Por Mónica Núñez Solano - Estudiante de la carrera de Derecho
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.” - Mateo 7:12
Este es el precepto de justicia para quizá uno de los personajes más icónicos de la historia y la filosofía occidental, Jesucristo de Nazaret; con este, Jesús crea un esbozo de lo que sería un concepto de justicia. Tiempo después, jurisconsultos como Gayo, Papiano y, posteriormente, Ulpiano desarrollaron una tesis que podría conceptualizarse como “dar a cada uno lo suyo” y generaron un sistema de conductas universales orientadas a los principios de no transgresión del patrimonio de los demás (Antillón, 2017). La evidencia empírica nos ha demostrado que sin Derecho no existe justicia y sin sociedad no existe Derecho. El alcance del derecho nos engloba a todos en conjunto, de aquí su importancia. Guiados por los sentimientos deberíamos desarrollar empatía para “no hacer lo que no nos gusta que nos hagan”, pero como esto no siempre sucede espontáneamente nace el Derecho bajo la premisa de impartir justicia, y somos los abogados parte de las herramientas para lograrlo.
El derecho se concibe como un sistema científico e histórico de normas que regulan las conductas de los individuos en sociedad. Este permite mecanismos de autocomposición o heterocomposición para la solución de disputas. Así incentiva que los individuos en sociedad puedan convivir, desarrollarse, relacionarse, comerciar y transar de una forma que resulte segura y cierta de que los bienes jurídicos tutelados serán amparados. De esta forma, puedo esperar una razón de ser de conducta, es decir, evito la incertidumbre y genero seguridad jurídica, lo cual genera consigo un mejor desarrollo y prosperidad para la humanidad.
En virtud de la seguridad y credibilidad que se genera por medio de normas y tribunales preestablecidos (donde no se permite la creación de tribunales ad hoc), los individuos pueden actuar en sociedad de una manera en la que las vidas pueden coexistir de una manera fluida e ininterrumpida. Es, entonces, una de las formas de justicia desarrollado a su máxima expresión, por cuanto les permite a todos los ciudadanos de múltiples jurisdicciones tener plena convicción de que sus valores están protegidos y salvaguardados.
Pero ¿a dónde va el derecho? El derecho no va sino a donde vaya el individuo, evoluciona instante con instante, segundo con segundo, esto por cuanto es consuetudinario.
Fuera de una definición hermenéutica, considero que el derecho nos permite ser libres, va donde nosotros vamos y defiende nuestras libertades individuales. No pretendo justicia, busco libertad, pues esta conlleva la justicia. El derecho es necesario para velar por que nadie niegue la libertad a otra persona. En mi caso, esta es la causa que busco defender, la libertad. Sostengo lo que Justiciano dijo: “La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su Derecho” (Foignet, 1956).