Generaciones. Los baby boomers y las infancias de la Generación X, hacían amigos con relativa facilidad, en sus vecindarios se reunían en espacios físicos para actividades en el mundo real que demandaba jugar con sus pares, con la naturaleza y el entorno no era aún tan peligroso, de tal manera, que estar en la calle sin supervisión de un adulto, no se consideraba una actividad de alto riesgo. La Generación Z y la Alfa, no tuvieron la misma suerte, especialmente estos últimos, porque son nativos digitales, carecen de referencias lúdicas analógicas, salvo que sea en ambientes controlados educativos, y su mundo gira en torno a la tecnología, esa es la norma. Excepcionalmente, como en todo, surgen almas viejas que aman leer libros en papel y tienen una vocación artística no orientada a los medios digitales. Lo que todos los grupos tienen en común, es que, a mayor edad, menor es la interacción social no orientada para procurar ingresos, es decir, el sapiens se refugia en su cueva familiar porque sabe que, en el mejor de los casos, es ahí donde puede estar tranquilo y convivir con quienes no le harán daño, como regla de principio. Si se cuenta con amigos verdaderos, se es afortunado y ellos constituyen la familia escogida.

Profesiones y oficios. Costa Rica instituyó la educación primaria gratuita, obligatoria y a cargo del Estado, el 15 de abril de 1869, durante la administración de Jesús Jiménez Zamora, incorporándose a la Carta Fundamental y manteniéndose en las Constituciones de 1871 y la de 1949. Esa visión, otorgó a nuestro país un punto de arranque decisivo para la economía, el civismo y la consolidación democrática, sobre todo si se compara con otras naciones regionales. El año 2024 implica una realidad muy distinta a nivel educativo, tema que por sí mismo, amerita un artículo especializado y que escapa al objeto de esta pieza.

En sencillo, así como el agua no se automultiplica, a diferencia del fuego, el afecto sincero es algo muy difícil de obtener en los diferentes tipos de relaciones humanas. En cambio, el desagrado y el odio son emociones fáciles y prácticamente gratuitas, que se reparten a granel y sin mayor esfuerzo, ni tiempo de cultivo. Cualquiera es capaz de recordarle los ancestros (particularmente maternos, por el machismo seudo disimulado que nos circunda), a otro; pero no es tan fácil, preocuparse sinceramente y actuar en consecuencia (sin agenda oculta o manifiesta), por alguien que no puede dar nada a cambio. El trueque social es la moneda de cambio tácita que atraviesa el tejido comunitario, una sana dosis de egoísmo impulsa el consumo, su exceso, genera desigualdades, que, a su vez, crean un caldo de cultivo multifactorial para la delincuencia.

El neurocirujano que remueve la bala del cerebro de un ser humano, así como el equipo de profesionales que le acompaña en el quirófano, tuvieron un extenso y demandante período de formación académica. Salvar esa vida es costoso desde todos los puntos de vista; ignoro cuánto vale un proyectil y cuál es el entrenamiento de un sicario para matar, pero, desde luego, auxiliar requiere mucho más esfuerzo y dedicación que disparar. Destruir es barato y banal, ayudar implica una disposición altruista de la voluntad. No sé por qué, ambas realidades coexisten, tengo preguntas para ofrecer y probablemente respuestas trilladas, pero eso no es una solución, a lo sumo describo lo que todos constatamos.

¿Qué se puede hacer para que el niño que está naciendo mientras usted lee este artículo, no sea su futuro asesino? ¿quién lo daña? ¿quién le ayuda?, ¿quién tiene la contestación?

Un presidente no electo y tres encuentros con la muerte

Gerald Ford, expresidente de los Estados Unidos, sucesor de Richard Nixon tras, el escándalo Watergate, conducía su automóvil en Nueva Inglaterra durante su mandato, cuando fue embestido por otro carro manejado por un joven. Ford, le llamó al día siguiente, indicándole que, aunque estuvo a punto de morir, no tenía nada de qué preocuparse. Se podría inquirir: ¿por qué un presidente manejaba su propio vehículo? ¿hubo intención dolosa? Pero, lo más sorprendente, fue la actitud grandilocuente de Ford de llamar a quien estuvo a punto de matarlo.

5 de septiembre de 1975, Sacramento, California

Lynette “Squeaky” Fromme, de 26 años entonces y seguidora del Clan Manson, que había asesinado a Sharon Tate, embarazada y esposa de Roman Polanski, y a otras cuatro personas el 9 agosto de 1969 en una mansión de Rodeo Drive, Beverly Hills, que si bien no había participado en aquella matanza, intentó asesinar a Ford, corrió hacia él, cuando se dirigía a una reunión con el gobernador Jerry Brown, percutió su pistola pero fue derribada por los agentes del Servicio Secreto.  

22 de septiembre 1975, San Francisco, California

Sara Jane Moore, contadora y ama de casa de 45 años, estaba en la puerta del Hotel St. Francis, y al tener a la vista al entonces presidente Ford, metió la mano en su bolso, sacó un revólver 38 y disparó a la cabeza del mandatario desde unos doce metros de distancia. El tiro no acertó, pero desató el pánico.

Cuando trataba de volver a apretar el gatillo, Oliver Sipple, de 32 años, se lanzó sobre ella, desviando el curso de la segunda bala, la cual hirió a John Ludwig, un taxista de 42 años que salvó su vida. Oliver Sipple, exmarine, veterano de Vietnam, volvió con graves secuelas físicas y psicológicas de la guerra. Tres días después, Herb Caen, columnista del “San Francisco Chronicle”, recibió la información de que Sipple, miembro de una familia ultraconservadora de Michigan de ocho hermanos, era gay. Tras la guerra, se había radicado en San Francisco para vivir libremente, sin que lo supiera su familia. Caen publicó la nota y provocó un revuelo que Sipple no había buscado, ni querido, siendo rechazado por parte de su familia, en especial por su madre.

El presidente Ford no llamó a Oliver Sipple para agradecerle por salvarle la vida, como lo hizo con el “Mad Max” de Nueva Inglaterra, que lo embistió con su coche, sino que tiempo después, lo hizo a través de una carta que preparan los asistentes de la Casa Blanca, y que Sipple enmarcó con un vidrio protector y conservó hasta el 2 febrero de 1989, día en que lo encontraron muerto frente a un televisor encendido, junto a una botella de güisqui semivacía, a los 47 años. ¿Quién te mata, quien te salva?

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