Cuando decidí traer a Costa Rica la obra de teatro “Cosquillitas o la Danza de la Ira” (adaptación de “Les Chatouilles ou la Danse de la Colère” de Andréa Bescond y Eric Métayer) —por la cual tuve el gran honor recientemente de ser premiada con el Premio Nacional de Teatro Ricardo Fernández Guardia en la categoría Actuación 2023— no me imaginaba las proporciones del flagelo de las niñas y los niños violados en Costa Rica.

Para los que no han visto la obra, “Cosquillitas” es un unipersonal inspirador, lleno de esperanza, que cuenta, con mucho humor, emoción, música y teatro, cómo una bailarina —Odette— logra, gracias a la danza, sanar su trauma de infancia provocado por las repetidas violaciones que sufrió desde los 8 a los 12 años por parte del mejor amigo de sus padres.

Claramente, como la obra toca un tema de difícil abordaje como lo es la violación de una pequeña niña, tuve que investigar mucho sobre el tema antes de lanzarme en la producción y actuación del espectáculo, con el fin de estar lo más cerca posible de la realidad.

Me hice entonces preguntas de sentido común como: “¿De la totalidad de los sospechosos por violación de menores en Costa Rica, cuántos son realmente condenados?”, “¿Y de cuánto es el promedio de las condenas, cuando condena hay?”, “¿Y cuánto tiempo pasan esas personas condenadas efectivamente en la cárcel?”, “¿Cuántos tienen libertad condicional?”. Es decir, necesitaba saber:  si un costarricense pone una denuncia porque violaron a su hija o hijo, ¿cuáles son las probabilidades de que vea efectivamente al violador condenado, cumplir la totalidad de su pena y no vuelva a violar a nadie más?

Y fue precisamente durante esa etapa de investigación que me llamó la atención algo:  la gran dificultad para encontrar esas respuestas. Esto me pareció sintomático del abandono en el que están los niños violados en Costa Rica. Buscaba en Google “cifras de niños violados en Costa Rica” o “estadísticas condenas violación de menores Costa Rica” y no lograba encontrar más que algunos artículos de prensa, pero no encontraba ni proporciones exactas, ni estudios exhaustivos públicos, ni siquiera artículos de opinión.

Las únicas cifras realmente pertinentes que encontré fueron las de la Fundación Ser y Crecer[1], una de las pocas entidades que se encargan de los sobrevivientes de abuso sexual infantil (ASI) en Costa Rica. Decidí entonces hablar con ellos para hacer una alianza. Inmediatamente fui a reunirme con ellos (en el 2021) y cuando les propuse trabajar juntos, con entusiasmo dijeron que sí.

Sin embargo, no fue sino hasta que una persona de la Secretaría de Género del Poder Judicial vino a ver la obra, que pude tener una conversación con ella en directo. Fue allí cuando obtuve por fin las cifras y porcentajes que buscaba. Y fue allí también cuando entendí que el problema era mucho más grande de lo que yo pensaba y me pregunté “¿Qué diablos está pasando con la Justicia en este país?”.

Entendí entonces que “Cosquillitas” podía ser un arma potente para ayudar a visibilizar este terrible azote de la infancia ultrajada en Costa Rica y la gran dificultad para una víctima – o mejor dicho, para un sobreviviente, de ver a su violador efectivamente encerrado en la cárcel.

El Teatro como arma para visibilizar, persuadir y cambiar mentalidades

Para visibilizar la amplitud de este flagelo, podría darles cifras espeluznantes.

Podría decirles que en el 2023 hubo más de 9000 denuncias por abuso sexual en menores.

Podría decirles que, de la totalidad de los presuntos violadores, el 80% nunca son condenados (sí, así es: el 80% de los supuestos violadores de niños está libres y andan por las calles).

Podría decirles que en la gran mayoría de los casos el violador es el padre del niño, el abuelo, el tío o alguien muy cercano a la familia que tiene toda la confianza del niño y de sus padres.

Podría decirles que un niño violado es un adulto traumado de por vida con dificultades para construirse.

Podría decirles que está demostrado que las violaciones de niños no tienen nada que ver con la clase socio-económica pues se dan en todos los estratos sociales.

Podría decirles además que por lo general los niños nunca se atreven a contar lo que les sucede y que cuando por fin lo hacen, en la mayoría de los casos son las madres las que no les creen a sus hijos o se hacen de la vista gorda.

Podría agregar también que el 94% de los imputados son varones.

Podría decirles que de la totalidad de los niños violados, el 90% son niñas y 10% son niños.

Podría resumir diciendo que:

  • un violador está muy lejos de ser un desconocido con cara de malo. Todo lo contrario: un violador es muy probablemente el padre de la víctima, o un familiar, o un gran amigo de la familia, o en todo caso, una persona de confianza.
  • un violador es muy probablemente un varón (sin negar que también existen mujeres violadoras, claro está).
  • un violador viola tanto a niños como a niñas, pero sobre todo a niñas.

Ustedes, al ver estas cifras, seguramente estarían de acuerdo en que deberíamos de hacer algo como sociedad.

