A pocos meses de inaugurar el curso lectivo 2024 el Ministerio de Educación Pública (MEP), se “desbarranca” aún más. Sin embargo, no mencionaré en esta nota aspectos relevantes para el Magisterio tales como: la famosa prueba de idoneidad, nombramientos en propiedad, pagos retroactivos y demás. He de reconocer que sobre esta temática hay ya bastante información en manos de los docentes.

Quisiera hacer hincapié en otros aspectos más relevantes para el nuevo curso lectivo 2024. El primero de ellos es ¿cómo proporcionar una educación de calidad con programas de estudios con casi dos décadas de vigencia? Tal es el caso de la asignatura que tanto dolor de cabeza ha dado a los docentes que la imparten, asesores, directores y padres de familia: Educación Religiosa.

Esta asignatura, cuyo programa de estudio a estas alturas del siglo XXI no se actualiza, continúa basándose con contenidos y objetivos utilizando un programa de estudio de 1996 y un programa trasversal de 2005 que desconocen por completo padres de familia, directores, supervisores entre otros.

En este caso en particular, ahondaré en dicha asignatura puesto que la imparto en el sistema educativo público. Conocedora de la importancia de educar de manera integral al ser humano, considero que es tarea y deber de los padres de familia inculcar la fe que libremente profesan a sus hijos, esto desde sus respectivas religiones e iglesias.

El Estado debe ya separarse de la Iglesia y no comulgar ni con una ni con otra. Es decir, debe ser laico. Un estado laico tal y como lo afirmó el papa Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas Est (2006):

El estado no puede imponer la religión, pero tiene que garantizar su libertad y la paz entre los seguidores de las diversas religiones”.

Mientras que el papa Francisco en declaraciones para el Diario ABC en 2016 ha reiterado la importancia de contar con un estado laico, pues un Estado confesional termina mal”. “Esto va contra la historia.”  Enfatizó:

La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.

Si los mismos papas, reconocen, aceptan de manera objetiva y racional la importancia de un Estado laico, me pregunto por qué razón los obispos de Costa Rica no lo ven, más aún por qué las distintas fracciones que integran la Asamblea Legislativa no derogan ya, de una vez el artículo 75 de la Constitución Política de nuestro país y dejamos ya la doble moral.

Si, así como se lee: la doble moral, y ¿por qué doble moral? Porque los asesores de dicha asignatura sostienen que el programa de estudio es totalmente ecuménico, abierto a cualquier denominación religiosa por lo que interpelan a los docentes que imparten dicha asignatura a formar en valores sin perder el enfoque o la esencia de la asignatura como tal: el mensaje cristiano que llega a iluminar la realidad compleja del ser humano. No obstante, olvidan el pequeño y gran fallo de la Sala Constitucional (voto 2023-2010) que ordenó por unanimidad solicitar a la administración del MEP que desde el ámbito de sus competencias elabore los nuevos Programas de la asignatura en dos etapas:

  1. Confesional: Educación General Básica (Primaria.)
  2. Ecuménica o Ecléctica: Educación Diversificada. (Secundaria)

Han pasado años, ¿dónde están los planes de estudio? Más aún, Poder Legislativo ¿dónde está la reforma del artículo 75 de la Constitución Política?, ya que si la memoria no me falla desde el Gobierno de Solís en 2014 el pueblo aclamaba por un Estado laico.

Fue entonces cuando representantes de la Conferencia Episcopal salieron en su defensa, alegando que la laicidad atenta contra la identidad cultural del ser costarricense y que la Constitución tal y como está ya defiende la libertad religiosa.

Como ciudadana, como docente, como persona ruego a Dios por un Estado laico, donde dicha asignatura se elimine por completo del currículo costarricense (al igual que muchas otras que están de adorno) y en su lugar elaboren programas de estudio que respondan a las demandas del mercado laboral: idiomas, robótica, trading, inteligencia emocional, habilidades blandas, inteligencia artificial, entre otras. Aunque esto implique un despido “masivo” de muchos docentes interinos y hasta propietarios como lo es mi caso, ante esto, existen alternativas. Basta ya de la cultura del “pobrecito”, en la que como docente no se puede ir más allá y enseñarle a pensar al estudiante en el aula porque, al día siguiente se tiene en la dirección a un padre de familia quejándose por las enseñanzas recibidas, partiendo no en pocas ocasiones de malas interpretaciones y de la propia ignorancia en temas de religión.

Señora ministra de Educación, la ruta de la educación no es tan complicada como parece, se trata de contar con, planes estudio que respondan a las necesidades del mercado laboral. Separemos o eliminemos la Educación Religiosa del sistema educativo costarricense, pues la laicidad del estado busca dar al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios, tal y como lo afirmó Jesús.  Se desea garantizar no solamente en las palabras, sino en hechos, la igualdad para todos los grupos religiosos, sin discriminación ni preferencias. Es hora de que Costa Rica modifique el artículo 75 de la Constitución Política. Esto representaría, además, un paso simbólico inicial hacia la consecución de otras luchas sociales que han sido constantemente impedidas por mera obstrucción política; por pura obcecación católica, apostólica y romana.

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