Acontece otra elección más este 4 de febrero, donde escogeremos en una sola elección, a todas las autoridades de los Gobiernos Locales en todo el país. Parte del escenario demuestra un desinterés muy grande, una apatía política por participar y un desconocimiento no sólo de las candidaturas, sino también de las propuestas.

Según la medición del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), sólamente un 30,6% de la población se encuentra muy interesada en participar en las votaciones. Esta medición a una semana de la convocatoria a las urnas, que por más que quiso arrancar, nunca terminó de calentar en términos reales. Dicho de otra manera, a un 70% de personas encuestadas le interesa, algo, poco o nada esta elección.

Como persona joven, pero, además, parte de la fuerza laboral del país, encuentro muy representativa y acertada esta medición, en tanto podría casi asegurar que los valores y principios que sostienen la democracia, no son un asunto de cuestión para las personas jóvenes; es más, hablar de política, hasta cierto punto, es algo mal visto o un tema que se quiere evitar.

Presentado lo anterior, ¿a alguien todavía le interesa la democracia? Según estos datos, parece que no y pretendo en este escrito, sumar algunos aspectos a debate.

En un artículo publicado por el filósofo Arnoldo Mora, titulado, “Municipalidades y Democracia”, señala una cuestión con la que estoy totalmente de acuerdo y hago eco en este texto: el gobierno local es en esencia, la expresión más cercana, a los asuntos más comunes de la población. Desde la limpieza de aceras, construcción de vías, presupuestos públicos, seguridad e inclusive, ambiente y naturaleza.

Considerando lo anterior, estas elecciones deberían ser de aún más interés para la ciudadanía, pero sin certeza alguna, 7 de cada 10 personas, casi no le preocupan estos temas. Creo importante situar esbozar algunos de los motivos por los cuáles estas elecciones municipales, no calan en la población en general, y con particular impacto, en las personas jóvenes.

La desconfianza, corrupción y desesperanza son aspectos clave que la gente siente cuando conversa sobre política. Como persona joven, la incertidumbre que promueve el futuro laboral, de vivienda y ambiental son temáticas muy ausentes en los programas de gobierno. Además, la mediatización de la corrupción en todas las esferas de lo público, hace de repelente estratégico para que la gente joven huya de espacios para conversar sobre estos temas. Más bien debería de ser todo lo contrario, la gente joven cada vez más debería de hablar de estos temas, no obstante, puede más el desencanto que la convicción de luchar por visibilizar estas problemáticas.

Por otro lado, desde una mirada más profunda, las capacidades y ejercicio del poder que ejercen los gobierno locales, han estado supeditadas a otras fuerzas que las personas suelen creer que determinan más su vida, me refiero a poderes fácticos; cámaras empresariales, medios de comunicación, empresas transnacionales de forma más reciente las pandillas, e inclusive los poderes financieros del país.

Es por ello que es importante en esta elección, entender la democracia más allá de las urnas, y situar el desafío de los gobiernos locales, visibilizando más su trabajo. El desencanto de las personas jóvenes, es clave para que se sostengan en el poder partidos que ya aseguran su caudal de votos, por ello, una ciudadanía activa, una juventud despierta y una orientación más esperanzadora de un futuro mejor, es clave para recuperar la credibilidad de la democracia.

Entonces, ¿le interesa a alguien la democracia? Sí, a unos pocos todavía les interesa, aunque parece que la falta de interés es casi una vocación estratégica para mantener a algunos en el poder. La posibilidad de recuperar el interés está en activar los mecanismos participativos y en evidenciar su importancia regional. La democracia y la política, en fin, son mecanismos para reunir visiones de convivencia en sociedad, y aunque otros poderes pueden estar determinando a diario las elecciones racionales de las personas —y no cada cuatro años, como la democracia— la alternativa de escoger mejores representantes que devuelvan el poder a las instancias políticas, pasa por las urnas, al menos en este sistema que, todavía debe mejorar para garantizar condiciones democráticas de plenitud.

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