Daniela era mi vecina. ¡Qué mujer tan disciplinada! Trabajadora, enfocada y hablantina.

Además de entrenadora, Dani es empresaria, y como ocurre con muchos otros emprendimientos, su negocio nació ante un gran reto: como ella, muchas personas con problemas digestivos deben ir al baño frecuentemente, a veces con gran urgencia, y sienten vergüenza de dejar malos olores que incomoden a su pareja, su familia, compañeros de trabajo e incluso a personas desconocidas en lugares públicos.

Entonces ella creó Squiz, un spray que se agrega al agua del inodoro antes de usarlo y es capaz de eliminar los malos olores. Y yo que creía que trabajar con el tema de residuos y lixiviados era difícil, pero Dani me ganó, pues además de ofrecer una solución práctica, Squiz ayuda a normalizar las conversaciones incómodas relacionadas con las necesidades fisiológicas, y eso también es un alivio.

Después de incluir Squiz en su bolso, la vida de muchas personas ha cambiado: ya no deben salir del pequeño cuarto como si debieran ocultar un crimen, eliminar la evidencia y rogar que no hubiera testigos; ahora pueden caminar con la frente en alto y no mirar atrás.

En nuestros ratos de gimnasio, Dani y yo, además del gusto por el deporte compartimos otro interés: la preocupación por la contaminación. Eran frecuentes las conversaciones acerca de proveedores de empaques o compras de materiales más amigables que pudieran ser reciclados o reutilizados.

Con el tiempo, Squiz crecía en ventas, pero también aumentaba la preocupación de Dani por poner cada vez más envases en el mercado.

Durante la pandemia ambas nos mudamos a lugares distintos, pero seguimos en contacto y un día me escribió: “Vas a estar orgullosa de mí”. Me contó que decidió dejar la producción de Squiz y en cambio compartió su secreto.

Dani escribió la fórmula, hizo videos y guías y ahora la ofrece por un único monto. Las personas que la compran pueden adquirir fácilmente los ingredientes y prepararla en casa las veces que quieran. Y funciona.

Eso es lo que en economía circular se llama desmaterialización de la economía, o servitización: los productos se convierten en servicios, los consumidores en usuarios y se reducen empaques, embalajes, residuos y transporte de materiales.

Contrario a la economía lineal, cuyo éxito está en la recompra frecuente de productos y en la concentración de la información entre pocas empresas, con la servitización y la economía circular, el conocimiento se comparte y se democratiza el acceso a las soluciones.

Dani sigue recibiendo un ingreso por la venta de la fórmula, y ahora tiene más tiempo para estar con su familia, para cuidar de su salud y la del planeta.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.