De niños o jóvenes la mayoría pasamos por una etapa en la que a todo contestábamos con “¿y por qué?”, para que nos explicaran por qué pasaban o eran las cosas. Con el pasar de los años dejamos de hacernos esas preguntas y nos ocupamos con las tareas del día a día. He de admitir: no salí —y no creo salir— por completo de esa etapa.

Hoy, habiendo estudiado la carrera más noble (administración), mucho de mi trabajo se ocupa en hacer esa bella pregunta: ¿y por qué? Evidentemente, ya no en un contexto de niños, sino con gerentes y profesionales. Hace años me dijeron “pregunta tonta es la que no se hace” y se ha convertido en una filosofía de vida. Esto llevó a que aquel niño que quería ser bombero, piloto de avión e ingeniero aeroespacial, pero que se dedicó a las ciencias económicas, pudiera sostener una conversación con un ingeniero físico sobre por qué los Rayos X son los idóneos para una tomografía computarizada de materiales inorgánicos. ¡Verdaderamente increíble!

Ahora más que nunca, con la implementación de herramientas de Inteligencia Artificial en cada chatbot o plataforma con la que interactuamos, se torna más sencillo encontrar la respuesta a nuestra pregunta. Un apreciado profesor, Juan José Muñoz, nos decía en su clase de innovación y creatividad que “doña Google siempre tiene la respuesta.” Sin embargo, debemos de ser conscientes cuando buscamos, porque podemos caer en un sesgo de confirmación que no nos permite ver más allá de lo que preguntamos.

Toda esta historia y contexto tiene un fin: reconocer que no lo sabemos todo, y debemos aprender un poco todos los días. Desde lo que es un silogismo o cómo funciona una resonancia magnética, pasando por los temas que gusten. El mundo es increíble, vasto y lleno de conocimiento que, gracias a la tecnología, está en nuestras manos. Aprovechémoslo.

Concluyo haciendo un llamado a ese niño interior que era eternamente curioso; a ver qué aquel “método científico” que nos enseñaron en la escuela y colegio en las ferias, es perfectamente aplicable al día a día de adultos; a preguntarnos, y preguntar sin miedo a aceptar que no sabemos, los temas que nos llaman la atención y son de nuestro agrado. Recordemos, en fin, que siempre se aprende y siempre se mejora.

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