En estos días recordaba un viejo chiste que en ocasiones es muy ilustrativo, muy gráfico, para describir situaciones de gobierno para algunos que se enferman o embriagan de poder al ejercerlo.
El chiste cuenta la anécdota de un borrachín que manejaba su auto contravía y a alta velocidad por la autopista. El tipo iba muy bolo y escuchaba música fuerte en la radio de su automóvil, cuando de repente la música es interrumpida por un locutor que les advierte a todos los choferes del riesgo de manejar en esos momentos por la autopista y les dice:
Advertimos a todos los pilotos que en estos momentos conducen por la autopista que tengan precaución, porque un borracho va manejando a alta velocidad y en contravía, por favor, tener mucho cuidado”.
El chofer borrachín al escuchar la advertencia en la radio toma con más fuerza el volante, acelera y empieza capearse una gran cantidad de automóviles que le vienen de frente. Mientras escucha la advertencia en la radio le responde en voz alta al locutor:
¿Un borracho? ¡Solo usted sabe! ¡Son un montón!”.
Pues bien, hay presidentes que llegan en democracia a ejercer el poder sin conocer la institucionalidad, las leyes y la reglamentación existente para ejercerlo, o sea, sin conocer los instrumentos para conducir correctamente el Poder Ejecutivo. Con el agravante que no escuchan, hablan más de la cuenta y se embriagan de vanidad y poder, así empiezan a gobernar en contravía, chocando un día y otro también contra la institucionalidad.
Lo peor de todo es que en su sociopatía, creen que los que están mal y que vienen contravía son los que dirigen a las otras instituciones del Estado. Porque él, borrachín de poder, todo lo hace bien, es infalible, sabe manejar ebrio y a alta velocidad. Aunque en los medios, analistas y sus cercanos colaboradores le advierten de que va conduciendo contravía, él les dice a gritos: “¡Están locos ustedes! Los que van contravía son todos los demás, incluyéndolo a usted”.
En Costa Rica el actual presidente manejó de esa forma en la campaña electoral cuando fue candidato, junto con su copilota que terminó siendo diputada, dudaban del Tribunal Supremo de Elecciones y lo atacaban, cuestionando la limpieza del sufragio. El mismo Tribunal que a fin de cuentas fue quien cuidó del voto para que él fuese presidente y ella diputada.
Empero, ya en el poder la embriaguez es más profunda y maneja el país en forma imprudente, propone leyes llenas de tonterías y violaciones a derechos humanos que le son rechazadas, pero igual que el borrachín del chiste cree que son los diputados quienes vienen contravía.
Cuando el Poder Judicial y la Sala Constitucional evidencian sus mentiras y tonterías de igual forma los describe como pilotos contravía. Si es la Contraloría, la Procuraduría, la SUTEL, la ARESEP, etc, igual que el borrachín los ve a todos ellos como los borrachos que manejan contravía, puesto que nunca se da cuenta que es él quien maneja ebrio y contravía.
Entonces se le ocurre proponer un referéndum que atenta contra los poderes de control de uno de esos choferes que él piensa que maneja contravía. Sabe que es un adefesio de proyecto y que se lo rechazarán los que conducen contra sus vías, esos que exigen respetar las leyes y las instituciones, personas que él dice que no lo dejan gobernar. Entonces es cuando surge la duda, será que el presidente y su gabinete -también con algunos ministros conduciendo en estado etílico- en los dos años restantes seguirán conduciendo guarosos el país.
Lo cual es preocupante, porque como dijo el escritor y poeta irlandés Oscar Wilde (1854-1900):
Después de la primera copa, ves las cosas como te gustaría que fueran. Después de la segunda, las ves como no son. Y después de la tercera, ya las ves como realmente son. Ese es el momento más horrible de todos".
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