La libertad y la dignidad de los habitantes de una nación son protegidas por la institucionalidad de una democracia liberal. La democracia liberal en América Latina está amenazada por la unión de fuerzas de la izquierda autoritaria que desdichadamente logra apoyo de algunos movimientos de la izquierda democrática.  Esa circunstancia amenaza la dignidad y la libertad de los latinoamericanos.

Ciertamente hay amenazas contra la democracia liberal en nuestra región que provienen de populismos de derecha, como la que se da en El Salvador y que se vivió en Guatemala. Pero en este caso no hay una acción coordinada Inter Latinoamericana que las articule y favorezca su expansión. No se da para autoritarismo de derecha la existencia de instituciones semejantes al Foro de San Pablo, el Grupo de Puebla y otros más.

Los partidos políticos, las personas, las instituciones que centramos nuestros valores cívicos en la dignidad y la libertad de las personas debemos unirnos para enfrentar esta amenaza.

Esto exige unidad de acción de quienes ya somos conscientes de esta grave amenaza, y convencer y unir a esta acción concertada a los entes de la izquierda democrática de nuestra región.

También exige influir en las instituciones que profesan adhesión a la democracia liberal en Estados Unidos y Europa para que colaboren con este esfuerzo conjunto.

La grave situación que confronta la democracia liberal en América Latina

El Latinobarómetro de este año revela que mientras en 2010 un 63% de los latinoamericanos encuestados consideró la democracia preferible a cualquier otra forma de gobierno, en 2022 (medición más reciente) solo un 48% lo estimó así, menos de la mitad.

Durante este siglo después de que a su inicio solo Cuba no era democrática renace el populismo autoritario de izquierda y se fortalecen las dictaduras.

Cuando Fidel Castro y sus jóvenes barbudos bajan de Sierra Maestra en 1959 el mundo y en particular América Latina los aceptó como héroes. El encanto llegó al extremo de hacer del Che Guevara un ícono a pesar de haber sido la persona encargada de los fusilamientos en el paredón asesino y de la violencia.

Los intentos subversivos de Cuba en nuestros países obtuvieron su mayor triunfo con la dictadura chavista en Venezuela. Con los recursos de la riqueza petrolera de esa nación se reverdeció la dictadura de los hermanos Castro y se propulsó el Socialismo del Siglo XXI. Así también se fortaleció el mito de Hugo Chaves que luego heredó Maduro.

Nicaragua bajo la perversa conducción de Ortega y Murillo disfruta del prestigio revolucionario del sandinismo que derrocó a Somoza. Con esos mitos como respaldo, las dictaduras del castrismo, de Maduro y de la pareja que oprime a Nicaragua son las más descaradas y crueles dictaduras de nuestra región.

Cuba, Venezuela, Nicaragua y en menor medida Bolivia son regímenes en que no se respetan los derechos humanos fundamentales y en los que no rige un estado de derecho.

En Cuba no se permite más que el partido comunista y hay más de mil prisioneros políticos, más que en todo el resto de América Latina.

La dictadura castro-comunista es una historia de violaciones crueles a los derechos humanos de sus ciudadanos y de habitantes de otros países. Es una historia de expulsión de sus ciudadanos de su patria, de encarcelamientos, de pérdida de vidas y de libertades, de empobrecimiento de sus habitantes. Es una cruel y dolorosa historia que desdichadamente se reproduce en las naciones que llegan a ser sometidas a los populismos autoritarios de izquierda como Venezuela y Nicaragua. Sin llegar a los extremos de barbarie antihumana de esos regímenes, Ebo Morales en Bolivia, los Kirshner en Argentina, Correa en Ecuador han seguido sus huellas encantando, sojuzgando y empobreciendo muchedumbres.

Increíblemente los gobernantes de Brasil, México y Colombia, los tres países más poblados de América Latina apoyan esos regímenes y descaradamente abrazan y dan ínfulas a sus dirigentes.

Esta deriva antidemocrática se da en un mundo que cambia de época

Vivimos un cambio de época similar a la caída del Imperio Romano; tan grande como el advenimiento de la Edad Moderna con el Renacimiento, las ciencias empíricas, la Reforma y Contra Reforma, los descubrimientos geográficos; y tan disruptivo como el surgir de la Época Contemporánea con la Revolución Parlamentaria Inglesa, la Independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.

Este cambio de época facilita el ascenso de los populismos autoritarios.

Hoy se dan cambios en las relaciones familiares, personales, religiosas, empresariales, sociales, políticas, internacionales y son también los muy palpables cambios en las tecnologías que cada día nos sorprenden.

Además, este cambio que hoy experimentamos es más veloz.

Todos estos cambios tienen un enorme potencial para mejorar el bienestar de las personas.

Pero este cambio de época modifica radicalmente nuestras circunstancias y aumenta la incertidumbre.

El proceso de cambio también nos desarraiga por relativización de valores, por urbanización, por relaciones laborales más frágiles, por el debilitamiento y fragmentación de los partidos políticos. Son efectos de la velocidad del cambio del mundo que nos rodea y de la falta de adaptación a ese cambio en nuestros modelos mentales y en la institucionalidad.

Las personas pierden su confianza en las élites.

Las redes sociales facilitan los enfrentamientos. Con la aparición y la preponderancia de las redes sociales y sus algoritmos se facilita la comunicación impensada, con facilidad se reenvían mensajes y se dan “me gusta”. Además, las redes nos separan en grupos cerrados y hostilmente enfrentados y magnifican la fortaleza de las paparruchadas, de las fake news.

El aumento de la incertidumbre y el desarraigo producen frustración. Lo desconocido nos da miedo. Frustrados y con miedo nos enojamos. Son condiciones propicias para la violencia. La racionalidad y el amor se debilitan en la acción humana.

El populismo autoritario aprovecha esas condiciones para alcanzar el poder y desde los gobiernos ir corroyendo la democracia liberal.

Unión de los demócratas para defender la dignidad y la libertad

Por encima de las diferencias que nos separan respecto a las instituciones y las políticas públicas más eficientes para promover el progreso material de los ciudadanos, los demócratas de centro, de derecha o de izquierda debemos unirnos para enfrentar la amenaza a la libertad y la dignidad que significan los populismos autoritarios de izquierda.

No basta actuar individualmente. Los partidos políticos, los pensadores y las organizaciones del voluntariado de centro y de derecha debemos aprender a actuar en forma concertada ante tan grave peligro. El Foro América Libre que se reunió en Ciudad de México en octubre de 2023 debe ser fortalecido.

Además, estos grupos debemos entender la importancia estratégica, la conveniencia, incluso la necesidad, de unir a nuestros esfuerzos los de las instituciones democráticas de izquierda.

Los partidos, pensadores y organizaciones democráticos de izquierda deben aquilatar la gravedad del peligro para su propia actuación en sociedades libres que significa la expansión del populismo autoritario. Y unir sus esfuerzos a los de otros grupos ideológicos para impedir su expansión y reversar sus conquistas.

La hora exige la acción conjunta de todos los demócratas de América Latina en favor de la dignidad y la libertad de todas las personas.

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