El pasado 26 de octubre la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), la Fundación Konrad Adenauer y otras treinta organizaciones propulsoras de la democracia y el estado de derecho celebraron el Foro América Libre en la Ciudad de México.

Nació porque es necesario unir las voces para enfrentar a los populismos.

La mayoría de los países del continente americano hoy están gobernados por partidos de izquierda.

En varios países de la región se han implementado las ideas del «socialismo bolivariano» y se atacan las bases de la libertad y la democracia. A pesar de que se dicen «progresistas», muchos de sus líderes promueven la regresión autoritaria, el estatismo económico y el desmantelamiento de las instituciones democráticas.

Esta es una reproducción de una de mis participaciones.

Posibilidades y realidades

En América Latina tenemos extraordinarias personas, gran creatividad, riqueza en la diversidad, belleza y recursos naturales.

Somos herederos de los valores y la cultura judeocristiana y grecorromana que en América con el encuentro de civilizaciones se enriqueció con la convivencia de razas y creencias.

Herederos de una cultura que —con el Milagro de Guadalupe, con San Juan Diego, con Fray Bartolomé de las Casas, con la resolución teológica que provocó el Emperador Carlos I, con las Leyes de Indias— fortaleció la aspiración cristiana a vivir con la dignidad de hijos de Dios llamados a amarnos unos a otros.

Pero no hemos logrado los niveles de desarrollo previsibles hace siete décadas y nos han dejado atrás otras regiones del mundo entonces más atrasadas.

Seguimos sufriendo inaceptables niveles de pobreza y somos la región más desigual.

Este año creceremos al menor ritmo de todas las regiones que consideran los principales organismos financieros internacionales. La previsión de crecimiento para el resto de esta década es decepcionantemente baja. La pobreza creció con la COVID-19. La clase media está decepcionada.

Muchas de los gobiernos de nuestras naciones están muy endeudados. La infraestructura es deficiente. La educación pública tiene muy bajos resultados en las pruebas internacionales de habilidades de los estudiantes. Los sistemas de salud de muchas de nuestras naciones con la pandemia exhibieron sus debilidades. Muchos programas sociales fomentan más el clientelismo que el apoyo verdadero a las familias para que con su esfuerzo en emprendimientos y trabajos formales salgan de su pobreza.

La democracia liberal con un estado de derecho sólido está sometida a fuertes ataques de los sucesores del marxismo, del posmodernismo, del relativismo identitario … de los populismos.

Los partidos políticos se fragmentan y multiplican. Se pierde la confianza en las élites, excepto en deportistas y la farándula.

En la década de los ochenta había solo tres democracias en América Latina, a finales de siglo XX solo Cuba no lo era. Ahora sufrimos los asesinatos, destierros, encarcelamientos políticos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, el desliz dictatorial de Bolivia, El Salvador, Guatemala y el apoyo a esos regímenes de los gobiernos de Argentina, Brasil, Colombia, y México.

Los partidos del humanismo cristiano, tolerantes, moderados que buscan el bien común y centran sus valores en la dignidad y la libertad de todas las personas sufrimos por el bamboleo de la opinión pública entre posiciones extremistas poco racionales.

La mayoría de los intentos de integración económica han fracasado, y los más prometedores están estancados. El comercio interregional es el más bajo de las regiones excluyendo África.

Podemos construir una América Latina libre

Podemos aumentar la eficiencia del estado. Lo podemos simplificar, eliminar trabas y requisitos, hacer que rinda cuentas.

Podemos aumentar la eficiencia del mercado promoviendo la innovación, la productividad, la competencia, clústeres.

Podemos fortalecer el estado de derecho y defender los derechos humanos fundamentales dejando de esforzarnos y de enfrentarnos con derechos identitarios.

Podemos fortalecer a los partidos políticos del humanismo cristiano volviéndonos a centrar en sus valores y propuestas básicas y siendo exigentes con los dirigentes partidarios en el rendimiento de cuentas y la transparencia.

Podemos mejorar sustancialmente la educación pública y la capacitación laboral.

Podemos sacar provecho de las nuevas tecnologías, del cambio climático y la inversión en generación y uso de energías limpias, y de la demanda mundial por minerales y alimentos

Podemos fortalecer y hacer converger los diversos esquemas de integración regional acercándonos en las diversas ramas de producción al esquema más abierto e incluyente.

Poder social

Para lograrlo tenemos que cambiar nuestra actitud y los poderes sociales que determinan la opinión pública predominante.

Debemos impedir el conformismo, el privilegio a los grupos de interés, la confrontación sin soluciones, el abuso del poder.

Nada podremos lograr sin la fuerza de una visión basada en el poder social que impida el dominio de visiones que promueven la confrontación, los extremismos y el odio.

Requerimos un poder social donde diversas voces, la tolerancia, la búsqueda civilizada de acuerdos impida la preponderancia de visiones totalitarias y triunfe sobre el dominio que unos pocos tienen hoy para fijar la agenda.

Requerimos un poder social formado por personas que piensen por sí mismas.

Y esto depende de las instituciones: de la democracia y el estado de derecho.

El poder de persuadir es crítico para las decisiones que se tomen. Debemos ser persuasivos para que el progreso sea en beneficio de todos, sea incluyente y genere oportunidades.

Es importante impedir que visiones extremistas y concentradoras del poder en el estado y en los iluminados dominen la opinión. Cuando lo logran es más difícil cambiarlas y encadenan las posibilidades del bien común.

Por esto es tan importante que, con vigor, con rigor intelectual, con pasión y con capacidad convincente promovamos las ideas del humanismo cristiano.

Por eso es urgente, indispensable luchar unidos por una América libre.

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