Escuché en estos días la entrevista que Radio Vaticano le hizo a monseñor Christophe Pierre, nuncio apostólico en los Estados Unidos y cardenal nominado cuyo nombramiento quedará oficializado en el Consistorio convocado para fin de mes, en su primera actividad el día 27, cuando los nuevos cardenales profesen su fe y reciban los signos de su cargo.
Radio Vaticano anuncia la entrevista con el título: “Se da la polarización cuando nos centramos en las ideas y no en las personas”.
El entrevistador pregunta por las razones de la polarización que vivimos en la sociedad, en la cultura y claro en la política e incluso en la Iglesia. El nuncio contesta que el debate debe siempre tomar en cuenta la realidad concreta que necesariamente gira alrededor de personas. Cuando se deja de lado a las personas y nos enfrentamos sobre las ideas se produce necesariamente la polarización, afirma monseñor Pierre.
Es una afirmación radical que me ha dejado pensativo, repasando mis actitudes y acciones, en un ejercicio de examen personal. Y concedo que la afirmación me convenció y me hizo aceptar que muchas veces he sido cautivado por las ideas. Por la belleza del pensamiento abstracto y la pasión por aplicarlo para el progreso de nuestra comunidad.
Dos aclaraciones
Primero, separo las ideas de los valores fundamentales que dan sentido a nuestra vida personal y en sociedad. En este contexto entiendo por idea la opinión que tenemos de lo que terrenalmente conviene. Dejo de lado las convicciones sobre nuestro destino trascendente y la religión. Las ideas por las que nos apasionamos pueden ser pura intuición o especulación, pero también pueden ser el resultado del estudio cuidadoso de lo que prevalece en un ámbito del conocimiento aplicado al debate social o político.
Segundo, señalar la importancia de dar prioridad en nuestra interacción social a las personas en la realidad concreta en que actuamos, no significa que no sea importante el uso del conocimiento para definir nuestras opiniones y acciones. Vivimos en la ignorancia, pero disfrutamos del conocimiento que la experiencia, la reflexión, la tradición, las ciencias han ido acumulando y que nos facilita en medio de la incertidumbre tener mayores posibilidades de atinar con nuestras acciones, especialmente en la escogencia de políticas públicas.
Lo que el nuncio en los Estados Unidos nos señala es la prioridad que en cada caso debemos dar a las realidades concretas, y esas realidades se centran en las personas. Es una manifestación del personalismo que se origina en Kant y se desarrolla con mucha fuerza por pensadores católicos del siglo XX, incluido el futuro papa san Juan Pablo II.
¿Por qué si nos centramos en las ideas la confrontación política y social conduce a la polarización?
Nótese que me refiero a la confrontación política y social, no a la confrontación científica ni a la confrontación filosófica. En estos últimos casos la naturaleza misma de la ciencia y de la filosofía obligan al debate de las ideas. Las ideas, los modelos abstractos que elaboramos para entender los fenómenos objeto de esas disciplinas, son el objeto de la ciencia y de la filosofía, y la evolución en ambos campos depende del análisis crítico que realizan científicos y filósofos de las diversas ideas que van surgiendo. Así se va logrando un cierto consenso entre las personas dedicadas a un mismo campo del conocimiento sobre cuales modelos pueden dar una explicación que abarque más fenómenos y sea más sencilla. El avance se produce por la confrontación crítica de esas ideas, que se da dentro de las normas de conducta aceptadas por científicos y filósofos, por lo que no conducen a la polarización si no a una eventual síntesis parcial y temporal. Esas normas de conducta expresamente tratan de evitar que los debates sean capturados por intereses sectarios.
Y claro, repito, al escoger entre políticas públicas debemos tomar en cuenta ese conocimiento para preferir las que tengan mejor resultado para las personas, y considerando su efecto en todas. Si para favorecer a la mayoría se afecta negativamente a algunas personas, ellas deben ser compensadas, especialmente si son personas menos privilegiadas por su condición económica y social.
En el debate social y político lo que entra en juego es la confrontación de los intereses de personas que son los sujetos de las acciones humanas y nunca simples objetos. La persona es un ser que vive en relación, consigo mismo, con otras personas, con la naturaleza, con la cultura. Un ser libre y racional, esencialmente social y comunitario. En mi concepción un ser trascendente que recibe de Dios su creador la dignidad y tiene un valor en sí mismo que impide que él o los demás lo puedan considerar un simple objeto. Un ser moral capaz de amar y de actuar en función de sus potencias y de definirse dentro de los límites de su naturaleza y de la naturaleza en que vive.
Si la confrontación social y política se centra en las ideas la confrontación se da entre absolutos irreconciliables, entre opiniones opuestas de lo que conviene. Solo se resuelve por la imposición de una de las visiones.
Si la confrontación social y política se centra en las personas como sus sujetos se obliga a la búsqueda del encuentro, del diálogo, de la concertación que tome en cuenta los efectos en cada una de las personas.
Se debe entonces propiciar el bien común, el bien en el cual mi bien incluye el bien de los demás.
Evitemos la polarización. Con profundo respeto al poder del conocimiento y recurriendo a su guía centremos nuestra acción política y social en las personas.
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