Ningún valor se crea desde el odio. Dicho en positivo, todo valor se crea desde el amor. Quien emprende la creación de un nuevo negocio lo hace por amor. También, desde ahí recluta y contrata personas colaboradoras y toma decisiones de invertir para ampliar la operación.

La empresa privada produce un impacto profundo en la sociedad, partiendo del talento de las personas colaboradoras y la influencia que tiene sobre sus familias, clientes, proveedores, competidores, e incluso en la naturaleza. Hoy se habla de responsabilidad social corporativa, pero desde hace 150 años las empresas privadas en Japón tenían la aspiración de crear nuevo valor real para la sociedad primero, y, a consecuencia de ese valor creado, monetizar. Ninguna empresa existía por el lucro, sino que existían para mejorar la colectividad.

Un siglo antes que Japón y diez años antes de publicar La Riqueza de las Naciones, Adam Smith – que no era economista sino filósofo – publicó una obra maestra llamada Teoría de los Sentimientos Morales. En ella, habla de ese mismo motivo o propósito empresarial, que era hacer mejor a la sociedad, y de la posibilidad de percibir una recompensa monetaria de la sociedad misma si la impactaba de manera positiva.

Hoy en día, muchas corporaciones existen por y para el lucro. Se ha extraviado el propósito de crear nuevo valor real, que significa hacerle un aporte significativo al bienestar individual y colectivo de las personas. En tiempos de una cuestionadísima conferencia multilateral en Emiratos Árabes Unidos para revisar los Acuerdos de París sobre cambio climático, debemos preguntarnos si la industria de combustibles fósiles aporta algún valor real a la sociedad.

Esta es la industria más lucrativa de la historia, descontando que percibe, a nivel global, unos 500.000.000.000 de dólares de subsidios de manera anual según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, es una industria que provoca un costo social, referido al daño a la salud de las personas y a la contaminación ambiental, que asciende a los 4.000.000.000.000 de dólares (en inglés trillion) cada año. Es lo contrario a ser rentable: no crea valor, destruye vida humana, degrada el medio ambiente, y requiere un monto exorbitante de subsidios que pagamos entre todas las personas para que puedan invertir, operar y vendernos los combustibles que consumimos a diario.

Al otro extremo del quehacer humano, una conducta aspiracional es aquella que persigue el cumplimiento de un anhelo. Como hemos venido diciendo en entregas recientes, tanto el bienestar como el propósito tienen un componente individual y otro colectivo. Así como existe la paz interior, también existe la paz civil, la paz militar y la paz con la naturaleza, para mencionar algunas.

Incluso la paz interior no se limita a lo que sucede adentro de nosotros. También transforma nuestras relaciones interpersonales. Esas personas se benefician de los esfuerzos íntimos que realizamos hacia el cultivo de la armonía desde nuestra capacidad de amarnos a nosotros mismos. Sirve apoyarse en la teoría freudiana del Eros y el Tánatos, que son la fuerza de construcción y desarrollo frente a la fuerza de destrucción y muerte. Puede guiarnos para definir con mayor coherencia nuestros anhelos y para discernir quiénes están aportando nuevo valor real y quiénes no.

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