¿Cuándo tendrá libertad Venezuela? Esta es la pregunta del momento, luego de la celebración de otras elecciones en esa Nación que, por lo que se observa, han sido manipuladas por el régimen chavista para perpetuar la dictadura, esta vez, mediante un tercer mandato irregular de Nicolás Maduro Moro.

La pregunta es bastante válida, porque hemos visto que mediante las vías institucionales del país no ha sido posible llegar a buen término, pues todo el aparato estatal ha sido tomado por el régimen, en uno de los mejores ejemplos de la aplicación del manual de los autoritarios. Esto, aunado a los actos violentos de violación a la integridad y libertad personales y vida de muchas personas que se les han opuesto.

Por otra parte, no se ha podido solucionar este conflicto mediante las acciones previstas por el Derecho Internacional que, con este caso, demuestra nuevamente lo inútil que resulta para abordar actuaciones contrarias a los Derechos Humanos, la libertad y la democracia perpetradas por regímenes dictatoriales, autoritarios y/o populistas.

En línea con lo anterior, este 30 de julio el Canciller de la República, Dr. Arnoldo André Tinoco, mencionó en el Programa “Conclusiones”, de CNN en Español, palabras más, palabras menos, que el Concierto de las Naciones se encuentra limitado por el Derecho Internacional para tomar medidas mayores, pues no pueden intervenir en asuntos internos de otros países, por lo que la solución a este conflicto debe venir del mismo pueblo venezolano, debiendo ejercer presión la Comunidad Internacional y dar apoyo a lo que el pueblo así decida para volver a un Estado Social y Democrático de Derecho. Y, desafortunadamente, concuerdo con esta frase.

El Derecho Internacional históricamente ha resultado inoperante, ineficaz y evidentemente favorecedor de los intereses de las potencias económicas del orbe. Un ejemplo de ello más claro es cómo el Estado de Israel está ocupando ilegalmente Gaza, así determinado y condenado por la Corte Internacional de Justicia, donde incluso le ordenó cesar el ataque, de lo cual Israel ha hecho caso omiso, continuando el genocidio intencional que ha venido realizando en ese territorio palestino. La resolución de la Corte sirvió para mucho menos que para hacerse viento.

Sin embargo, volviendo al caso venezolano, difícilmente puede ganar el burro amarrado frente al tigre suelto. Y extraña como en esta ocasión superpotencias no han ejercido su poderío mediante el empleo de algunas acciones tendientes a la liberación de ese pueblo. Incluso, en otros conflictos más recientes, la comunidad internacional ha sido más incisiva, como es el caso de la invasión y ocupación rusa a Ucrania. ¿Será que les funciona tener una Venezuela bajo dictadura? ¿Será que hay juegos debajo de la mesa, que la comunidad internacional, pero, sobre todo, sus pueblos, no conocemos? ¿Será que hay elásticos geopolíticos que tiran y encogen en una partida donde sólo juegan unos países con intereses estratégicos en la región, como parte de planes geopolíticos superiores? ¿Para las superpotencias será este desafortunado momento histórico de Venezuela una ficha más en la carrera hacia un posible conflicto de alcance mundial? ¿Por qué tan fuerte la polarización entre Estados Unidos y la Unión Europea frente a Rusia, Irán y otros de aquellas zonas e ideologías políticas, aunque todos ellos se encuentren tan lejos de Venezuela? ¿Habrá algún interés particular, como sucede en Oriente Medio, por las reservas petroleras sobre las que se asienta el territorio venezolano -las más grandes del mundo-?

Como habitantes de este planeta, hoy nos enfrentamos a los mayores retos de la historia: enorme desigualdad, conflictos armados por doquier, efectos del cambio climático sumamente violentos, acciones irreparables contra el ambiente, ataques flagrantes contra la democracia, la libertad y los Derechos Humanos, enormes crisis económicas, avance del populismo y el autoritarismo, sociedades altamente polarizadas donde el contrato social se ha roto, y un momento histórico donde la conjunción de los intereses de los países -sobre todo de las superpotencias- y de la inutilidad de las reglas de juego del Derecho Internacional nos ubican en puntos donde las soluciones no llegan a las problemáticas. Y Venezuela es un ejemplo de ello, con el lamentable costo en vidas que esto significa.

¿Será que es el momento en que debemos replantearnos la forma en la que convivimos en la sociedad internacional? ¿Es hora de ser responsables y empáticos con nuestros hermanos de otras Naciones y establecer mecanismos realmente efectivos para garantizar, promocionar y defender los Derechos Humanos, la libertad y la democracia? ¿Estamos frente a un momento decisivo donde debemos refundar los ideales democráticos y las medidas para proteger los Derechos Humanos a nivel interno de cada país?

En el estado actual de las cosas, no es fácil llegar a la respuesta de estas interrogantes. No obstante, pareciera que, a grandes retos, grandes soluciones. Y posiblemente será luego de una gran crisis mundial -como la que ya enfrentamos- en que se aclaren los nublados y la humanidad se refunde -esperando que para mejor-. Esperemos, no sea tan alto el costo, pues entre más demoramos, más vidas se pierden.

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