El ejercicio profesional de la asesoría empresarial radica en la prestación de servicios contratados en un área técnica del conocimiento, esto para con una entidad contratante, y con el fin de maximizar la efectividad en su giro de negocio, su lucro razonable, pero a la vez, al fungir como consultor externo, es fundamental el actuar ético y hasta cierto punto, la fiscalización para el correcto proceder de la empresa para la cual se facilita el servicio, precisando y diligenciado la legalidad del negocio puesto en marcha.
Al analizar los principales problemas o distorsiones encontrados en la práctica de la asesoría profesional en material empresarial, a lo cual y en función del levantamiento de algunas situaciones de interés y cuidado, pueden plantearse los siguientes siete perfiles o tipologías empresariales, que claramente afectan la gestión los negocios, así como el ejercicio profesional de la asesoría, y que a la postre terminan repercutiendo en una afectación directa a las empresas, incurriendo incluso, en prácticas ilegales. Los tipos de empresarios imposibles de asesorar son:
1) El que no separa capitales. El primero y quizás más grande de los problemas en materia empresarial, es la no separación del capital personal del societario, es decir, de aquel propio de la empresa. Este empresario suele mezclar todos sus gastos con los de la empresa, mostrándose incluso molesto cuando se le señala que la empresa es una persona diferente a sí mismo, y que la entidad no puede cancelar sus rubros personales, claro está, con las excepciones que la misma ley señala. Este individuo suele ocasionar problemas de flujo de caja en la organización, así como de orden, esto pues, no tiende a presentar documentación alguna que justifique dichas erogaciones realizadas.
2) El paternalista. Puede y no puede ser un empresario familiar, esto pues, aunque esta situación suele darse más en empresas de esta índole, no es un fenómeno exclusivo de este tipo de organizaciones. El mejor ejemplo se da cuando el dueño de la empresa es el padre, tiene dos o más hijos laborando en su entidad. Alguno de ellos suele denotar faltas leves o incluso graves, no se prepara, no respeta los reglamentos internos, entre otros. Aun así, el empresario permite dicho comportamiento, más sin embargo a otros hijos, o bien otras personas, no les tolera las mismas faltas.
3) El que menosprecia la ciencia y la legalidad. Un problema muy usual, hace referencia a los empresarios que simplemente se burlan de la contabilidad y las finanzas, o bien, señalan que ellos no siguen las leyes pues las autoridades nunca los van a encontrar o auditar. Usualmente dan ejemplos y justificaciones de otras empresas que incurren en prácticas ilegales, por lo cual ellos tampoco desean entender el correcto actuar en los negocios. Suelen indicar que ellos no quieren aprender a leer estados financieros, o que tampoco quieren comprender como funciona el pago de impuestos. Son aquellos que no entienden la diferencia entre una utilidad neta y un flujo de caja.
4) El que no confía en su asesor. Es el típico empresario que contrata un asesor, pero a la vez cuestiona todo lo que este último le señala, solicitando varias opiniones sobre el mismo tema, para al final aplicar la sugerencia o decisión que el asesor original había tomado. El orgullo y celos profesionales suelen ser la causa de no querer hacer caso a su asesor. La pregunta acá es: De no confiar en su asesor ¿Por qué no prescinde de sus servicios?
5) El que ordena capacitarse, pero no lo hace. Casos particulares en los cuales el empresario obliga a sus colaboradores a estudiar, incluso facilitando el pago de los cursos de capacitación en cuestión, no obstante, este mismo empresario no se capacita ni actualiza en conocimiento, y cuando sus subalternos traen ideas innovadoras o técnicas ligadas a las acciones correctivas necesarias para la empresa, el empresario hace caso omiso, pues simplemente no desea cambiar su paradigma o su manera errada e ineficiente de hacer las cosas. Esto tiende a ser más una situación en empresas familiares, sin embargo, no es ajeno a otro tipo de empresas.
6) El que pide validación de una mala idea, pero no asesoría. Este tipo de empresario suele pensar que solo su criterio es el correcto, y al contratar un asesor lo hacer solo para imponer su criterio. Toma las decisiones aún antes de escuchar y cuando habla con el asesor es para convencerlo de que su idea es la correcta, a pesar de que se le muestre con argumentos técnicos lo contrario. Suele justificar sus ideas con argumentos que no son basados en la técnica, sino únicamente en supuestos y en intuición. Suele rodearse de personas que nunca cuestionan sus ideas, aún cuando estas pueden ser ilegales o lesivas en términos financieros para la empresa.
7) El fanático religioso. Es quizás el más polémico de todos, y vale aclarar que no hace referencia al ser creyente, pues esto es tema aparte. Este empresario al estar sumergido en una determinada religión, suele sentirse elegido y protegido por una deidad, incluso cayendo en actos de ilegalidad a efectos de incursionar en gastos en su determinada denominación religiosa, obviando las normas básicas para poder realizar donaciones, esto aún impulsado por sus propios líderes, quienes lo influyen para actuar. No escucha ni suele hacer caso a las indicaciones técnicas, pues considera que el donar dinero a su congregación es lo primero, aún si esto es contrario a las leyes. Esto indiferente de la religión.
Al analizar estos puntos surge la interrogante ¿Dónde están las autoridades gubernamentales y su fiscalización? Es decir, claramente, pueden observarse situaciones donde se infringe la norma, no obstante el control y revisión por parte de las entidades competentes es mínima en el mejor de los casos, o nula de todo.
Adicionalmente, es de interés observar la práctica recurrente, referente al traslado de la culpa del acaecimiento de una situación lesiva en la empresa para con el asesor, es decir, aquellas situaciones, donde aunque el consultor ha señalado el proceder que debe darse, el empresario no ha querido prestar atención a las indicaciones, de forma que dicho curso de acción repercute en un daño o perjuicio para la entidad, y como vía de escape, el propietario achaca la responsabilidad al profesional contratado, lo cual sin duda, no es congruente ni correcto, pues este individuo ha indicado de previo, precisamente lo contrario a la decisión empresarial tomada.
Sin duda estas prácticas repercuten en temas ligados a la evasión fiscal, el incumplimiento de obligaciones laborales, actuaciones ilegales, entre otros. Ahora bien, más allá que crear nuevos impuestos u obligaciones para las empresas, ¿No sería mejor enfocar esfuerzos a fiscalizar y controlar este tipo de prácticas?, de todos modos, la normativa ya otorga potestades amplias a las autoridades tributarias, y si lo que se desea es un parque empresarial sano y basado en buenas prácticas, quizás el mejor enfoque es la educación a este tipo de empresario "terco", o bien al menos, el control directo en aras de lograr una mejor eficiencia laboral.
La función como asesores radica en buscar el éxito de las empresas, no obstante, cuando debe lucharse aún contra sus mismos dueños, quienes no desean aceptar consejo o bien no tienen la capacidad de escucha, quizás el mejor asesoramiento que puede darse es señalar las prácticas erróneas que realizan y retirarse de dicha empresa. Al final el éxito de una asesoría depende completamente de la voluntad empresarial a dejarse asesorar, este en un ligamen directo a la correcta, diligente y ética actuación del profesional externo contratado, no obstante, la maximización final y el éxito de la gestión general, depende del empresario y su apertura a la escucha activa.
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