A raíz de las recientes declaraciones del vicepresidente Stephan Brunner, con respecto al efecto del dólar en las actividades económicas, específicamente en lo atinente al café, reflexiono sobre su importancia en la construcción de nuestra economía e identidad.

El cultivo de café es parte del tejido que provee de paz social a la nación desde su fundación, es agente de construcción de condiciones de bienestar, justicia y solidaridad, que coadyuban al equilibrio social.

El café, si bien es cierto, produce más cuanto más lejos estemos de la plantación —así dicho por exportadores— es una de las actividades agroindustriales que generan mayor encadenamiento y por tanto mayor redistribución. Participan en este proceso trabajadores de la plantación o pequeñas fincas como peones no especializados, recolectores y trabajadores especializados como agrónomos, también servicios de transporte, proveedores de insumos, trabajadores de plantas de beneficiado y micro- beneficiado, estibadores y trabajadores administrativos de procesos asociados a la actividad en administración y exportación y en tiempos recientes, turismo rural.

En gran medida, el trabajo es realizado por personal no calificado, en el área más frágil del tejido social, donde los indicadores nacionales reportan mayor desempleo y, precisamente, el cambio de actividad productiva se vuelve más difícil, porque se carece de las herramientas para lograrlo.

Frente a este panorama, tenemos unos índices de violencia que al día de hoy disparan alertas internacionales en cuanto a la seguridad de un país cuyo principal ingreso es el turismo. Del turismo dependen no solo los grandes inversionistas, también las personas con empleos directos e indirectos, así como los emprendimientos que están encadenados con el sector.

Conociendo que el agro y la seguridad alimentaria no son una prioridad en las políticas gubernamentales —“la ruta del arroz” queda como evidencia— cabe pedir a las autoridades su intervención para rescatar esa paz social que depende del trabajo honesto los costarricenses, entre ellos de ese sector sensible a los cambios, como lo son los trabajadores agrícolas.

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