Como el dios Jano de la mitología romana, el 2023 tuvo dos caras. El gobierno solo mira una, mientras que la oposición se fija más en la otra. Ambas son reales y contradictorias. Si no se analizan con detenimiento, no se entenderá lo que pasó ni se podrá mejorar el futuro.

Una cara muestra un país exitoso en lo económico. Sobresaliente desempeño en crecimiento de la producción, exportaciones, turismo, inversión extranjera, y contención del desequilibrio fiscal y la inflación (incluso se nos fue la mano). Costa Rica fue ejemplo mundial. El Fondo Monetario Internacional y las clasificadoras de riesgo aplaudieron y hasta premiado salió el ministro de Hacienda (pese haber estado en contra de algunas de las reformas que exaltaron los premiadores).

La otra cara muestra un país rezagado en lo social. Más inseguridad, auge del narcotráfico y del sicariato, más pobreza extrema, menos empleo, masiva salida de mujeres y jóvenes de la fuerza de trabajo, incremento de adultos mayores sin empleo ni pensión, pésimos resultados educativos, y, como cereza del pastel, menor inversión social. A ello le agregaría la hiperpolarización política y el retroceso en libertad de prensa.

Este desenganche entre la locomotora económica y el resto del tren social es un problema grave que se debe corregir. El despegue económico durará poco si no va de la mano de mayor progreso social.

¿Cómo reconstruir el nexo entre lo económico y lo social? ¿Cómo hacer más incluyente la prosperidad? Debemos mirar más allá de lo coyuntural y reducir la brecha educativa, productiva y territorial. También se debe corregir el diseño de la política social y monetaria.

La educación es lo primero. Es indispensable estimular la sed de saber, innovar, y ser mejores. La educación de calidad no debe ser un privilegio del que la pueda pagar, sino un derecho del que nace y vive en esta tierra. No habrá un mejor país sin mejores personas. Seres humanos más capaces, más plenos, más comprometidos con los demás y con su entorno natural. Esto supone una revolución educativa que urge empezar ya.

La dualidad productiva es otro reto. Se debe nivelar la cancha, generando un clima de negocios bueno para todos, en lugar de microclimas especiales para unos. También hay que revisar la estructura tributaria, para reducir la carga al trabajo y la producción, y aumentarla a la riqueza y la contaminación, cerrando los portillos para eludir.

Hace rato el Estado abandonó las costas y las fronteras. El narco lo sabe y lo aprovecha. Enfocarse en el desarrollo de polos de desarrollo fuera de la Gran Área Metropolitana debe ser prioridad. La política de clústeres e iniciativas innovadoras (zona norte, mesa caribe, nueva Turrialba) deberían convertirse en la punta de lanza de una gran alianza por la aceleración del desarrollo territorial incluyente.

Hay que transformar de raíz la política social. En los últimos treinta años el ingreso por habitante se quintuplicó y la pobreza siguió igual. Ni el crecimiento, ni los cuarenta programas sociales, ni el 3% del PIB de inversión anual, han logrado bajar la pobreza ¿No será hora de revisar y cambiar lo que estamos haciendo? Tres ideas concretas:

  1. Reemplazar el modelo actual de transferencias por un Piso Económico Familiar, una renta mínima a los hogares que lo ameritan, condicionado a medidas de integración productiva y social (fiscalmente neutro).
  2. Ampliar y reforzar la red de cuido.
  3. Crear una eficaz rectoría del sector social para evitar la atomización actual.

Por último, el Banco Central le debe asignar igual importancia al empleo que a la inflación. Si sólo se enfoca en controlar el crecimiento de los precios, puede terminar descontrolando los factores que hacen crecer el empleo. El 2023 es prueba de ello. Se debe cambiar la ley para garantizar igual jerarquía a ambos objetivos, tal y como funciona la reserva federal de los Estados Unidos.

El 2023 nos deja un retrato del problema de fondo que tiene Costa Rica. Las dos caras que no encajan y que nos separan cada día más. Enganchar la prosperidad económica al bienestar de las personas, sin dejar a nadie atrás, es indispensable para retomar la vía costarricense hacia un futuro del que nos podamos sentir orgullosos.

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