En los últimos días circuló un video en el cual se mostraba a un joven de 16 años agrediendo brutalmente a una joven mientras iban ambos en un bus. Con justa razón, los padres de esta presentaron una denuncia penal contra aquel, las autoridades correspondientes dictaron las medidas para iniciar el proceso penal juvenil y proteger a la víctima, algunas otras entidades se mantuvieron en silencio, pero en general, el país entero se indignó, generando miles de reacciones en las redes sociales, algunos gestos concretos dirigidos a solidarizarse con la agredida y otros actos de violencia hacia el joven y su familia que en nada contribuyen a reparar el daño causado.

Como mujer y madre de dos jóvenes de 16 años, me indignó lo ocurrido, a la vez, me hizo reflexionar sobre qué hacer y cómo aprovechar este tipo de hechos tan lamentables para que realmente nos revisemos como sociedad. Por eso, propongo la siguiente guía de preguntas que espero sea un aporte para la reflexión personal y colectiva.

  1. Sé una persona empática: la empatía implica ponerse en los zapatos de la otra persona, implica sentir la posible la angustia, el dolor, la humillación, la vergüenza, y vernos de alguna manera en ese lugar. Algunas preguntas clave son: ¿cómo se pudo haber sentido una persona frente a un acto de agresión y cómo se puede sentir al ver su caso ventilado públicamente?
  2. Sé una persona compasiva: la compasión nos lleva un pasito más allá de la empatía, no se trata solamente de vernos reflejados en las emociones de otra persona, o sentir su dolor, sino también de motivarnos a la acción. ¿Cómo podemos aliviar esas emociones? Y para esto es clave preguntarnos ¿Cómo nos gustaría ser tratadas frente a una circunstancia similar?
  3. Sé una persona crítica y atrévete a profundizar, no te dejes llevar por la corriente: uno de los primeros pasos para el cambio es reflexionar sobre las causas que motivan la violencia y sobre cómo se podrían abordar estas causas, no solo los síntomas. Algunas preguntas mínimas que se podrían hacer son: ¿Qué pudo motivar a un joven a agredir así a otra persona? ¿Cree este joven que las mujeres son objetos que se pueden maltratar? ¿De dónde o de quienes podría recibir mensajes que refuercen estas ideas? ¿En qué le fallamos como familia y sociedad? ¿Cuál sería la mejor forma para que un joven agresor cambie?
  4. Sé una persona autocrítica: como parte de una sociedad, muchas veces nuestros propios comportamientos, conscientes o inconscientes, refuerzan o reproducen actitudes de violencia, por ello, en este proceso de reflexión es indispensable preguntarse: ¿He reforzado yo algún mensaje que otorgue menos valor a las mujeres? ¿Soy parte del problema? ¿Con mi respuesta actual, estoy reaccionando de una manera violenta? ¿Qué estoy haciendo yo o qué estoy dispuesta a hacer para crear un mundo más igualitario donde las mujeres se sientan seguras?
  5. Sé una persona generosa: es muy humano querer aliviar el dolor de otras personas. Sin duda alguna, la indignación es una emoción que nos moviliza a actuar y la generosidad es un valor que debemos promover y aplaudir. Ahora bien, aunque existan buenas intenciones, a veces, nuestras acciones pueden generar más daño a quien pretendemos ayudar. Por eso, si nos queremos movilizar a la acción, sugiero preguntarnos: ¿Esto que quiero hacer cómo hará sentir a la otra persona? ¿Estoy haciendo una determinada acción para quedar bien yo, o para que la otra persona esté bien? ¿Antes de hacer alguna acción, con quien debería consultar su pertinencia? ¿Es necesario publicitar mis acciones? ¿De qué manera la publicidad ayuda a la otra persona?

Me atrevo a decir, aunque sea impopular, que algunas de estas preguntas se deben hacer no solo pensando en la víctima, quien claramente merece justicia y reparación, sino que también debemos hacerlas respecto de la persona que es victimaria y su familia, porque para que nuestra sociedad cambie, no podemos caer en prácticas violentas que reproducen lo que decimos combatir.

Un joven que comete una agresión merece y necesita una sanción, pero como sociedad, también le debemos educación y oportunidades para que su vida sea distinta. La salida fácil es pedir cárcel y que nunca más lo liberen, la salida transgresora es exigir se le brinde apoyo para que nunca más cometa un acto de agresión. En mi caso, prefiero tener a un joven reformado que a uno deformado por la prisión.

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