Seguramente todos en algún momento podemos hablar o conocer un referente adulto mamá, papá, abuelos, tíos, vecinos, que nos cuenten, cuáles fueron nuestras primeras palabras cuando iniciamos ese humano proceso de hablar. Yo recuerdo que mi mamá me dijo que una de las mías fue “bicicueta”, y también ahora me acuerdo de las primeras palabras que pronunció mi hija, una fue tío y otra fue “aaaaabua”, queriendo decir agua, luego inevitablemente, aunque siempre he estado con ella, dijo papá, primero que mamá. Bueno pero esas primeras palabras que dijimos, a alguien les hizo gracia, alguien lloró de emoción al escucharnos, seguramente, alguien aún las recuerde con amor.

Luego pienso en esas primeras palabras que decimos en nuestros diferentes ambientes, cuando iniciamos alguna amistad o el primer día de escuela, el primer día en el trabajo, las primeras palabras a una persona que nos gusta, o las primeras palabras cuando queremos discutir, quizá comenzamos saludando, luego hacemos referencia al clima, a los colores de las paredes, a las noticias, a algo que se nos haga fácil y neutro.

¿Cuáles son las primeras palabras del día ó las primeras que escribimos, nos recuerdan por las primeras palabras o por lo primero que ven de nosotros? Mucha gente tiene la capacidad de acordarse primero de lo que ven, otros de los que escuchan, otros, no se acuerdan de ninguna de las dos, algunas veces hasta por conveniencia. Mejor no acordarse.

Cuanto tiempo nos ha costado hablar con esas primeras palabras de verdad, de humildad, de perdón, para muchos es más fácil empezar con las primeras palabras de enojo, cuando señalamos lo malo, lo confuso, lo difuso, lo que nos molesta, lo que no soportamos, lo que odiamos. ¿Y cuánto nos cuesta, decir lo contrario?

Hoy di una capacitación sobre Comunicación No Violenta, donde aprendemos a escuchar con atención las palabras que utilizamos para hablar con la gente, parece muy básico, pero, en muchas ocasiones, usamos palabras muy groseras, peyorativas, negativas y violentas, en una misma frase y hacia nosotros mismos y peor aún, iniciando el día. Hay quienes inician el día diciendo que pereza, que cansado, porque es hoy lunes, hoy es viernes, pero no pagan, mucho trabajo, no tengo trabajo, estoy aburrido, que se muera, manda fuego “señor”, hay quienes intentan que las primeras palabras sean buenos días, pero no los sienten.

La consciencia de las primeras palabras del día, aquellas que nos decimos a nosotros mismos, a los hijos y las personas con quien trabajamos, nos condicionan, el momento, el estado de ánimo, el desempeño, la emoción, la comunicación no verbal y las relaciones. Cuanto esfuerzo estamos haciendo en tenerlas en cuenta y en pensarlas. Qué recuerdos estamos dejando ahora de adultos a quienes hablamos por primera vez.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.