Al mismo tiempo que la diplomacia occidental se centró en condenar a Rusia como estado ocupante de Ucrania, señalando lo obvio: que no se debe permitir la invasión militar, la ocupación ni los bombardeos de un país poderoso sobre otro, pidiendo entonces al mundo entero sancionar y boicotear a la fuerza ocupante; en otra geografía, la postura cambió. A partir del 7 de octubre, el argumento más sonoro y el clamor diplomático más repetido, es del imparable e incontenible “derecho de Israel a defenderse”, ya no hay mención a la ocupación ni condena a los bombardeos, ni mucho menos el reconocimiento de Israel como fuerza ocupante.

Sabemos que la Carta de las Naciones Unidas prohíbe el uso de la fuerza en las relaciones internacionales en su artículo 2(4), pero sí establece el derecho inherente a la autodefensa en caso de un ataque armado (artículo 51). Y norma esa defensa. Señala que esta debe ser inmediata y limitada. La doctrina de la legítima defensa se rige por el principio de necesidad y proporcionalidad. Un estado tiene derecho a defenderse si enfrenta un ataque armado, pero esta defensa debe ser proporcional al ataque y no debe ir más allá de lo necesario para repelerlo.

Solo hacen falta dos minutos frente a las noticias sobre los bombardeos a Gaza y podemos darnos cuenta de que ahí, esa proporcionalidad, no está pasando. Israel no está cumpliendo con ninguno de esos principios. Tampoco cumple con el principio de la decencia. Al ver, en tiempo real, las atrocidades que está cometiendo Israel contra la población civil en Gaza, contra la niñez palestina, perpetrado asegurando bombardear hospitales, campos de refugiados, mercados, casas y centros de oración de diferentes denominaciones, se hace evidente lo que venimos denunciando desde hace años. A Israel no le importa lo evidente, lo flagrante, lo tan opuesto al sentido común, lo tan opuesto al clamor de las Naciones Unidas y los pueblos alrededor del mundo, lo tan opuesto a la decencia. Israel, la fuerza ocupante de Palestina, no escucha y no ha escuchado nunca a la comunidad internacional.

Estados Unidos, su aliado incondicional, sea en gobiernos republicanos o demócratas, es además su cómplice también en el desacato a las decenas de resoluciones de la ONU sobre Palestina. Y ahora: No exigir un alto al fuego inmediato es criminal; pero solicitar a su congreso un presupuesto adicional de más de 14 billones de dólares de ayuda militar para Israel, es inhumano. Pretender darle longevidad a estos bombardeos y la incursión armada en Gaza solo puede conducir a un genocidio.

Recordemos la frase de la novela 1984 de Orwell: “si quieres ver una imagen del futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano para siempre”, la que O’Brien decía a Winston en el cuarto de tortura antes de quebrar su espíritu. Parece que transitamos de la era de la “posverdad”, a la era de “verdad en tu cara”. La verdad del que manda, este tipo de corrupción de poder que señalaba Orwell.

La bota que nos aplasta la cara es la racista afirmación de que la pérdida de una vida israelí se debe vengar con el asesinato de mil palestinos o más. La bota que nos aplasta la cara es la certeza cínica de que Israel y Estados Unidos se podrán seguir saliendo con la suya y que las resoluciones de la ONU no servirán de nada, porque el veto de Estados Unidos es inquebrantable.

Pero la verdad en tu cara conlleva también un riesgo para los opresores. Tenemos que ser personas tan sumisas como para aceptar sin reclamo el racismo, la colonización, la ocupación y el genocidio televisados y comentados en la prensa 24-7. Debemos ser lo suficientemente sumisos-as como para que no nos duela en el alma ver la niñez palestina siendo asesinada o sufriendo aterrorizada. O ver a mujeres y hombres quebrados emocionalmente recibiendo maniquíes para hacer el duelo por sus hijos e hijas, ya que no fue posible recuperar sus cuerpos de los escombros. Somos tan dóciles o manipulables como para permitir que estos actos brutales se hagan en nombre del derecho de la defensa o incluso en nuestro nombre.

¿Somos así? ¿Somos tan manipulables? Solo la historia lo dirá.

Pero, sin embargo, hay un nivel de simpatía hacia la dura realidad de Palestina que no se había experimentado nunca. En las últimas cuatro incursiones de Israel a Gaza, entre los años el 2008 y 2022, en que murieron miles de personas, la solidaridad fue aumentando conforme pasaba el tiempo.

En esta ocasión, las redes sociales están inundadas de solidaridad con Gaza. La bandera palestina pinta las calles de las principales capitales del mundo en manifestaciones de cientos de miles de personas pidiendo un cese al fuego. Hay una efervescencia de videos de personas que profesan la religión judía, principalmente estadounidenses y de Europa, denunciando al sionismo y la ocupación en sus redes personales y clamando el “No en nuestro nombre”.

La creciente inquietud de la comunidad judía estadounidense por separar el judaísmo del sionismo, y la postura en contra de la ocupación es muy esperanzadora. De crecer esta reflexión en el seno de quienes tradicionalmente han apoyado incondicionalmente a Israel, puede minar su acervo político en Estados Unidos y finalmente voltear la situación a favor de un contexto en que se puedan celebrar los mismos derechos humanos para todas las personas que viven entre el mar mediterráneo y el rio Jordán. El fin del terrorismo que ha golpeado en Israel y el fin de la ocupación en Palestina son dos caras de una misma moneda y tienen una misma fecha.

La hasbará israelí, la propaganda del régimen en el exterior, siempre ha procurado tener los altavoces puestos para que la opinión pública y los medios de prensa canten al unísono: “estar en contra de la ocupación de Israel es lo mismo que ser antisemita”. Pero en esta ocasión no hay mucho eco de esa cantaleta, hay menos receptividad. Las imágenes y el sufrimiento de las personas en Gaza calan mucho más hondo que la narrativa de la verdad en tu cara. Lo cierto es que la verdad en tu cara, se empieza a resquebrajar. Dependerá de nosotros y nosotras derrotarla.

Derrotémosla.

Venzamos la hasbará y la propaganda guerrerista, derrotémosla exigiendo pronunciamientos contundentes de nuestra Cancillería, conversemos y convenzamos a la gente a nuestro alrededor, entendamos, apoyemos y estimulemos la diferencia entre sionismo y judaísmo, trabajemos para humanizar a las y los palestinos. Y ante esto, seamos insumisos–as, no permitamos el abuso evidente, no dejemos que nos pise una bota el rostro para siempre.

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