La música es un lenguaje universal que trasciende fronteras, conecta y, desde nuestro nacimiento, forma parte de nuestras vidas Llega a convertirse en la banda sonora de nuestras experiencias, emociones, aprendizajes y recuerdos. Sin embargo, no siempre las letras de las melodías que tarareamos o bailamos son tan inocentes como parecen. Es preocupante observar cómo niños y niñas las consumen, disfrutan y las cantan.
Como educador, redacto este artículo con una gran inquietud. Aunque algunos géneros musicales que están de moda han mostrado contenidos problemáticos en el pasado, hoy notamos un aumento en la música con contenido misógino que ultraja a la mujer, la reduce a un objeto sexual y promueve entre los jóvenes una sexualidad irresponsable. Además, se normaliza el uso de lenguaje vulgar, conductas irrespetuosas y agresivas, lo cual puede impactar negativamente en la formación de la identidad y los valores de las nuevas generaciones.
Este artículo no busca combatir la libertad de expresión. Como padres, tutores, educadores y miembros de la sociedad, tenemos la responsabilidad de fomentar una cultura musical que promueva valores como la amistad sincera, el romanticismo saludable y respetuoso, la empatía, la solidaridad, la igualdad, la diversidad, la equidad, la inclusión, el respeto y la responsabilidad.
Es fundamental ser conscientes del poder que la música ejerce sobre el desarrollo de las nuevas generaciones y actuar con discernimiento. Esto implica informarnos adecuadamente para abordar este tema de manera apropiada con nuestros hijos e hijas.
Es esencial conocer el contenido de la música que consumen los menores. Los encargados deben dialogar con ellos para ayudarles a desarrollar un pensamiento crítico respecto a los mensajes que reciben, fomentar una opinión objetiva y ofrecer alternativas musicales que promuevan una visión sana del mundo y de las relaciones sociales.
Digamos no
Digamos no a la normalización de la violencia, la misoginia, la discriminación, los estereotipos, los prejuicios, la corrupción, el machismo y al feminismo mal interpretado. No a la promoción de una autoestima negativa, las relaciones tóxicas, la promiscuidad, la explotación social, el acoso, la intolerancia y el crimen organizado plasmado en la música.
Magdalena Martínez afirma que "la música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón", mientras que Bono de U2 cree que este arte puede cambiar el mundo porque puede cambiar a las personas.
La música es, definitivamente, una herramienta poderosa que puede ser utilizada para educar, entretener y sensibilizar. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de que la música se convierta en un vehículo de valores positivos que contribuya al desarrollo integral de las personas.
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