Ya han comenzado en redes sociales los desafortunadamente típicos y decepcionantes mensajes de personas buscando regalos para dar este 8 de marzo a las mujeres que trabajan en sus empresas o con quienes comparten en organizaciones, instituciones y/o grupos sociales. “Pueden ser cupcakes, flores o algo así”; “Si conocen alguna maquillista que tenga espacio en la agenda para venir este viernes a la empresa a maquillar medio día”, y hay quien lo lleva al próximo nivel: “cupcakes con forma de flores – ¡urgente!”.
Y entre lo dulce (y poco saludable) del cupcake, lo tierno y delicado de las flores, y la urgencia por encontrar cualquier regalo que pueda reflejar sus ideas sobre “la Mujer”; Mujer que sobrevive, con suerte, un año más de vida.
Desde el momento de su concepción, Mujer se enfrentará a diferentes retos y encontrará muchos obstáculos en su camino para tratar de tener una vida digna y en igualdad de condiciones que su contraparte masculina. Ella tiene altas probabilidades de morir incluso antes de nacer debido a abortos selectivos en función del sexo que aún se practican en muchos países, o como consecuencia de los malos tratos sufridos por su madre durante el embarazo. Habiendo pasado la primera prueba, avanza en un campo minado de infanticidio femenino, violencia física, psicológica y sexual, matrimonio infantil, mutilación genital femenina, incesto, prostitución y pornografía infantil.
Más adelante, las minas terrestres tienen otra forma, pero no dejan de ser extremadamente peligrosas: violencias durante el noviazgo, relaciones sexuales impuestas por razones económicas, incesto, pobreza, desempleo, abuso sexual en el lugar de trabajo, violaciones, acoso sexual, prostitución y pornografía forzadas, trata de mujeres, violencia doméstica, femicidios, acoso o discriminación laboral, embarazo forzado, y otros.
Sin saberlo, cada detonación es incierta, pero estadísticamente probable. Por ejemplo, a nivel mundial 20% de las mujeres son víctimas de abuso sexual en la infancia y entre el 20% y el 50% de las mujeres, según el país de que se trate, han sido víctimas de violencias físicas a manos de la persona con quien tienen una relación íntima o de algún otro miembro de la familia.
Si Mujer nació en Costa Rica es un 16% posible que haya tenido un embarazo alguna vez entre sus 10 y 19 años, y un 88% probable que dicho embarazo haya sido causado por un hombre mayor de edad.
A pesar de que es 29% más probable que asista a la educación superior en comparación con los hombres, y 70% más propensa a graduarse de una universidad estatal en comparación con ellos, no ha dejado de existir mayor posibilidad de que sea ella quien se vea desempleada o en condición de subempleo. De hecho, viviendo en Costa Rica, hay un 37% de probabilidad de que no tenga ingresos propios del todo, lo que ocasiona un acceso más limitado a cuentas de ahorro, créditos y montos ahorrados a lo largo de su vida. No es casualidad que, entre más pobre sea un hogar en Costa Rica, más probable es que Mujer tenga la jefatura, alcanzando un máximo en aquellos hogares que viven en pobreza extrema.
Buscando trabajo, Mujer tiende a ser evaluada como menos competente que los hombres candidatos en igualdad de condiciones, y una vez que ha conseguido el trabajo, es posible que la evalúen como menos competente, menos influyente y con menor liderazgo que los hombres en el mismo grupo, y que la penalicen debido a estereotipos de género cuando trate de ser asertiva o directa.
Si llega a ocupar algún puesto de liderazgo, sólo por ser ella enfrenta más probabilidad de ser evaluada como menos simpática si es exitosa en un puesto dominante o de liderazgo, y lo que es aún peor, muchas personas simplemente no la van a percibir como líder si no se comporta según los estereotipos de género – dulce como un cupcake y delicada como una flor.
Mujer ha empezado a leer y se asombra y asusta al descubrir que, por ser ella y al vivir en Costa Rica, tiene un 87% de probabilidad de ser la víctima en una situación de agresión sexual y un 79% de ser la víctima en una situación de violencia doméstica.
Desgraciadamente, no le resulta increíble darse cuenta de que en el país: hasta 1941 el adulterio femenino se consideraba delito– pero no el de los hombres; hasta entre 1880 y 1906 las esposas debían solicitar autorización a sus maridos para comparecer a juicio o para dar, enajenar, hipotecar o adquirir algún bien; hasta el siglo XX la ley autorizaba a los maridos a reprender, amonestar y someter a “moderados castigos domésticos” a sus esposas, y en casos más extremos llevarlas a las autoridades para promover un cambio de conducta.
Cayendo en cuenta de que no han pasado ni siquiera 30 años desde que en Costa Rica se aprobó la Ley Contra la Violencia Doméstica, ella piensa en todas esas mujeres y niñas agredidas, golpeadas y abusadas que no tenían fundamento ni respaldo para buscar ayuda.
Lo que sí le parece inconcebible es saber que la primera mujer que votó en Costa Rica lo hizo en 1950 y que, a nivel mundial, el voto femenino se aprobó por primera vez en Nueva Zelanda en 1893. Se pregunta entonces a qué se referían en la escuela y el colegio cuando le hablaban de la ciudadanía y la democracia en la antigua Grecia, y le cuesta imaginarse tantos siglos y milenios en los que su opinión y su voto sobre temas relevantes para ella, para su familia, para la vida y para la sociedad no sólo no eran considerados, sino también prohibidos.
Mujer se indigna al pensar que, aunque es un 50% de los habitantes del país, en estas elecciones municipales sólo ha logrado liderar un 26% de las alcaldías donde vive. Aun así, sabe que es mejor que el 11% que tenía anteriormente.
En su día a día ella piensa en la mamografía que no le han hecho; en el alquiler y las cosas que tiene que pagar con su pequeño salario; en otro mes de atraso de la pensión alimenticia de sus hijos; en si le darán el segundo trabajo al que aplicó hace poco para poder alimentar a sus hijos porque no pueden estar sin comer o sin ir a la escuela; en el borracho del barrio que le ha dicho varias veces que la va a violar cuando no haya nadie; en el compañero de trabajo que no para de interrumpirla y ningunearla cuando habla algo importante; en los familiares que tiene que atender mientras se encarga de la casa y termina las tareas de la universidad; en los vecinos que no paran de hacer rumores porque no tiene hijos, porque tiene una novia o porque vive sola.
Mujer piensa en todo eso y más, y se siente mala, culpable e insuficiente, pero el 8 de marzo sus jefes le regalan un cupcake, y ahora siente además enojo e indignación. Le parece que le están jugando una broma de mal gusto y los mira para ver si en algún momento se supone que todos van a soltar la risa juntos, pero nunca sucede. “No seas amargada, es para endulzarte el día” - se deja decir uno, y no le queda duda de que ellos no tienen el mínimo interés en saber qué es lo que realmente le podría endulzar la vida. Se come el cupcake, que duró los mismos 2 minutos que duró el interés y la nula investigación que hicieron para comprender la conmemoración de su vida y su historia, y se va a la manifestación para ver si así alguien la escucha y la entiende, y con suerte, el próximo año en lugar de regalarle un postre, la flor o el maquillaje, le den políticas, acciones y herramientas para quitar todas las minas que siguen escondidas – y no tan escondidas- en su camino.
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