Pasada la medianoche un bus repleto de migrantes en tránsito llega a la estación de buses de Los Chiles, esta es unas de las ciudades fronterizas cercanas a Nicaragua. Los migrantes bajan del bus, sus miradas y una copiosa sudoración no dejaba disimular la fatiga por la larga travesía desde la frontera con Panamá.
Al llegar a Los Chiles, ellos buscan ayuda, alimento y una cara amiga entre la multitud. Los coyotes se acercan para ofrecer servicios de guía y transporte. El escenario es confuso en Costa Rica, un país nuevo para los migrantes en tránsito.
La mayoría de ellos viaja en grupo, carga una mochila con artículos de higiene básico, un poco de comida, un colchón delgado y una tienda para acampar. El peso debe ser liviano para el largo viaje que les espera.
En Los Chiles se conglomeran personas de diferentes nacionalidades como cubanos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, entre otros. Todos ellos con el objetivo final de llegar a la frontera de Estados Unidos con México y de allí cruzar para alcanzar el “sueño americano”.
Desde el 2023, los gobiernos de Costa Rica y Panamá firmaron un acuerdo bilateral para trasladar a los migrantes en tránsito que viajan en buses desde la zona de El Darién, en Panamá para que lleguen directamente al Centro de Atención Temporal de Migrantes (CATEM) Sur y de allí a la frontera norte con Nicaragua. El costo del boleto es de $40 por persona.
Por esta razón la mayoría de los costarricenses no observan las olas de migrantes en las calles del Valle Central y otras ciudades. Con esto desaparecen los migrantes por no ser foco de atención en los medios de comunicación. Sin embargo, el problema de la migración no acaba y se recarga en las fronteras. La migración se convierte en un problema invisible para los costarricenses porque no afecta a la mayoría.
Yorley Contreras es de Venezuela, era estudiante de fisioterapia y empezó el viaje junto a un tío y unos amigos hace dos semanas. Atravesó el Tapón de Darién en solo dos días, eso es un tiempo muy bueno ya que otras personas tardan más de una semana, comenta Yorley. “Ahorita existe todo un orden y red de apoyo a los migrantes, pero necesitas dinero. El que no tiene dinero tiene que buscar la forma de continuar”.
Durante su paso por el Darién, “nos robaron unos encapuchados, nos pidieron $100 por persona, unos del grupo tenían y otros no. Si no tienes dinero te tocan el cuerpo, no les importa si eres un niño o joven. Por suerte nosotros nos libramos de todo mal y sólo eso nos sucedió”, comenta Yorley.
Una visita a Los Chiles y al puesto Fronterizo Tablillas pone en evidencia la ayuda que se presta a los migrantes y la ayuda que hace falta. Niños, bebes, jóvenes y adultos mayores se aglomeran en parques y espacios públicos en tiendas de campaña o colchones. Existen espacios seguros de UNICEF que son utilizados únicamente para niños y sus madres, sin embargo, la carencia de alimentos es visible.
Ante la ausencia de albergues, algunos locales se organizan para alimentar a los migrantes. La ayuda de alimentos viene de iglesias, la asociación de desarrollo, organizaciones sin fines de lucro, organizaciones internacionales o grupos de vecinos.
En el 2020, Lucy Carballo Saballos, docente de la Escuela Ricardo Vargas Murillo en Los Chiles y su esposo Bairon López Ortega, comerciante, observaron que muchos migrantes llegaban a su iglesia en busca de comida. Ante la llegada de más personas, ellos colectaron donaciones y comenzaron a cocinar en su casa para llevar un plato de comida caliente y brindarlo a los migrantes de forma gratuita.
Un par de años más tarde, otras personas se sumaron como es el caso de Sofia Donzo Ramos, quien junto a Lucia y Byron fundaron la organización Mano Amiga. Ellos cuentan con la colaboración de ACNUR, CENDEROS y Casa Esperanza, una nueva ONG en la zona.
Por la estación de buses pasan decenas de migrantes, en ocasiones y en una sola noche se sirve alimento a más de 1300 personas. “Hacemos esto por amor, se ven muchas caritas tristes, sobre todo en los niños. Ellos reflejan cansancio, desvelo, hambre y desesperanza. No sólo nos dedicamos a entregar alimentos sino a escuchar a los migrantes, sus historias y a conversar”, comenta Lucía.
Julio, Leidy y sus dos niños de 6 y 2 años salieron de Venezuela desde el 8 de enero, ellos han caminado por más de dos meses. Salieron de ese país por la situación económica.
“Lo más duro hasta ahora ha sido la selva, los robos de dinero y comida”, comenta Julio. Ellos esperan en Los Chiles, su misión es llegar a Estados Unidos. Por el momento viven de la caridad de las personas.
Las historias de Julio, Leidy, Yorley presentan una pincelada de la crisis humanitaria. Las fronteras de Costa Rica están llenas de historias de este tipo.
Francis Rojas Sánchez, fundadora de Casa Esperanza se refiere al tema, “los migrantes vienen sin dinero, papeles, desnutridos y abusados después del paso por El Darién, muchos terminan en condición de mendicidad en Los Chiles”. No todos los migrantes continúan su trayecto, algunos consiguen un trabajo en Los Chiles o en Ciudad Quesada para obtener dinero y continuar su ruta. Otros esperan a que sus familiares les envíen dinero o empiezan los trámites para ser de refugiado en Costa Rica. La espera es el común denominador de los migrantes.
De acuerdo a datos de Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) más de 94 mil personas migrantes en tránsito han ingresaron a Costa Rica por Panamá. Lo anterior son datos hasta marzo del 2024.
Este artículo fue realizado gracias al apoyo de Mano Amiga, Casa Esperanza y la Asociación de Amigos de Monteverde quienes organizaron un viaje para ayudar a los migrantes. Agradezco profundamente a los entrevistados con quienes compartimos muchas horas y a las organizaciones que hacen un trabajo humano increíble. La galería completa se puede apreciar en este enlace.
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