El hambre es femenina, cuando es mucha se nota. Más notorio resulta cómo se articulan la pobreza y el dinero; la generosidad y el egoísmo; la educación y el desempleo; la violencia y el desamparo; la víctima y el terror; la reivindicación y el desprecio; la manifestación y el silencio.

El lenguaje es una evidencia, está vivo y se puede manipular ¡claro! El género, también. No lo niego, al contrario, lo uso a mi favor cuando puedo. Igual de dúctiles y plurales son - la (des) información, las ideologías y los odios.

Marzo recién empieza, hace unos días nomás, aquí, allá y acullá, las mujeres llenamos las calles, nos acuerpamos, gritamos, saltamos, cantamos, nos reconocimos unas a otras en las miradas y el roce de piel, en los pañuelos verdes, morados, naranjas, multicolores.

Fuimos mucho más que muchas, ni una más y ni una menos. Sin embargo, hubo, en esta ocasión un “algo” distinto.

En San José la marcha la encabezaron las exiliadas del régimen de Ortega y las seguimos nosotras que vivimos en democracia, sí, y que tenemos un presidente misógino - acosador confeso y juzgado: Rodrigo Chaves.

Gritamos que “el patriarcado se va a caer, se va a caer” y que “América Latina será toda feminista”. Teníamos esta vez más rabia en la voz que convicción, más deseo que esperanza.

Y es que en Argentina está Milei que dispara desde X (antes Twitter) insultos triple equis y no se despeina; que va a los colegios y prefiere bromear sobre adolescentes que se desmayan por “zurdos” y omitir que hay chicos que se enferman de hambre y enfermos que se mueren porque la plata no alcanza para comprar remedios.

¡Viva la libertad de escoger si saltarse el desayuno, el almuerzo o la cena! ¡Viva la posibilidad de sortear quién de la familia se queda sin comer! ¡Viva la posibilidad de escoger entre caminar y andar en bici —porque el precio de los combustibles y del transporte público son prohibitivos—! ¡Viva el poder elegir si pagar la luz o el agua, si comprar la medicación para la hipertensión o la de la diabetes!

Al carajo todo lo que no sea ser cruel, individualista y malpensante si al fin y al cabo “el que es pobre es porque quiere” y la mayoría lo quiso a él de presidente. Que esa mayoría haya escogido gobernadores de otros partidos y no le alcancen los senadores ni los diputados para aprobar leyes parece un asunto menor, al menos en su discurso.

Total, allá, los decretos entran en vigencia y comienzan a correr hasta que la Sala Constitucional falle en contra. Sí, al revés que acá que quedan en pausa hasta que tener el visto bueno de los jueces. Ahora que escribí esto, tiemblo…. Se me ocurre que más de uno de los líderes antidemocráticos que pululan a nuestro alrededor querrá copiar el modelo.

Las que nos amuchamos en todo el mundo sabemos también que lo más probable es que en Estados Unidos ganen Trump y el abstencionismo; que Putin siga arrasando sin piedad ni vergüenza y que en Medio Oriente, entre los extremistas palestinos y Netanyahu y sus secuaces, las mujeres y los niños no son más que daños colaterales, monedas de cambio, escudos.

No hace ni diez años que en España nos hicimos jauría y logramos revertir el fallo y la atrocidad de una manada de violadores (cinco iban vestidos de sanfermines, otros tantos disfrazados de abogados, fiscales, periodistas y jueces). Hace menos que el #metoo y el #yotecreo y #amímepasó inundaron las redes y calaron, repararon e hicieron estragos en los currículums de académicos, intelectuales y artistas que habían contado con la complicidad del silencio y los prejuicios.

No pasaron cinco años de que la marea verde inundó la Plaza del Congreso en Buenos Aires. Esos pañuelos verdes de las pibas que heredaron la fuerza de las Abuelas de Plaza de Mayo que llevan más de cuatro décadas de hacer que la justicia no sea un cuento, que la memoria no sea solo intangible, que la verdad no desaparezca, que la identidad sea un derecho.

¡Libertad de elegir sobre sus cuerpos pedían las chicas a coro! ¡Libertad de no morir si no había plata para acceder a un aborto clandestino seguro! ¡Libertad de estar informadas y de disfrutar de la sexualidad! ¡Carajo…. es lo mínimo!, ¿no?

Pues parece que ni tanto ni tampoco. Las feministas estábamos advertidas gracias al mantra sagrado que nos dejó la Beauvoir: “Bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”.

Así que en todas las latitudes hay que estar atentas; en cuanto veamos las sonrisas de esos mono-lisos que nos gobiernan, las mujeres tenemos que sacudirnos el cansancio y volver a explicar y a resistir y a insistir.

Las mujeres de todas las edades vamos a seguir y a salir a las calles cuando no tengamos techo y a quedarnos en vela cuando el miedo se conjugue con el insomnio, a encontrarnos y abrazarnos y a levantar la voz y el puño aunque estemos jodidas y tengamos miedo… porque la ley del mercado nos acorrala.

Porque las mujeres nunca podemos darnos el lujo de pensar “sálvese quien pueda” ya que de nosotras dependen los cuidados y todas tenemos que volver a casa: ¡que sin nosotras el mundo no gira y hasta las plantas se mueren de sed!

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