Sin embargo, si fuera tan fácil como mostrar estadísticas para hacer que las personas tomaran consciencia de algo… no estaríamos aquí hablando de esto.

No. No basta con mostrar las cifras aterradoras. No bastan los discursos. Se necesita algo más para persuadir a la gente: si usted quiere que alguien cambie su forma de pensar, haga que sienta emociones fuertes. Póngalo en una situación en donde se ría, llore, se enoje, se indigne. Sólo cuando la persona ha experimentado un sube y baja emocional, podrá cambiar su forma de ver el mundo.

Y eso, sólo el teatro lo puede lograr.

La Fundación Ser y Crecer lo entendió perfectamente bien y tuvo la inteligencia y visión suficientes como para entender que su lucha en pro de los niños sobrevivientes de abuso sexual infantil sería mucho más eficaz y potente de la mano de una obra de teatro como “Cosquillitas o la Danza de la Ira”. Claro, ¿Qué mejor manera de sensibilizar al espectador que haciéndole presenciar la historia de una sobreviviente de ASI (Abuso Sexual Infantil)?

Gracias a esa comprensión, la Fundación Ser y Crecer patrocina la presentación de “Cosquillitas” desde el año 2022, incluso acompañando la obra con profesionales en psicología para brindar atención psicológica en caso de presentarse una situación emocional por parte de alguna de las personas espectadoras.

Hacer que el espectador vea desplegarse ante sus ojos la atroz injusticia de las violaciones perpetradas contra una inocente niña de ocho años, la manera calculadora y perversa con la que el violador se acerca y engaña a la niña, haciéndole creer que van a jugar con muñecas y a hacerse cosquillas, la desesperación de la niña cada vez que la sombra perversa de su violador aparece en su vida cotidiana, el sufrimiento, el trauma, las lágrimas de la joven víctima, la negativa de la madre a aceptar la verdad, el perdón que le pide el padre impotente que nunca sospechó nada de su mejor amigo, en resumen, hacer que el espectador experimente, a través de un personaje, la agonía del sufrimiento de una niña violada, la desesperación de la familia al ver que no puede contar con el sistema judicial para que su violador sea condenado, es sin duda la mejor manera de convencer y persuadir.

El diputado Carlos Felipe García, con el empuje incansable de la Fundación Ser y Crecer, logró en el 2023 que se declarara el 18 de noviembre como el Día Nacional e Internacional contra la Explotación, los Abusos y la Violencia Sexual contra Personas Menores de Edad y Promover la Sanación. Un día nacional que permite la visibilización de todas las formas de sexual infantil en Costa Rica. Este es, sin duda alguna, un logro de la Fundación, del diputado García y también de “Cosquillitas”. En efecto, este último quedó impactado al ver la obra y si ya estaba convencido de la necesidad de luchar contra el ASI, el ver “Cosquillitas” terminó de convencerse.

Es así como el 16 de noviembre del 2023 tuvo lugar un evento bastante único: los esfuerzos de partes civiles lograron tener un impacto en el ámbito político. En otras palabras, el trabajo de la Fundación, junto con el del equipo de “Cosquillitas” (producción de Arketipo Producciones) lograron tener un impacto en la Asamblea Legislativa y lograr un resultado concreto con la declaratoria. Este hecho culminó con la presentación de “Cosquillitas” en Salón de jefes de Estado de la Asamblea Legislativa ante diputados, jefes de instituciones, cuerpo diplomático.

Quedó demostrado entonces que las alianzas entre la sociedad civil y la cultura y el arte seducen, persuaden y sensibilizan de manera más potente y pueden obtener frutos muy concretos a nivel político.

Muy bien, ya tenemos un día dedicado a nuestro tema. Pero, aún falta mucho por hacer a nivel del sistema judicial, quien aparentemente la tiene muy difícil para condenar a los violadores.

Llamado a la acción

Así que hago un llamado a las personas que tienen poder de decisión: tome consciencia de que Costa Rica es un país que está poblado por una gran cantidad de adultos (mujeres y hombres) que fueron violados de niños.

Pregúntese entonces qué puede hacer para que los violadores sean realmente condenados, para que las niñas y niños de Costa Rica sean realmente protegidos. Y cuando tome la decisión de hacer algo, recurra al teatro sin dudar un solo segundo para ayudarle en su lucha por una niñez costarricense más feliz y sana. Recuerde: los tiempos están cambiando a gran velocidad. Si la Justicia con “J” mayúscula falla, las víctimas hacen su propia justicia —con “j” minúscula— donde pueden, es decir, en redes sociales y en creación artística.

Así lo hemos podido constatar recientemente con las voces —cada vez más fuertes— de muchas víctimas de abuso sexual en el sector cultural del país que ha decidido salir del silencio y que son cada vez más numerosas.

[1] El 79% de la población atendida por la Fundación corresponde a personas menores de edad, 78% son del género femenino y un 22% son masculinos. El 65 % de los abusos sexuales ocurren por familiares, en su mayoría el presunto ofensor es el padre, abuelo, primos, tíos y padrastro, el otro 35% corresponde a otros. (Estadística elaborada por Fundación Ser y Crecer (enero a junio 2022)

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