Quienes tienen más de 50 años seguramente recordarán que los “productos de antes” eran mucho mas durables que los de hoy. Además, la mayoría de ellos se reparaban cuando no funcionaban, y ello les permita aumentar significativamente su vida útil. Hoy ya no es así.
La famosa “obsolescencia programada” nos vende la idea de que el producto que compramos, y que va a durar solo algunos pocos años (cuando no meses), será reemplazado luego por uno más innovador, que hace más cosas, o que las hace mejor. Pero a cambio, debemos comprar un bien que, en vez de durar 10 años, lo hará por 2 años a lo sumo. Nos dicen que eso genera innovación porque las empresas compiten por incorporar nuevas características a los productos y eso será bueno para nosotros. Sin embargo, esa “innovación” muchas veces es tan limitada que, casi siempre, no cumple la expectativa que genera en los consumidores. Pero, si debemos pagar por el nuevo producto y sus posteriores (y muchas veces irrelevantes) mejoras, mucho más que cuando compramos el producto que duraba 10 años. Al final, quien gana, ¿las empresas o los consumidores?
¿Alguien cree que con “la economía de antes” las empresas perdían dinero o nunca innovaban? ¿Cómo fue que pasamos a este modelo que nos obliga sistemáticamente a seguir comprando y generando desperdicio? Además, no tenemos más remedio que hacerlo. Los productos “no tienen arreglo”, o bien, repararlos cuesta casi tanto como comprar uno nuevo. Razón por la cual optamos por lo nuevo. Esto además liquidó varios mercados: el de los repuestos, y miles de empleos: las personas que reparan calzado, ropa, electrodomésticos, etc. Este además era un mercado de carácter local; daba empleo e ingreso a la población del barrio, colonia, distrito o cantón; y dinamizaba esa economía.
Lo anterior no significa que en realidad no se haya innovado, si ha sucedido, y en algunos casos de forma significativa. Pero casi nunca a favor de los consumidores.
Al mismo tiempo, seguramente muchos de ustedes, igual que yo, se han percatado como se han ido deteriorando las características de los productos que consumimos todo el tiempo. El tamaño de los productos se ha reducido, o la calidad, o ambos; pero ello no ha significado precios mas bajos. Muchos productos han reducido sus envases de forma poco visible (a veces casi imperceptible). Quienes se han dado cuenta, han observado que productos en presentaciones de un litro / un kilo, ahora son de 900 ml / 900 gramos. Se ven casi igual, y cuestan lo mismo, o un poco más. En los restaurantes las porciones son significativamente menores (en algunos casos hasta llegar a ser ridículas). Pero los platos casi en todos los casos cuestan más. Y peor aún, compras por los servicios de delivery y si las cosas no llegan completas, o bien en mal estado, la respuesta es; “eso suele pasar” y nada más. Ni disculpas, ni compensación, ni nada.
Lo que observamos es que el deterioro en los mercados siempre es en contra de los consumidores. Pero ¿acaso no somos nosotros quienes movemos la economía? Si no consumimos, ¿quién compra? Y, por lo tanto, las empresas ¿a quién le venden? Los consumidores somos una fuerza fundamental del crecimiento económico que lamentablemente no usa su poder porque nos ven como individuos y no como un grupo. Y además porque nosotros también actuamos de forma individual.
Si las empresas buscan unirse con otras para tener mas poder e influencia en el mercado (como los casos de los bancos, las líneas aéreas, las farmacias, las empresas que producen bienes de consumo masivo, entre otras), porque los consumidores mantenemos esta posición individual y no empezamos a agruparnos también para exigir el mínimo cumplimiento de lo que las empresas dicen ofrecer.
Las empresas gastan millones en publicidad para atraer a los clientes a los que luego tratan con la punta del zapato. ¿Eso tiene sentido? Son pocas las empresas que no invierten en publicidad. Sin embargo, esas que no lo hacen, invierten esos recursos en mejorar las características del producto, los servicios, capacitar a su equipo. Solo los empresarios que se den cuenta de ello tratarán de dar un giro y empezar a invertir menos en publicidad y más en sus clientes.
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