El amor es el elemento nuevo que el cristianismo aporta al concepto, a la vigencia y a los derechos y deberes que se deducen de la dignidad de la persona humana.
Un documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe
“Una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre”.
Así da inicio el documento Dignitas infinita sobre la dignidad humana del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano.
El Prefecto de este Dicasterio es el cardenal Víctor Manuel Fernández, un prelado, teólogo, biblista, y catedrático argentino, autor de muchas obras en esas especialidades entre ellas el libro de reflexiones diarias Los Cinco Minutos del Espíritu Santo que desde 2017 nos ha beneficiado a Lorena y a mi en nuestra vida religiosa.
Este documento está en preparación por ese Dicasterio de la Iglesia desde el año 2019 y fue terminado bajo la dirección del cardenal Fernández que ocupa esa prefectura desde setiembre del año pasado, y aprobado por el papa Francisco el recién pasado 25 de marzo.
Concepto de Dignidad Humana
La dignidad humana es un “principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, (que) fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos”.
Por eso sin circunscribirse a una cultura cristiana, y ni siquiera a una visión trascendente, la Organización de Naciones Unidas expresó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948 el valor único y excelso de cada persona que es su dignidad, y que permea todas las relaciones de las personas entre ellas, con sus instituciones, con la naturaleza.
El primer considerando de esa declaración suscrita por democracias y autocracias, por economías libres y estados comunistas, por países desarrollados y por naciones pobres, por naciones grandes y por naciones pequeñas, señala:
que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
Dignitas infinita desde su inicio resalta que esta dignidad inherente a cada mujer y a cada hombre se expresa en la naturaleza y la vida social de las personas, en su naturaleza relacional, y genera en cada una el “compromiso con los que son más débiles y menos capacitados, insistiendo siempre «sobre el primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia»”.
Esa concepción “natural” de la dignidad de cada persona incluyendo sus manifestaciones en las relaciones interpersonales, se expresa positivamente en los primeros artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
“Artículo 1.- Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”
“Artículo 2.- Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición…”
Y a renglón seguido señala las consecuencias más inmediatas de esa dignidad humana:
Artículo 3.- Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”.
La dignidad humana en el cristianismo
Esa concepción laica y culturalmente incluyente de la dignidad humana se ve fortalecida por la fe católica y la cultura cristiana. Dignitas infinita en su primer párrafo ya lo señala. “La Iglesia, a la luz de la Revelación, reafirma y confirma absolutamente esta dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús.” Y lo desarrolla con las enseñanzas del antiguo testamento desde la creación “a imagen y semejanza” de Dios, con la prédica y las obras de Jesús, y con la evolución histórica de la doctrina de la Iglesia y las declaraciones de los más recientes papas.
Este documento declara a nombre de la Iglesia Católica "una vez más su convicción de que, creado por Dios y redimido por Cristo, todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable".
El amor es el elemento nuevo que el cristianismo aporta al concepto, a la vigencia y a los derechos y deberes que moralmente se deducen de la dignidad de la persona humana. Jesús nos recordó el mandamiento “amarás al prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) y fue más allá y en la última cena nos puso una meta aún más alta: "Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado, Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15:12-13) Y al día siguiente dio Su vida en la cruz por nosotros.
Este mandamiento no es solo poético o romántico. Las bienaventuranzas determinan su naturaleza eminentemente práctica.
Este documento nos recuerda la luminosa afirmación del papa Francisco en Fratelli Tutti:
- Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser.”
Por eso Dignitas infinita dedica una serie de apartados a señalar las consecuencias, los derechos y deberes que se derivan de la dignidad de todas y de todos en nuestro trato con las personas que viven en algunas condiciones que violan su dignidad por: pobreza, guerra, emigración, trata de personas, abusos sexuales, violencia contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo, o la violencia digital.
Pero esta obligación ética al amor no implica que sea necesaria la proliferación de derechos identitarios que conculcan la libertad y debilitan los derechos fundamentales.
Dignitas infinita por ello nos recuerda palabras del Papa Francisco al Cuerpo Diplomático acreditado ante el Vaticano el 8 de enero de este año:
Se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, muchos de los cuales suelen ser contrarios a los definidos originalmente y no pocas veces se ponen en contradicción con el derecho fundamental a la vida.”
Lo importante es cumplir con el respeto a los derechos fundamentales que derivan de la dignidad de todas las personas y con nuestro mandamiento al amor.
Nuestra cultura esta transversalmente informada por la concepción cristiana de la dignidad y por ello en nuestras relaciones debemos extremar el respeto y el amor a los demás.
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