Kimberly ya no está. Tampoco están Andrea, Eva, Allison, Yendry, Brithanny, Mariana, María Luisa y tantas otras cuyas voces fueron silenciadas para siempre. En los últimos veinte años 448 mujeres fueron víctimas de homicidio en manos de hombres que eran sus parejas, exparejas, conocidos o atacantes sexuales. Cada vez que ocurre un femicidio en Costa Rica, pienso en las mujeres de mi vida, mi mamá, mi hermana, mis amigas y sus hijas, y se me eriza la piel de imaginar el dolor de sus familias de perderlas.
No quiero una Costa Rica en donde las mujeres tengamos que seguir viviendo como ciudadanas de segunda categoría. No quiero una Costa Rica en donde tengamos miedo a caminar solas, a trabajar de noche, a caminar por un campus universitario, a esperar el autobús, a salir con amigas o a irnos de vacaciones a un hotel por nuestra cuenta.
No quiero una Costa Rica en donde hombres con masculinidades mal entendidas, crean que las mujeres somos mercancía, en donde se sientan legitimados a manipularnos, ejercer violencia patrimonial, verbal, física o sexual. No quiero una Costa Rica en donde normalicemos leer titulares en los que el crimen es la regla y no la excepción. ¡Ya fue suficiente!
Como país debemos priorizar la seguridad de las mujeres, debemos urgentemente educar a nuestras hijas, pero sobre todo a nuestros hijos para que este patrón no se repita. Urge que formemos a nuestra población en el respeto, la tolerancia, el diálogo y la empatía.
Exijamos a las autoridades tomar acciones en estos casos, y no solo para determinar la responsabilidad en los delitos perpetrados contra las mujeres, sino en aquellas situaciones en donde aún se puede intervenir tempranamente. Igualmente debemos, como miembros de la sociedad, levantar la voz al ser testigos del machismo, la agresión y el irrespeto contra las mujeres.
Hoy pienso en todas las mujeres atrapadas en círculos de violencia, en las que guardan silencio, en las que no ven una salida y en las que, en la búsqueda de mejores condiciones, perdieron la vida. ¡Ni una más!
Costa Rica merece acciones, merece que toda niña, joven y adulta se sienta segura. Como sociedad debemos entender que poner un alto a la violencia contra las mujeres es nuestro deber sagrado si dimensionamos a la mujer como piedra angular de la humanidad. No puede haber bienestar en una sociedad que no crea firmemente que nadie debe sentir miedo de su propia piel.
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