En el escenario global contemporáneo, la geopolítica y la tecnología se entrelazan de manera muy cercana y compleja, conformando uno de los ejes sobre el cual giran los conflictos y las dinámicas de poder en la arena internacional. A lo largo de la historia, los territorios han sido objeto de disputa y las estrategias de lucha han evolucionado para adecuarse a los cambios tecnológicos y políticos, siendo cada vez más complejos acorde la evolución social. En este contexto, la noción de un orden mundial que va de salida y el surgimiento de nuevas potencias que influyen en las relaciones internacionales, desafían al sistema internacional establecido y deja sobre la mesa interrogantes sobre el futuro de la humanidad.

Las guerras híbridas y de cuarta generación se sostienen como paradigmas de esta nueva era, caracterizadas por la asimetría y el uso intensivo de tecnologías de la información y de medios no convencionales en los conflictos políticos, en donde incluso el uso de la tecnología juega un rol determinante, en cuanto a la capacidad de acción de los Estados, a causa de la información que pueden obtener por medio de esta o de las tácticas que les permitan implementar. En este escenario, el dominio tecnológico se convierte en un factor clave, otorgando ventajas significativas a las potencias que lideran la innovación. Sin embargo, esta supremacía tecnológica también abre la puerta a nuevas formas de espionaje y contrainteligencia, transformando el panorama de los conflictos internacionales.

El caso de Julian Assange y WikiLeaks ejemplifica esta dinámica. A través de la divulgación masiva de documentos clasificados, Assange puso al descubierto las acciones controvertidas de Estados Unidos y las malas gestiones de políticos corruptos. Si bien su actuación fue percibida por una parte de la población como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, para otra parte de la opinión pública evidencia la importancia del acceso a la información en la configuración del nuevo orden mundial, sobre todo bajo un contexto en donde se criminaliza el trabajo de periodistas, editores y voces críticas de los grupos de poder.

Las guerras híbridas y de cuarta generación no solo se limitan al ámbito militar, sino que abarcan dimensiones económicas, políticas y sociales. La guerra híbrida emerge como una estrategia de control que combina medios convencionales y no convencionales, desdibujando las fronteras binarias entre la guerra y la paz. El uso del ciberespacio, ciberarmas y la aplicación de bloqueos económicos y el lawfare por medio de las medidas diplomáticas coercitivas, son algunos ejemplos de las tácticas empleadas en este tipo de conflicto, que buscan socavar la estabilidad de los adversarios sin recurrir a la violencia directa como el uso de armas de guerra tradicionales.

El conflicto en el este de Ucrania, en las regiones del Donbass y Donetsk, ejemplifica la aplicación de la guerra híbrida por parte de Rusia. La intervención rusa, caracterizada por el apoyo a los separatistas y el uso de tácticas híbridas, ha profundizado la crisis en la zona y ha generado consecuencias humanitarias devastadoras. Este conflicto no solo afecta a las partes directamente involucradas, sino que también tiene implicaciones a nivel internacional, reconfigurando las alianzas y las relaciones de poder en el sistema internacional y sobre todo permite a Rusia dar una muestra del poder político y militar que ostenta en este momento.

Los líderes políticos de Ucrania y Rusia desempeñan un papel fundamental en la dinámica de los conflictos contemporáneos, la narrativa que posicionan, la imagen pública que proyectan y su capacidad discursiva. El presidente Putin de Rusia y el presidente Zelenski de Ucrania representan dos visiones opuestas en cuanto a la resolución del conflicto en Ucrania. Mientras Putin busca reafirmar la influencia rusa en la región, el presidente ucraniano aboga por soluciones pacíficas y negociadas.

En última instancia, el conflicto en Ucrania y la aplicación de tácticas de guerra híbrida por parte de Rusia subrayan la complejidad de los conflictos modernos. La geopolítica, la inteligencia y la innovación tecnológica se entrelazan intrínsecamente, delineando un orden mundial caracterizado por la incertidumbre y la volatilidad. En este contexto, es crucial reflexionar sobre el futuro de la humanidad y las estrategias necesarias para afrontar los desafíos que se avecinan. La reestructuración del nuevo orden mundial no es solo una cuestión de poder y dominio, sino también social y cultural, enmarcada en los valores y principios que deben guiar nuestras acciones como sociedad, en un mundo cada vez más complejo e individualista ante los retos colectivos del presente.

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