Emprendimiento se reinventó en la virtualidad a partir de la pandemia.
En marzo de 2020,
Lorna Loriane comprendió que si deseaba consolidar su proyecto
Arte Color Violeta no quedaba otra alternativa más que reimaginarlo. “
Como muchas, a partir de marzo del 2020, adapté un proyecto de arte-terapia en hogares de adultos mayores, a una plataforma remota, y diseñé un programa integral de enseñanza del arte visual”, explica.
Loriane es diseñadora gráfica, máster en comunicación y mercadeo, tiene un técnico en pintura y está abocada al arte contemporáneo. Confiaba entonces en su preparación para diseñar una propuesta a la altura de las circunstancias que sirviera además para mantener al contacto humano e incentivar la creatividad como una respuesta a una situación más que extrema.
Creó entonces el Curso de Expresión y Creación Plástica, un programa que mezcla un viaje cronológico a través de la historia de la pintura (principalmente), una introducción a lo más básico del dibujo con el uso del grafito y tiempo de taller. “Poco a poco vamos introduciendo otras técnicas tanto del dibujo como de pintura, así como teorías de la composición, del color, análisis de cuadros, etc.”, detalla Lorna.
Arte Color Violeta logró así ofrecer una alternativa virtual para la educación integral de las artes plásticas pero con una visión integral, buscando el fomento de paz interior y el bienestar emocional y vivencial, “a través de la creación artística, los espacios de autoconocimiento y de conexión interpersonal”.
Rápidamente Lorna constató que existía la necesidad de un espacio de esa naturaleza: Arte Color Violeta no solo resistía la pandemia, lograba consolidarse en tiempos de crisis.
Más allá del Valle Central
Loriane encontró en aquel contexto tan particular una oportunidad con beneficios que no tenía previstos y que hoy celebra: “Este viaje me ha permitido romper con el GAM-centrismo y llegar a hogares a lo largo del país y fuera de él: desde bahía Drake hasta La Cruz, tengo alumnas en Turrialba, San Ramón, Belén, Liberia y ¡hasta en Carolina del Norte (USA)! La comunidad de mujeres que, a pesar de no estar en el mismo recinto físico, comparte anécdotas, recetas, remedios caseros y un gran cariño y sororidad, está integrada por señoras pensionadas, cuidadoras, arduas trabajadoras, todas unidas por el sueño recurrente de pintar. En el camino este encuentro semanal y el reto constante que implica, viene a convertirse en refugio, terapia, compañía... En 'mi momento'”, nos comparte.
El taller, claramente, no solo es un espacio sagrado para sus alumnas, también para ella misma.
Superada la pandemia, Lorna no desaprovechó la oportunidad de retomar el contacto presencial: “Hacemos varios encuentros al año: picnic & art, visitas a museos y galerías y exposiciones propias. Siempre es hermoso podernos abrazar, pintar juntas y tomarnos un café”.
Estos encuentros son muy emotivos, porque muchas de ellas se han conocido y se han hecho amigas a través de una pantalla”.
La posibilidad de encontrarse en persona representó un respiro y un alivio, pues los tiempos de pandemia no estuvieron libres de desafíos, particularmente trabajando con población adulta mayor. “En un principio había una brecha tecnológica muy clara y la mayoría de las personas necesitaban asistencia, muchas no soportaron la frustración y desistieron, otras continúan hasta la fecha”.
Diversidad, aprendizaje y compañía
Con el tiempo, los grupos se fueron formando más por mujeres pensionadas y mujeres fuera del GAM que por adultos mayores. “También tengo alumnas que están a cargo de otras personas como padres o hijos”.
¿Qué implica una clase normal? “
Una lección típica comienza con una pequeña tertulia de risas y lágrimas, conversaciones sobre temas cotidianos, temas de salud, y por supuesto 'lo duras que estuvieron las tareas'”, explica Loriane.
El elemento de formación suele ser el que menos interés despierta en quienes quieren crear cuanto antes. Loriane, sin embargo, no quiso descuidarlo y encontró la forma de enseñar despertando curiosidad por aprender en sus estudiantes. “El concepto de arte en Costa Rica es muy tradicional, muy limitado, y yo a pesar de no ser historiadora de arte, me siento en la obligación formar y correlacionar el fenómeno artístico con el contexto histórico. Al principio, el ansia por lanzarse a pintar, las hace querer pasar por alto esta parte, pero después, se convierte en una de las partes que más disfrutan, en la que hacen aportes, comparten sus propias investigaciones y generan ricas discusiones. Aprendemos a que el gusto y la comprensión de una obra, no siempre coinciden”.
La lección más importante
Lorna deja muy claro que este espacio de aprendizaje artístico va mucho más allá de aprender a pintar: “Hemos visto enviudar a algunas y hacerse de nietos a otras, hemos perdido padres, padecido enfermedades y hemos viajado con los viajes de otra... Algunas logran tomar este como su tiempo sagrado para escapar de todo, y lo reciben como una terapia, otras no lo llegan a alcanzar por las demandas de sus familias. La sinergia de estar juntas, el reto alcanzado de terminar un proyecto que pensaron jamás lograr, el reconocimiento de sus allegados, un pasatiempo que es más que eso, un sueño postergado”.
Durante una hora y media semanal, este grupo de mujeres comparte calidez, vivencias, conocimiento y un espacio que termina por resultarles sagrado y que solo se puede describir de una forma: “Mi momento”.
Para contactar a Arte Color Violeta visite su Facebook o bien, comuníquese con el 8920 1508.