La Justicia de Estados Unidos ha condenado este lunes a cuatro años y nueve meses de cárcel al expolicía de Mineápolis Tou Thao, implicado en la muerte de George Floyd y que ya se encuentra en prisión por una sentencia anterior.
Thao, que ya está cumpliendo una pena de tres años y medio por privar a Floyd de sus derechos civiles y por no intervenir para evitar un uso excesivo de la fuerza, ahora ha sido condenado por ayudar e incitar a un homicidio involuntario en segundo grado, según ha publicado CNN.
El exagente fue el encargado de contener a la multitud que observaba el suceso que se cobró la vida de Floyd.
"Obviamente, ese día, no tenía intención de hacer ningún mal ni nada por el estilo, ni dañar a nadie. Esa nunca fue mi intención. Hice lo mejor que pensé que podría hacer. Las cosas no salieron de la forma que yo pretendía", ha declarado Thao ante el tribunal.
Junto a Derek Chauvin, J. Alexander Kueng y Thomas Lane son los cuatro agentes de Policía de Mineápolis involucrados en el fatídico caso de Floyd. Chauvin ya fue sentenciado en junio de 2021 a 22,5 años de prisión por un tribunal estatal acusado de varios cargos de homicidio. Un tribunal estatal confirmó también una sentencia de 21 años de prisión.
Kueng también fue condenado a 3 años y medio de prisión por cargos federales por el asesinato y fue declarado culpable de los cargos de violar los derechos civiles de Floyd y de no intervenir para detener a Chauvin durante sus maniobras de arresto.
Lane, el cuarto oficial que sostuvo las piernas de Floyd durante el arresto, se declaró culpable de ayudar e incitar a un homicidio involuntario en segundo grado en el verano y fue sentenciado a tres años de prisión en septiembre. Está cumpliendo eso simultáneamente con una sentencia federal de dos años y medio en Colorado.
Floyd fue detenido en mayo de 2020 a la salida de un establecimiento por haber utilizado un billete falso para pagar un paquete de cigarrillos. Durante el operativo, fue esposado y colocado en el suelo sobre su pecho.
Chauvin clavó su rodilla sobre el cuello de la víctimas durante nueve minutos, pese a los avisos de que no podía respirar. Su muerte, registrada en un vídeo que dio la vuelta al mundo, generó una ola de indignación a nivel global.
Las movilizaciones y marchas que en ocasiones derivaron en disturbios, y puso nuevamente sobre la mesa el racismo sistémico en el seno de las instituciones de Estados Unidos.