esplendor, es mucho más que un insumo industrial.
Esto también nos conduce a la revaloración de diferentes maneras de compensación del valor que crean los seres humanos. Hay retribuciones no monetarias que van mucho más allá del salario. Por ejemplo, la aceptación, el sentido de pertenencia, el desarrollo de destrezas esenciales, la libertad de elegir y de pensar, la voluntad de emprender y la capacidad de gestión.
Una famosa frase sugiere que el ser humano sobreestima lo que planea cumplir en un año, y subestima lo que puede lograr en una década. Este podría ser un elemento catalítico para vernos como entes capaces de alcanzar logros mayores a los constreñimientos temporales que nos han sido impuestos, como el medir la vida en almanaques.
Si hemos de vivir 120 años – como sugieren algunos autores al evaluar los avances recientes de la ciencia médica – valdría la pena retomar la idea inicial de la importancia de desarrollar la potente capacidad de imaginación inherente al ser humano. Podría permitirnos explorar elementos de la mecánica cuántica a los cuales echar mano y evolucionar hacia una larga vida de bienestar y propósito.
Escuche el episodio 228 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Ascética”.
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