Después de la declaración de victoria por parte del candidato oficialista de Venezuela, en un proceso viciado de principio a fin, han tomado la decisión de empezar a dar cacería a los opositores en este proceso para de esta manera neutralizar cualquier movida que busque deslegitimar la decisión que ellos tomaron de tomar de declarar de manera indebida como válidas las elecciones del 29 de julio anterior.

Debido a esto, el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab ha acusado a los políticos Lester Toledo, Leopoldo López y María Corina Machado de haber atacado el sistema electoral del país, provocando una tardanza en dar los primeros resultados y querer alterar el proceso electoral que se realiza de manera electrónica en el país.

Con esta acusación sensacionalista, el gobierno de Maduro ha tomado la decisión de seguir al pie los pasos y las acciones de lo que el profesor Ivo Hernández de la Universidad de Muenster ha nombrado como el “viejo manual cubano” de reprimir a una oposición que no estaba del todo firme en las acciones que debieron seguir para anticiparse a estas circunstancias, así como señalar lo predecible por parte del régimen del cual se esperaba poco, pero que se apegó en cada una de sus partes a este instructivo represor y totalitario que ha utilizado las elecciones como una mampara para validar sus acciones.

Inclusive, el hecho que sea el fiscal Saab demuestra lo cuestionado que está el sistema en Venezuela, por cuanto ha sido señalado en distintas oportunidades de socavar la democracia en el país e incluso de realizar una campaña de represión contra la oposición política al régimen gobernante, acusándoles de conspiradores y traidores, entre estos la activista de DDHH Rocío San Miguel y su insistente campaña contra la figura de María Corina Machado.

También, Saab ha sido señalado de estar vinculado con organizaciones de terrorismo internacional, como, por ejemplo, estar detrás de la liberación de tres hombres sospechosos asociados al atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), explotada hace 30 años por la organización islamista Hezbollah. Además, a lo largo del tiempo se ha mencionado el papel del hoy fiscal general venezolano en crímenes como el lavado de activos, narcotráfico e incluso asociaciones ilícitas con grupos irregulares.

Esto es solamente un ejemplo de lo que significa que quienes acusen a la oposición de realizar actividades irregulares, sean personajes con antecedentes tan cuestionados y que solamente realizan actividades que favorecen el enquistamiento del régimen en el poder del país que ya desde hace 25 años permanece inamovible y por el contrario impulsa reformas políticas para garantizar la continuidad de un movimiento político desarrollado por Hugo Chavez Frías a comienzos de este siglo.

Mientras esto ocurre, las necesidades de los ciudadanos venezolanos no son cubiertas, y, por el contrario, ha sido la principal motivación para que casi ocho millones de personas hayan salido del país siendo una de las diásporas más importantes que hoy arriesgan sus vidas, principalmente por América donde las condiciones por las que tienen que pasar no son las óptimas y su futuro es casi tan incierto como la opción de quedarse en Venezuela sometido ante un gobierno despótico como el actual.

Lo del 29 de julio es una copia al carbón de otras acciones que el gobierno venezolano ha realizado en los últimos procesos donde no solo buscan enfrentarse a una oposición débil y dividida, sino que cuando siente una amenaza la contrarrestan por medio de la legitimación de la represión y lo excusan bajo el paraguas del fantasma de un supuesto intervencionismo internacional. 

Los gobiernos latinoamericanos que aun defienden el valor de la institucionalidad y la democracia deben pararse en la brecha para apoyar a las fuerzas políticas venezolanas que quieren impulsar un fortalecimiento del sistema en vez de seguir facilitando el camino para que el totalitarismo a través de un adormecedor populismo siga ganando espacios que son necesarios extirpar de nuestra región debido al pasado tan turbio que se ha vivido con líderes adictos al poder que solo los beneficia a ellos y a una élite cercana, mientras succiona y convierte en zombis a sociedades completas. 

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