Por Daniel Budowski Rodríguez - Estudiante de la carrera de Administración de Empresas
Sabemos que los clústeres son redes de colaboración entre empresas vinculadas dentro de un área o varios sectores productivos, sean competencia o no entre ellas, proveedores, clientes, relaciones públicas o privadas, nacionales o internacionales, cuyo objetivo es establecer encadenamientos de colaboración que puedan potenciar el desarrollo productivo o aumentar la productividad y por ende generar mayor empleo, mejores condiciones laborales y empresariales, y beneficiar la calidad de vida de las personas. Ahora, ¿cómo pueden convertirse estos en una herramienta de reactivación económica después de dos años de pandemia y de conflictos internacionales?
En alianza con el sector público e incluso ONG u organismos internacionales y por medio de la colaboración y coordinación de unidades especializadas de instituciones que promueven este tipo de actividades, se facilitan una serie de emprendimientos en el sector privado tendientes a crear experiencias positivas y de retroalimentación entre los sectores involucrados, quienes asumen el compromiso de crear cadenas de valor y fomentar políticas tecnológicas y de innovación en todos los procesos relacionados (compras, logística, mercadotecnia, exportación e importación de productos, coordinación institucional) de forma tal que en el mediano y largo plazos se disponga de oportunidades comerciales, alianzas estratégicas, centros de investigación y de capacitación, así como gestores tecnológicos y enlaces interregionales y por ende, se facilite la reactivación de una región.
Claro está que existen desafíos para lograr esto. Con la orientación de una política gubernamental y la ayuda de organismos internacionales para fomentar el desarrollo tecnológico e innovación, así como metodologías estándar para estimular la creación de clústeres, paralelamente se presenta el gran desafío de lograr que las empresas involucradas mantengan un crecimiento sostenible, situación que dependiendo del nicho de mercado donde se pretenda fomentar el clúster, presenta grandes deficiencias en los encadenamientos de valor, pues no se da una adecuada articulación productiva y lo que la realidad muestra como panorama en las diferentes empresas son grandes brechas tecnológicas, deficiencias en la formación, en la investigación y en la coordinación interinstitucional que no permiten potenciar el crecimiento de las empresas.
Lograr estos cambios mediante los clústeres implica la colaboración y participación de muchos actores que deben estar concentrados en lograr una relación ganar-ganar, bajo la coordinación institucional, apoyo internacional y políticas de cambio tecnológico, de innovación que den como resultado ventajas competitivas en estos. Actualmente, los sectores con mayor aceleración en la formación y desarrollo creciente de los clústeres son aquellos derivados de campos muy especializados, como servicios y apoyo tecnológicos, biotecnología, robótica y otros similares.
Por ejemplo, nuestro país es una economía abierta que depende en un porcentaje alto del mercado estadounidense. No obstante, se han incrementado nuevas iniciativas de exportación y de comercio con países del oriente medio, China, Tailandia, Corea, así como con países de la Unión Europea. Precisamente para crear valor agregado a los productos y encadenamientos que permitan desarrollar ventajas competitivas en los sectores productivos, con el apoyo de organismos internacionales y por medio de Decreto Ejecutivo en el año 2020, se formuló el Programa Nacional de Clústeres como un proyecto para estimular estas iniciativas; sin embargo, Costa Rica como país ocupa el puesto 51 de 132 países, entre otros, detrás de México, República Dominicana y Brasil.
Con la cooperación y coordinación del MEIC, Procomer, Comex y otras instituciones del Estado, además del apoyo financiero del BID, se están enlazando esfuerzos de retroalimentación, bases de datos y cadenas de valor, que permitan estimular la producción y la competitividad de las empresas en diferentes sectores y, en ese sentido, inicialmente se tienen mapeados diferentes sectores o actividades productivas para lograr la unión de estas empresas mediante clústeres y de esa manera integrar centros de investigación tecnológica con apoyo de universidades, capacitación interna y externa, gestores tecnológicos, bases de datos relacionales de productos y zonas de importación y exportación a nivel mundial, que conjuntamente con los diferentes sectores o actividades productivas pueden involucrarse para crear encadenamientos y mantener un desarrollo productivo sostenible y constante.
En conclusión, el reto es grande en nuestro país. Hay brechas tecnológicas y diferencias importantes entre las diferentes empresas y sectores productivos que deben encauzar un rumbo de bien común para unificar esfuerzos, crear cadenas de valor y estimular la productividad y el nivel de competitividad a lo interno y externo de nuestro país.