Este artículo lo presenté el pasado martes 7 en el “Seminario Internacional de Las Familias, La familia: presente y futuro de Costa Rica” organizado en San José por el Global Center for Human Rights y el Congreso Mundial de las Familias WCF

Vivimos un radical cambio de época

Es un cambio tan grande como la caída del Imperio Romano, como el advenimiento de la Edad Moderna y como el surgir de la Época Contemporánea.

Además, este cambio es más veloz.

Se dan cambios en las relaciones familiares, personales, religiosas, empresariales, sociales, políticas, internacionales y son también los muy palpables cambios en las tecnologías que nos sorprenden con su asfixiante velocidad.

Tal vez el más profundo e influyente de estos cambios es el del papel de la mujer. Afecta principalmente a las familias, pero también a la academia, a la política, a las empresas. Afecta a nuestras comunidades, al barrio, al vecindario.

Son cambios que producen mucho progreso material y bienestar. Promueven la productividad y la creatividad, y facilitan la igualdad y el respeto a las diferencias.

Pero también este cambio de época aumenta la incertidumbre y nos desarraiga. Causa angustia y miedo, engendra individualismo y atenta contra la esperanza, el amor, la fraternidad.

Muchas personas pierden la fe trascendente.

Los partidos políticos se fragmentan y dividen. Se pierde la confianza en las élites.

Sin el sustento de relaciones humanas y espirituales que nos tranquilicen, confusos y con miedo, se acrecienta la fuerza de sentimientos negativos, principalmente el enojo, y se apoderan de los pueblos la envidia y el odio. Son condiciones propicias para la violencia. La racionalidad y el amor se debilitan en la acción humana.

Un impacto de todos estos cambios es que cada vez en más familias los dos progenitores trabajan, o solo uno de ellos atiende a los hijos. Menos parejas formalizan su relación con el matrimonio. Además, se atrasan y disminuyen los nacimientos.

El cambio demográfico que vivimos es inmenso

En 2004 se llegó al punto en que la tasa Global de Fecundidad fue menor a 2,1 lo que indica que el número de nacimientos es menor al necesario para que la población no disminuya. En 2018 fue solo 1,66 y en 2022 fue 1,29. Es una de las tasas más bajas del mundo.

Los efectos de este cambio demográfico son enormes para la seguridad social, para el mundo laboral, para la propia sobrevivencia de nuestra sociedad.

En Costa Rica y en nuestra América Latina estos cambios se dan cuando no hemos alcanzado niveles de desarrollo que permitieran disminuir la pobreza y las carencias de bienes esenciales para las familias, cuando la democracia está en grave peligro, cuando las sociedades están divididas y enfrentadas.

¿Cómo enfrentar tan grandes cambios?

Con nuestros valores y la fortaleza de nuestra cultura, con nuestra fe trascendente.

Lograr tener éxito depende de nuestras familias.

La herencia judeocristiana y grecorromana constituye la esencia de nuestros valores y cultura que con el encuentro de civilizaciones en América se enriqueció con la convivencia de razas y creencias, lo que fortaleció la aspiración cristiana a vivir con la dignidad de hijos de Dios llamados a amarnos unos a otros.

Pero los valores fundamentales del humanismo cristiano sufren un poderoso ataque en estos tiempos. Además de los efectos del cambio de época y de nuestras falencias históricas, se confabulan en su contra el posmodernismo, el avance del relativismo progresista e identitario, el deshumanizante secularismo.

En este cambio de época debemos esforzarnos en el respeto a la vida, la dignidad y la libertad de todas las personas, en su encuentro fraterno, en la amistad social y en protegernos con nuestra estructura de valores que nos permite navegar en aguas desconocidas.

Toda esta defensa, recuperación y promoción de nuestros valores esenciales depende fundamentalmente de la familia que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y nuestra constitución señalan “es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.

Por medio de la familia las generaciones trasmiten la cultura y los valores, su patrimonio intelectual, sus tradiciones, sus creencias. Y así puede haber diversidad por la formación de los niños, y niñas, adolescentes y jóvenes en la libertad de sus propios hogares. Así pueden privar la dignidad y la libertad de las personas.

El cambio de época demanda que protejamos y fortalezcamos la familia

Para hacerlo sociedad y estado y cada uno y todos, madres, padres, hijos, abuelos debemos ser responsables y cumplir con amor nuestro rol. Debemos con excelencia asumir los cambios.

A la par del respeto a la igualdad de derechos de las mujeres y de su mayor participación fuera del hogar que en Costa Rica es aún muy baja y se debe facilitar, debemos propiciar la vida, la procreación, la defensa de los bebitos desde su concepción, la formación y el estímulo a los hijitos en el hogar desde su nacimiento, la universalidad y la calidad de la educación pública y la promoción de la salud.

Así cómo a la madre en la generalidad de los casos le toca ahora también trabajar fuera del hogar, el padre debe asumir su debida proporción de las cargas domésticas. A los hombres nos toca asumir el cambio en el comportamiento al que el nuevo rol de la mujer nos obliga. Nos corresponde asumir nuestra responsabilidad en las tareas propias del hogar, y con ello además de fortalecer la familia vamos a mejor disfrutar de la ternura y la felicidad que depara el cuido a los hijos, a los adultos mayores y a nuestra casa.

Los mayores debemos con ejemplo y palabra promover en el hogar nuestros valores y defenderlos del ataque del relativismo y del estatismo identitario. Así, además, los abuelos podremos mejor disfrutar la influencia vigorizante del trato con los jóvenes.

También es necesaria la acción del estado y de la sociedad

Por su parte el Estado y la sociedad deben privilegiar las políticas públicas conducentes a la estabilidad de la familia que da el matrimonio, deben promover la procreación y la educación que da el hogar a sus hijos, y apoyarlas subsidiariamente.

Deben facilitar la compatibilidad de la vida laboral y familiar con redes de cuido adecuadas, con licencias de paternidad y maternidad que faciliten a la madre independencia laboral, con cambios para promover el trabajo formal que requiere la excelencia de una educación pública que enseñe las habilidades requeridas por nuestro tiempo, y forme en los valores fundamentales de generalizada aceptación, sin violar los derechos prioritarios de los padres ni distraerse abusando con visiones identitarias y parciales.

Estado y sociedad están también llamados a dar apoyo a las mujeres jóvenes embarazadas como lo hicimos en el gobierno de 1998 a 2002 con los programas de amor joven y segunda oportunidad que impulso Lorena como primera dama.

La Ley de Paternidad Responsable debe ser promovida y bien aplicada

En este campo la Ley de Paternidad Responsable es una extraordinaria y pionera contribución costarricense que cambió el derecho de familia originado en la República Romana.

Permite a la madre declarar quien es el padre de hijos nacidos fuera del matrimonio, y o el padre los reconoce o se debe someter a prueba de ADN. Ya no dependen hijos y madre de un costoso y difícil juicio para fijar la paternidad. Es una ley que debe ser promovida para que las madres la conozcan y la puedan usar bien en favor de sus hijos, y para que los padres no rehúyan sus responsabilidades.

Es una institución de la que los costarricenses nos debemos sentir tan orgullosos como lo estamos Lorena y yo y todas las personas que ayudaron a gestarla y promulgarla, y que debe ser defendida por el Patronato Nacional de la Infancia, la Ministra de la Condición de la Mujer y el Instituto Nacional de las Mujeres, la CCSS y sus hospitales, clínicas y EBAIS, por el Tribunal Supremo de Elecciones y por el Registro Civil.

A todos ellos imploro la apliquen sin claudicaciones en beneficio de las familias y la justicia.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.