El sistema educativo del país tiene una nota “apenas adecuada”, pero está en un nivel limítrofe con la categoría de “pobreza educativa”.
Según el estudio de McKinsey & Company llamado “¿Cómo pueden mejorar los sistemas escolares el aprendizaje a escala?”, existen cinco categorías de desempeño en los planes educativos alrededor del mundo, los cuales son: excelente, bueno, justo, pobre y muy pobre. Según esta escala, Costa Rica se sitúa en la categoría de desempeño justo (mediocre), pero en la zona limítrofe con la categoría de pobreza educativa.
Estas categorías se establecen a partir de la relación entre la cantidad de dólares que se invierten al año por estudiante, en cada país, y la efectividad en el uso de estos recursos. McKinsey señala que el sistema educativo costarricense invierte, aproximadamente, $6 mil dólares por alumno de manera anual. Lo cual, en relación con la efectividad de ese monto, lo coloca en una posición media en la tabla.
Se debe resaltar que, a pesar de no tener una nota destacable, Costa Rica y Chile, ambos en la misma categoría, son los países de América Latina que más invierten por estudiante al año. La diferencia entre los dos es que Chile tiene un puntaje que lo ubica más cercano a la categoría de buen desempeño, siendo el país de la región con más alta calificación. Otros países como México y Uruguay también se encuentran en la categoría de desempeño justo, con la diferencia de que la inversión anual por estudiante no supera los $4 mil. Otros países que destacan en este listado son Colombia y Panamá, ambos en el nivel de pobreza educativa, y los panameños más cercanos a la categoría de desempeño muy pobre.
El informe revela que ningún país de América Latina se encuentra en una categoría de buen o excelente desempeño educativo y explica que esto obedece a una serie de obstáculos que no se han logrado superar. Por ejemplo, no existen prioridades claras y se actúa de manera reactiva. Es decir, no existe adecuada planificación, lo cual genera una distribución financiera inadecuada o inequitativa. Por otro lado, se evidencia una falta de preparación y actualización entre los profesores y planificadores de los planes académicos, lo cual provoca que no haya una adaptación de la base empírica al contexto actual. Por último, hay poca continuidad en el liderazgo educativo, que genera cambios constantes, sin una dirección definida.
“Antes de tomar medidas para mejorar, es importante saber dónde nos encontramos. Es decir, las soluciones en los sistemas educativos dependerán de si su nivel de desempeño es bueno, justo, pobre o muy pobre. Esa es la importancia de realizar este tipo de estudios y categorizar a los sistemas educativos. Una vez que sabemos el estado de cada uno, podemos enfocarnos en las medidas que hay que tomar para mejorar. Si tomamos en cuenta estas recomendaciones, es posible que para el año 2050 podamos evitar que 20 millones de estudiantes en América Latina sufran de pobreza educativa”, explicó Felipe Child, líder de práctica de Desempeño Organizacional y de Personas en McKinsey Hispanoamérica.
Como parte de esta adaptación de soluciones, hay dos ejemplos de éxito muy claros en América Latina, se trata de Perú y de Ceará, un estado de Brasil. Ambos se encuentran en el nivel de pobreza educativa, pero son los que mayor mejora presentan luego de aplicar algunas medidas específicas. En primer lugar, Perú reconstruyó el equipo de liderazgo del ministerio y atrajo talento de otros sectores, incluido el financiero, que aportaron habilidades nuevas y necesarias. En cuanto a Ceará, el estado autorizó a los departamentos de educación municipales a trabajar con los maestros en la implementación de lecciones escritas. En las ciudades que tienen escuelas con más dificultades, el estado lideró un viaje largo y sostenible para mejorar la calidad de los líderes educativos municipales, capacitándolos para brindar un mejor apoyo a los maestros y las escuelas.
Ahora bien, como mencionó Child, las soluciones no son las mismas para todos los sistemas educativos; se deben aplicar con respecto a su estado actual. A continuación, se presentan medidas específicas para que un país como Costa Rica, que se encuentra con un sistema de educación con desempeño justo, pueda aspirar a tener un desempeño bueno:
- Desarrollar incentivos para que tanto los docentes como los líderes escolares atraigan y retengan a los mejores talentos. Crear procesos de contratación meritocráticos y tener inversión en contratación, formación previa al servicio y coaching alineado.
- Adoptar planes de estudio y evaluaciones basados en competencias a nivel del sistema. Asignar recursos para reforzar la pedagogía de alfabetización y aritmética avanzada. Crear un plan de estudios flexible adaptado a los contextos locales, es decir, que estos planes se ajusten a las tendencias actuales del perfil de profesionales que más oportunidades tienen.
- Mejorar el bienestar de los estudiantes para incrementar la asistencia y el aprendizaje. Esto se logra siendo facilitadores de la educación como servicios de atención médica y provisión de transporte y también con aprendizaje socioemocional de los estudiantes integrado en lo académico.
- Establecer sistemas de desempeño escolar basados en evaluaciones de los estudiantes, hechos públicos para la rendición de cuentas. Proporcionar apoyo para planes de acción y programas de emparejamiento a nivel escolar.
- Implementar sistemas de presupuestación basados en el desempeño con autonomía calificada para la elaboración de presupuestos a nivel escolar, esto para garantizar una asignación de recursos, gobernanza y operaciones justas y efectivas.